Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Asuntos de familia

Publicado en La Opinión de Málaga. 15-02-2004 

Una de las paradojas más sorprendentes que vivimos en España tiene que ver con la familia.

 

No hay otro concepto que llene tanto los discursos políticos pero resulta increíble lo que vienen ocurriendo en la realidad.

 

Por un  lado, parece mentira que todavía pervivan rescoldos de su más rancio concepto que cultivó el nacional catolicismo patrio. El reciente desliz de Fraga Iribarne metiendo en el mismo saco a un condenado por abuso sexual y a las parejas de hecho muestra que todavía hay quien no se ha enterado que la familia debe forjarse con el amor y no no sólo con papeles.

 

Sorprende igualmente que aún se siga hablando de familia, cuando en realidad nuestra realidad social muestra que aquí lo que hay son muchos tipos de relaciones familiares. Las familias nucleares tradicionales (una pareja y uno o varios hijos) y las múltiples (compuesta por distintos núcleos familiares) han disminuido drásticamente para dar lugar a un abanico familiar muy diverso. Cada vez hay más uniones no matrimoniales, parejas sin descendencia, familias reconstituidas o combinadas (procedentes de uniones anteriores),  parejas homosexuales o familias monoparentales.

 

Todas ellas son fruto de una evolución social que crea nuevas articulaciones del afecto, del compromiso y el amor y merecen, en esa medida, un reconocimiento igual al que tienen las formas tradicionales del vínculo familiar.

 

Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que hoy día el veinte por ciento de los niños que nacen en España son extramatrimoniales, una proporción que debe ir a más si tenemos en cuenta que en Suecia ese porcentaje es del 55 %, en Francia del 43% y en el Reino Unido del 40%.

 

Como no se puede olvidar tampoco que la reconstitución de los hogares después de primeras o sucesivas rupturas es un hecho cada vez más frecuente, ante el que no cabe cerrar los ojos. Unos 100.000 matrimonios se rompen cada año en nuestro país, creciendo a un ritmo casi cuatro veces mayor que el de los nuevos matrimonios.

 

Los hogares formados por personas solas cada vez son también más numerosos. En España ya son uno de cada cinco, y estamos lejos de otros países como Alemania donde son uno de cada tres.

 

Las familias españolas son además cada vez menos numerosas. En 1980 lo eran un 30%, hoy día un 11%. Y lo que seguramente resulta más singular y puede que increíble es que los hijos de inmigrantes extranjeros representen ya el 80% del total de los niños que nacen en España.

 

Enfin, es una completa evidencia que nuestras familias ya no son lo que eran. Y lo que está ocurriendo es que esa complejidad en la tipología familiar, que ya de por sí implica un mayor obstáculo a la hora de constituir el hogar con satisfacción, con amor y con paz, viene acompañada de cada vez más dificultades para crearlo.

 

Como es bien sabido, sobre todo por sus propios progenitores que viven tantas veces con desesperación el fenómeno, nuestros jóvenes tardan muchísimo en abandonar el hogar familiar. De hecho, más del 35% de los jóvenes de treinta años siguen viviendo con sus padres.Y es una muestra más del entorno tan desfavorable de la familia el que las mujeres españolas sean las europeas que llegan a ser madres más tardíamente.

 

Estas dificultades se explican en gran medida si se tiene en cuenta que el porcentaje del Producto Interior Bruto español dedicado a protección familiar no ha dejado de bajar en los últimos años. Desde 1993 a 2000 (último año con datos comparativos con Europa) disminuyó tres puntos, situándose prácticamente en el mismo nivel de 1980.

 

Es decir, que mientras que la retórica profamiliar abunda más que nunca, resulta que los poderes públicos disminuyen de hecho el apoyo a las familias.

 

España está en la cola y bien lejos del conjunto de la Unión Europea en gasto social dedicado a pensiones, a vivienda, a servicios domiciliarios a familias, a protección frente a la invalidez y a la discapacidad y a atención a excluídos. Es decir, en la financiación de los derechos que pueden permitir que las familias se constituyan y se desenvuelvan con felicidad y normalidad.

 

Al mismo tiempo, han bajado también el gasto y los montantes de becas, y nos situamos por debajo, y con enorme diferencia, en el gasto dedicado a escuelas infantiles. En España, sólo el 3% de los niños menores de tres años tienen plazas en guardería públicas, mientras que en Dinamarca ese porcentaje es del 44% y en Francia del 23%. A viviendas sociales dedicamos aquí la tercera parte del porcentaje del PIB que se gasta en Europa.

 

El profesor Vicenç Navarro demostraba en una investigación reciente que lo que se está produciendo en España es una auténtica desconvergencia social con Europa, y de manera especial en la protección a las familias.

 

Un solo dato da idea de las diferencias tan importantes entre nuestro país y el resto de Europa. Una pareja española que tuviera un ingreso de 9.000 euros tendría que tener 18 hijos para recibir las mismas ayudas que recibe una pareja con tres hijos en Alemania.

 

España sólo está en cabeza en el apartado de ayudas por desempleo, pero hay que tener en cuenta también que en nuestro país sólo reciben ayudas por ese concepto un 55% de los desempleados.

 

Por otro lado, el hecho de que España esté igualmente a la cabeza de la precariedad laboral supone efectivamente otro elemento de inestabilidad familiar y de grave perturbación en la vida de cualquier hogar. Y cómo no será la situación si incluso un 55% de los trabajadores con contrato fijo, que ya de por sí pueden considerarse afortunados, afirman sentirse insatisfechos en su trabajo.

 

Por decirlo de forma más clara. Mientras que se llena la boca de declaraciones a favor de las familias se hacen políticas de gasto público que ocasionan que las mujeres españolas tengan niveles extraordinarios de estress, que los cabezas de familia tengan menos ingresos o que los hogares estén cada vez más endeudados y padezcan más necesidades.Valiente forma de ayudar a las familias.

 

No valen excusas. Defender a las familias en un país que tiene tantas cuentas pendientes como el nuestro en derechos sociales es materialmente incompatible con las políticas de déficit cero, de rebaja de impuestos y de disminución del papel del Estado. Lo hagan unos o lo hagan otros.

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