Publicado en La Opinión de Málaga el 15 de mayo de 2005
En los últimos tiempos es cada vez más notorio que China comienza a desplegar sobre el planeta su inmenso poder económico. Sin ir más lejos, toda Europa se resiente estos días de la finalización del periodo de barreras arancelarias que ha hecho que algunas exportaciones a países europeos de productos chinos aumenten más del 500%.Eso es la consecuencia del enorme crecimiento de la economía china en los últimos años. Desde 1980 ha venido registrando una tasa de crecimiento anual media de casi el 8% y eso ha hecho que el PIB se multiplique casi por seis desde entonces. Si su actividad económica se mide teniendo en cuenta el poder de compra del dólar, la economía china es ya la segunda del mundo. Es también el segundo destino mundial más importante de las inversiones directas y el primer productor planetario de materias como el acero, carbón, cereales, carne o algodón.Ya no hay duda de que el gigante ha despertado. En muy pocos años será la primera potencia mundial y sólo queda por ver cómo se conjugará su poderío con el de Estados Unidos.
Ahora China es el primer y más decisivo sostén de la economía estadounidense, que estaría en una crisis sin parangón si no fuera porque el Banco Central chino, junto con otros asiáticos, compra sin cesar la deuda norteamericana. De momento, el gigante es una especie de patio trasero pero no es fácil imaginar que dos poderes tan inmensos vayan a saber o a poder convivir sin problemas en el futuro inmediato.
La gran influencia que tendrá China en las relaciones internacionales, y no sólo en las económicas, hace que entender a ese gran país sea hoy día imprescindible para comprender lo que sucede en el mundo y, sobre todo, para tratar de aventurar lo que puede ocurrir en los años venideros.
Por eso sigue siendo de especial interés conocer lo que piensan los chinos sobre las cuestiones militares. No en vano, su máxima referencia ideológica, Mao Tse Tung, decía siempre que el poder se encuentra en la punta del fusil.
Dos coroneles chinos, Qiaio Liang y Wang Xiang Sui, escribieron a finales de los noventa un opúsculo titulado «Guerra sin límites» dirigido a explicar a sus compañeros de armas las características de la guerra moderna. El libro circuló reservadamente dentro del ejército chino y sólo años después se publicó en algunos países, sin que haya traducción al castellano, al menos que yo conozca.
En el texto se desarrolla el concepto de guerra que según los autores se corresponde con una situación en la que existe un país con poder económico, político y militar considerablemente superior a los demás y ejercido de forma unipolar.
En esa situación, los coroneles chinos dicen que la clave radica en ser capaces de dar «el primer golpe», asegurando que el ataque preventivo es esencial para resistir y vencer.
El objetivo de ese tipo de ataques debe ser la desarticulación de los sistemas operativos del enemigo y procurar lo que ellos llaman su «destrucción estructural» que es algo incluso más letal que su puro aniquilamiento.
Lo que quizá sea más interesante del libro es que para lograr esa destrucción se reconoce que son válidas cualquier tipo de armas y, sobre todo, que las propias armas han cambiado de naturaleza, de modo que la frontera entre lo que tradicionalmente habríamos considerado militar y civil apenas si va a existir en el futuro.
Dicen los chinos, por ejemplo, que provocar la caída de la bolsa, los ataques con virus informáticos, la creación de incertidumbre generalizada sobre las monedas o provocar su trayectoria errática, o la difusión de noticias falsas sobre los dirigentes y líderes de los países son armas valiosas y válidas para lograr esa destrucción.
Se trata obviamente de un nuevo y terrible concepto de armamento, completamente alejado del tradicional. Las nuevas armas forman parte de nuestra vida cotidiana y los soldados ya no son solamente la tropa distinguida como hasta ahora para hacer la guerra sino que cualquier ciudadano se convierte en instrumento potencial de la destrucción que se busca.
De hecho, los autores de este libro dicen que la tropa convencional ya no será el instrumento humano más valioso sino que los civiles y los piratas informáticos los reemplazarán sin remedio.
«Los civiles -dicen en el libro- se sentirán perturbados cuando vean que sus artículos de vida cotidiana se convierten en armas que pueden atacar y matar».
Eso es lo que hace que la nueva guerra no tenga límite alguno. Literalmente dicen los coroneles chinos que «cualquier medio político, económico o diplomático tiene fuerza para suplantar los medios militares».
Señalan también que en el entramado de la nueva guerra entrarán personas, organismos y organizaciones que hasta ahora hemos considerado como no gubernamentales y, por lo tanto, ajenos a la estructura militar. Para Qiaio y Xang, Bin Laden es un nuevo tipo de soldado pero también George Soros, el financiero que varias veces ha desestabilizado países mediante gigantes y muy rentables operaciones financieras. Y se preguntan en el libro que si Laden o Soros son soldados y Powell o Schwarzkopf son políticos, ¿quiénes son entonces los políticos o los militares?
Se trata de una concepción de la guerra que es mucho más que «cambiar el modo de guerrear», como diría Maquiavelo. Tampoco es la versión asiática de la guerra postmoderna que algunos habían pronosticado que llevarían a cabo los nuevos «soldados digitales». Es algo más complejo pero en realidad muy fácil de entender.
Recurriendo a las metáforas tan habituales en el pensamiento asiático los autores del libro dicen que para comprender lo que quieren decir hay que imaginar que la nueva guerra es como una puerta que tiene muchas llaves. Y refiriéndose a su propio país concluyen diciendo que «en referencia a nosotros mismos no podemos pensar en una llave mejor que la guerra sin límites».
Destruir todo de cualquier manera, convertir cualquier cosa en arma y transformar en una nueva especie de soldados a todos los seres humanos. Sin restricciones, sin límites.
Puede que en realidad nada de esto sea nuevo. El general Ulysses S., Grant que sembró el sur de Estados Unidos de terror y muerte en la guerra civil expresó claramente lo que es la guerra cuando dijo que ésta es, sencillamente, el infierno. Los chinos vienen a decir lo mismo, quizá con la única diferencia de que ahora entraremos todos.
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