Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

¿Por qué suben los precios?

Con Alberto Garzón
Publicado en www.altereconomia.org en junio de 2008
 

Los precios están subiendo en todo el mundo. En los países más pobres el alza del precio de los alimentos está provocando una situación dramática: hambre y escasez, «un crimen contra la Humanidad», tal y como lo calificó con toda razón el relator de las Naciones Unidas para los asuntos de la Alimentación, Jean Ziegler. Los precios de materias primas estratégicas como el petróleo se disparan y provocan subidas sucesivas en todos los mercados y suben también los precios al consumidor en casi todos los países.

Se cierne de nuevo el fantasma de la inflación, pero justamente cuando eso ocurre no podemos olvidar dos cuestiones esenciales.

La primera es que la subida de precios, aunque siempre objeto del debate económico, es uno de los fenómenos económicos conscientemente peor y más equivocadamente analizados, pues las explicaciones teóricas de la inflación se utilizan para justificar políticas radicalmente anti sociales.

La segunda, que la inflación no solo tiene causas sino también y sobre todo propósitos porque, en la mayoría de las ocasiones, los grupos con poder pueden mejorar la posición en la distribución de la renta desencadenándola.

Es por estas dos razones que conviene ser inteligentes y no dejarse llevar por los análisis tan sesgados que pueblan los medios y los discursos políticos.

Respecto a los precios al consumo en países europeos como España hay que señalar en primer lugar que su alza no es del todo nueva. La realidad es que se está produciendo desde la entrada del euro, aunque se viene disimulando gracias a la tramposa configuración de los indicadores estadísticos, sucesivamente modificados para evitar que adquiera rango oficial la efectiva sensación de pérdida de poder adquisitivo que sienten los ciudadanos.

Y sobre la subida de los precios de los alimentos, e incluso del petróleo y otras materias primas, no hay que olvidar que justamente se está produciendo cuando los especuladores han tenido que dejar los mercados financieros como consecuencia de la crisis inicial de las hipotecas.

Pero ahora, como siempre, sea lo que sea que esté ocurriendo, cuando los precios suben en mayor o menor medida, las autoridades económicas de signo liberal no tienen en su boca nada más que una misma cantinela: hay que moderar los salarios (porque los precios suben -según dicen- como consecuencia de subidas previas en los salarios) y hay que subir los tipos de interés (porque también dicen que si suben los precios es que hay excesiva cantidad de dinero en circulación y para reducirla hay que subir su precio).

El Banco de España, por ejemplo, ya ha recomendado públicamente la congelación salarial a pesar de que España es el único de los 30 países miembros de la OCDE en el que el poder adquisitivo de los salarios está bajando desde 1995.

Y, por su parte, el Banco central Europeo se empeña en subir los tipos a pesar de las generalizadas voces que indican que eso, en lugar de favorecer a la economía e incluso a los precios, provocará una mayor crisis. Aunque, eso sí, también grandes beneficios para la banca y los propietarios de capital (sólo la subida que se produjo hace unos días como consecuencia de la «indiscreción» de su gobernador, ni siquiera como efecto de una medida formal, provocó un coste de 3.000 millones de euros a las familias hipotecadas, o lo que es lo mismo, un mayor ingreso de esa misma magnitud a los bancos, lo que deja bien claro para quién trabaja y al servicio de quién está el Señor Trichet).

En suma, siempre una misma doble respuesta ante la inflación que se traduce inexorablemente en una mejora de los beneficios y las plusvalías en el conjunto de las rentas y en la mayor explotación y pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores.

Pero las verdaderas causas de las subidas de los precios hay que buscarlas en otros sitios. Veamos, por ejemplo, el caso de los precios y los salarios.

Es verdad que si los salarios subieran de modo continuado eso aumentaría los costes de las empresas. Pero, ¿necesariamente se produciría entonces inflación, es decir, trasladarían inevitablemente las empresas esos costes más altos a los precios de venta? Lógicamente, sólo podrían hacerlo… si pudieran.

No es un juego de palabras. Es que las empresas pueden subir los precios cuando suben los costes sólo si tienen poder de mercado, si se enfrentan a una demanda cautiva (o, como decimos los economistas, muy inelástica, es decir, que apenas disminuye cuando sube el precio). Si eso no ocurre, las empresas que ven subir sus costes salariales (u otros cualquiera) tienen que reaccionar de otro modo si no quieren salir del mercado: mejorando la calidad, las condiciones de venta, la productividad mejorando las técnicas de producción, etc.

¿Qué ocurre en España? Pues que ni siquiera teniendo salarios más bajos las empresas son capaces de hacer frente a las subidas de costes que soportan, y lo que buscan es procurar tener poder de mercado e imponer a los consumidores precios más altos que les proporcionen beneficios extraordinarios.

Los economistas del Banco de España que estudian la inflación, y sus responsables políticos, deberían ser más perspicaces antes de decir siempre lo mismo: que hay que bajar los salarios.

¿Por qué no mencionan en el hecho de que en España, donde se quejan por precios más altos, hay salarios más bajos y que crecen menos, pero beneficios empresariales siete veces más altos que en el entorno europeo? Una muestra indiscutible de que no son los salarios lo que sube los precios, aunque no parece que eso llame la atención la inteligentsia de Banco.

Lo que ocasiona la inflación, al contrario de lo que los poderosos y los economistas a su servicio nos quieren hacer creer, es el mayor poder de mercado de las empresas. Gracias a él influyen en el gobierno para que acepte tarifas más elevadas, para que no combata las estrategias anti competitivas y las que despilfarran millones de euros para fidelizar a los clientes y así disfrutar de una demanda más rígida. Y gracias a él pueden imponer a sus consumidores precios más altos.

Y esto no solo pasa en España con los precios al consumidor.

Los precios de los alimentos o los del petróleo están subiendo por la misma razón de fondo: porque las grandes corporaciones imponen su ley, porque los gobiernos las dejan hacer, porque hablan y hablan de mercados libres y de competencia cuando lo que existe de verdad son mercados sumamente imperfectos, oligopolios con más poder que los gobiernos y con influencia suficiente en los mercados como para imponer precios que constantemente les garantizan beneficios extraordinarios.

Siempre hablan de salarios para explicar las subidas de precios, pero nunca se refieren, por el contrario, a los enormes gastos financieros que imponen bancos que actúan en mercados corruptos, en donde no ha existido competencia prácticamente nunca. No hablan de los despilfarros en publicidad, en financiamiento a grupos de presión, en inversiones irracionales, en los costes que supone la especulación debido al riesgo que lleva consigo y que se trata de conjugar logrando beneficios muy altos en las operaciones exitosas. No se dice, por ejemplo, que si el coste de producción de un barril de petróleo de Arabia Saudí es de unos 6 dólares, la especulación añade un coste de entre 30 y 40 dólares.

Ni, por supuesto, tampoco hablan de los costes que imponen los grandes intermediarios.

Diversas organizaciones agrarias y de consumidores han calculado en España un Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos (IPOD) que les ha permitido comprobar que los alimentos se encarecen de media un 436% (y en algunos casos hasta un 900%) desde el campo hasta la mesa.

No se habla, en suma, del PODER para maquinar sobre el mercado, que no es algo que precisamente esté al alcance de los trabajadores, ni de su desigual distribución.

Si quisieran que los precios no subieran como están subiendo donde habría que actuar es sobre ese poder antisocial, desigual y nefasto. Lo demás son excusas con un único propósito: hacer que los beneficios suban sin cesar.

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