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Hay que cambiar Europa

Publicado en Tribuna de los Servicios a la Ciudadanía, diciembre de 2010, nº 7

 

Las políticas neoliberales de los últimos años han producido un incremento de la desigualdad que está en la base de los procesos que han dado lugar a la crisis. Las políticas deflacionistas del Banco Central Europeo y las de austeridad han impedido que se generen suficientes resortes endógenos para propiciar actividad productiva sostenible y en lugar de ello ha propiciado y permitido la formación de una enorme burbuja y de un endeudamiento muy rentable para la banca pero, como se ha visto, letal para el sistema financiero y para el conjunto de la economía. 
La Unión Europea sometida a los dictados de los mercados, de los grandes poderes financieros, ha renunciado a dotarse de instrumentos básicos para garantizar el equilibrio macroeconómico y así ha dado lugar a una situación en la que los gobiernos pierden capacidad de maniobra sin que eso se vea compensado por una mayor maniobrabilidad conjunta europea. La desfiscalización y deslocalización generalizadas, en el ámbito productivo, y una financierización cada vez mayor de las relaciones económicas han sido sus resultados.
Al estallar la crisis, como consecuencia no solo del contagio norteamericano sino de nuestras propias políticas europeas, la Unión se ha mostrado incapaz de poner en marcha respuestas que no sean las que se corresponden con el fundamentalismo que inspira desde hace años las políticas comunitarias.
Esa incapacidad deriva de la ceguera ideológica de sus dirigentes, que le viene impidiendo comprobar que las medidas que ha impuesto y sigue imponiendo son sencillamente desastrosas. Durante años ha estado poniendo como ejemplo de bien hacer a Irlanda, que fue la primera economía en entrar en recesión. Y hasta hace semanas lo siguió haciendo para señalar que los recortes de gasto y el liberalismo irlandés, sus recortes de salarios y el dedicarse simplemente a salvar a bancos quebrados era lo que debían hacer los demás países para salir de la crisis. Y no hace falta decir que ahora que estamos comprobando que esas políticas llevan al desastre, no sale ni la más mínima voz de autocrítica de los dirigentes europeos, que siguen recomendando a los demás países que hagan lo que hizo Irlanda, como si allí hubieran tenido éxito sus propuestas.
En estos momentos, las políticas de austeridad que impone la Unión Europea son el mayor peligro para las economías europeas. No cabe la más mínima duda, y hasta el Fondo Monetario Internacional lo ha demostrado en un informe reciente, que estas políticas reducen el crecimiento económico potencial y que, por tanto, no son la medicina adecuada para afrontar la deuda que se ha generado, no por culpa del derroche presupuestario sino del agujero que ha creado la conducta irresponsable de los bancos. Mienten cuando afirman que hay que recortar gastos para limitar el déficit porque con menos crecimiento es imposible que éste se reduzca y disminuya la deuda.
Y, al mismo tiempo, la actuación el Banco Central Europeo, cuidándose simplemente de ayudar y salvar a la banca privada, de darle fondos para que especule contra estados haciendo negocio con su deuda, y sin tomar medidas para garantizar que el crédito fluya a empresas y consumidores, que sería su principal obligación, es igualmente letal para la economía europea.
Con esas políticas ha dado lugar a que la periferia europea se desangre en manos de los mercados (en realidad, de los grandes grupos financieros e inversores que dominan la política europea) mientras que el euro y el propio proyecto europeo están a punto de saltar por los aires.
Europa se ha convertido en el principal enemigo de sí misma y por eso es fundamental luchar para cambiarla. Fuera de Europa los problemas de los pueblos europeos serían fatales pero dentro de ella empiezan a ser insoportables para todos.
Es fundamental que se haga todo lo posible para mostrar que las políticas que se están imponiendo son una soga al cuello para las economías europeas, para los empresarios que crean riqueza y para las familias. Y es imprescindible que se geste una coordinación lo más amplia y potente posible para presionar y combatir las políticas de austeridad y la servidumbre del Banco Central Europeo hacia la banca privada. 
Aunque pueda parecer una expresión exagerada y grandilocuente, la realidad es que Europa vive una situación de emergencia. Varios de sus países han sido ya destrozados por la aplicación continuada e irresponsable de políticas neoliberales y por la inacción de las autoridades e instituciones europeas frente a los especuladores financieros. Y pueden caer más. Portugal quizá en las próximas semanas y quién sabe si también España, que se enfrentará a elevados compromisos de pagos en los primeros meses de 2011 y ante los cuales ya se empiezan a posicionar «los mercados».
No se puede esperar. Hay otras políticas, otros instrumentos, para lograr equilibrio y la creación sostenible de riqueza e igualdad. Con urgencia, es necesario reclamar que la Comisión y el Banco Central Europeo actúen con contundencia para frenar la especulación y para evitar que los mercados sean los que gobiernen Europa. Y hay que oponerse rotundamente a las políticas de austeridad y comenzar a forjar un nuevo consenso progresista que apunte a disponer de los nuevos instrumentos que pueden hacer que Europa sea un proyecto capaz de dirigirse a sí mismo poniendo en primer plano los intereses ciudadanos.

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