El otro día comenté que había encontrado en Cádiz una calle con dos nombres. Pues ahora me escribe un paisano de Granada para decirme que si en Cádiz hay calles con dos nombres, él ha vivido en una de Huelva que tiene ¡¡cinco!! y me lo cuenta con unos versos.
Cinco nombres a mi calle
le ha puesto el ayuntamiento
pa poder liarlo to
y causarnos sufrimiento.
Plaza de América fue
lo primero que nos dijo
y cuando me lo sabía,
resulta que a punto fijo
en los planos ya tenía
otro nombre colocado,
más feo que Picio el pobre:
el de …¡Tráfico Pesado!
Y venían los recibos,
antiguos y más recientes,
del IBI y las basuras
¡a … Jacinto Benavente!
Y es tal su cachondeíto,
que, sin frío ni calor,
de pronto nos larga un Santí-
simo Cristo del Amor.
¡Vaya tela! Nomenclátor
demente y embarullado,
que nunca han visto los siglos…;
pero esto no ha terminado:
que si eran pocos los nombres
ahora tiene otro más fino:
Avenida, que le dicen,
del muy Nuevo Colombino.
Hay que ver a los carteros
volverse locos los pobres,
sin saber donde dejar
a los vecinos sus sobres.
Y miren nuestros remites
con un montón de renglones,
que a largos nadie nos gana:
¡ole ahí nuestros…..!
Mas también se nos alargan
las tarjetas de visita,
que para poder medirlas
hay que llevar una guita.
De ingenio para los nombres
esta gente ha hecho un alarde,
pero para ingenio, el mío,
como trinque yo al alcalde.
Y aquí se acaba el romance
de los nombres de mi calle.
Pluga al cielo que no siga,
y si lo intentan, que fallen.
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