Leonardo Boff afirma con razón que «necesitamos una ecuación moral que cambie los fines y no sólo los medios de nuestra civilización» y propone cinco puntos a considerar:
En primer lugar, debemos tomar en serio el principio de precaución y de cuidado. O cuidamos de lo que queda de la naturaleza y regeneramos lo que hemos devastado, o nuestro tipo de sociedad tiene los días contados. Además, filosóficamente, el cuidado es la precondición para que surja cualquier ser, y el criterio anterior a toda acción.
En segundo lugar, importa dar centralidad al afecto, a la compasión, al corazón y a la piedad, como principios morales. Eso nos enseñan el budismo en Oriente y Schopenhauer en Occidete. Ambos afirman: «no hagas mal a ningún ser, más bien esfuérzate por ayudar a todos lo más que puedas».
En tercer lugar, urge rescatar el respeto y la veneración ante cada ser, porque representa un valor por sí mismo. Como lo formuló Albert Schweitzer: «ética es la ilimitada veneración ante la vida y el respeto ante cada ser».
En cuarto lugar, se hace necesario asumir la responsabilidad del futuro del planeta y de la vida. Somos los guardianos del ser. Hans Jonas espresó así el principio de responsabilidad: «actúa de tal manera que tus actos no sean destructivos para la vida».
En quinto lugar, en vez de la competición hay que reforzar el principio de cooperación, porque es la ley suprema del universo: todos los seres son interdependientes y se ayudan unos a otros para evolucionar, sin excluir a los más débiles.
No es todo, pero es indudable que son un prerrequisito.
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