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Criptomonedas: solo especulación que acelera el desastre climático

Publicado en Público.es el 12 de noviembre de 2021

Las llamadas criptomonedas se están convirtiendo en una de las expresiones más fieles de la lógica y la ética que dominan el capitalismo de nuestros días.

El número de todas las que existen en el mundo es ya impresionante. A última hora del 10 de este mes de noviembre la web coinmarketcap.com registraba 13.969. Veinticuatro horas más tarde, ya registraba 14.055, 86 más.

El valor de todas ellas en los mercados tampoco para de crecer. En ese mismo periodo de un día, ha pasado de 2,79 billones de dólares a 2,84 billones, según los datos de la misma web,. (aquí). Y hace justo un año el valor total era de 440.000 millones, lo que quiere decir que en estos últimos doce meses se ha multiplicado por 6,4.

Pero si es grande el número y el valor de las criptomonedas que se han creado y circulan por todo el mundo, mayor aún es la confusión que existe sobre su auténtica naturaleza.

Dicho de la forma más elemental posible, las criptomonedas son anotaciones digitales obtenidas por diferentes procedimientos, todos los cuales se basan en la utilización de cifras o códigos muy complejos para crearlas y controlar su circulación de modo descentralizado.

Se dice que esas anotaciones digitales son dinero, lo mismo que lo es la anotación que los bancos hacen en las cuentas de sus clientes, y por eso se denominan criptomonedas. Pero esta es una idea errónea porque no es verdad que las criptomonedas estén desempeñando las funciones que siempre desempeña cualquier cosa que sea utilizada como dinero: ser medio de pago de aceptación generalizada, unidad de cuenta y depósito de valor.

El dinero es cualquier cosa que es generalizadamente aceptada como medio de pago, para saldar las deudas. Y, al contrario, se puede decir que no es dinero lo que no haya sido aceptado generalizadamente para esa función.

Si yo le debo a mi vecina 500 euros, puedo saldarle la deuda con una moneda del reinado de Isabel II de mi propiedad que para ella tenga el valor de esos 500 euros. Sin embargo, aunque haya saldado una deuda con ella, esa moneda no se puede considerar como dinero si no es aceptada como tal por todas las personas. Ahora bien, si al día siguiente el Estado declarase que esas antiguas monedas de Isabel II pasan a ser de curso legal, es decir, de obligada aceptación para saldar deudas, la moneda que le di a mi vecina sería ya dinero. Por tanto, para que algo se convierta en dinero no basta que alguien lo acepte como pago de una deuda. Es necesario que la aceptación sea generalizada, bien por imposición del Estado o por decisión colectiva (eso es lo que ocurría en los campos de concentración, donde se aceptaban cigarrillos como medio de pago, convirtiéndose así en dinero en ese espacio).

Las criptomonedas que se han creado hasta la fecha no son dinero por la sencilla razón de que su aceptación no es generalizada para saldar deudas y, además, porque eso no ocurre debido a otras circunstancias quizá todavía más relevantes.

Hoy día, la inmensa mayoría de la gente o de las empresas que necesitan disponer de medios de pago para intervenir en los intercambios normales y corrientes de la vida económica no aceptaría como pago un axie infinity, un quant, un ardor o un prometeus, por poner algunos ejemplos. Sencillamente, porque saben que no es seguro que otras personas o empresas acepten esas criptomonedas como pago en otro momento o intercambio; entre otras cosas, porque no sabrían ni a qué se refieren esos términos.

La segunda razón de por qué las criptomonedas actuales no se pueden considerar dinero es todavía más decisiva: no se usan como medio de pago generalizado sencillamente porque no conviene usarlas para ello. Su valor es tan volátil, incierto e inseguro que resultan materialmente inútiles como dinero. Nadie en su sano juicio utilizaría hoy para pagar sus deudas una «moneda» que mañana puede tener mucho más valor, ni sabiendo que es posible que, en unas horas, puede perder gran parte de él. Nadie firmaría hoy un contrato suscrito en alguna de esas criptomonedas porque sería como hacerlo a precio indeterminado.

Sea lo que sea que se utilice como medio de pago, para que pueda cumplir esa función debe tener un valor con cierta estabilidad.

La realidad es que el precio de las criptomonedas es muy volátil y esto también impide que puedan desempeñar la otras dos funciones del dinero que he mencionado antes, la de depósito de valor y unidad de cuenta. Usar cualquier de ellas para esto último sería como establecer como unidad de medida un metro de extensión variable que cada vez que se usara tuviese una longitud diferente.

Además, hay que tener en cuenta que la oferta de criptomonedas es fija (de bitcoin se emitirán 21 millones de unidades y ya se han creado 18,6 millones) y, su precio, además, fácilmente manipulable por pocos poseedores (a finales de 2020 los 100 mayores poseedores de bitcoins cash disponían del 13% de los que circulan). Eso hace que no se pueda garantizar ni su disponibilidad en un momento dado, ni su estabilidad, ni su posible utilización para corregir los desequilibrios de la economía, como puede hacer y es necesario que haga la política monetaria.

Por último, el procedimiento tecnológico y algorítmico que ha de seguirse para producirlas y controlar su circulación hace que sea prácticamente imposible que alcancen la capacidad que sería necesaria para hacer frente a las transacciones que se realizan en la economía mundial.

El sistema de funcionamiento del bitcoin, por ejemplo, impide que pueda llevar a cabo más de 7 transacciones por segundo, lo que supone un máximo de 220 millones al año. Una cifra ínfima comparada con los 700.000 millones de pagos digitales que se efectúan en el sistema financiero global anualmente. O con las 65.000 operaciones por segundo que puede realizar VISA.

Las criptomonedas son hoy día registros digitales de los que solo conviene o interesa disponer para obtener beneficios gracias a las variaciones de su precio, es decir, para especular con ellas. Pero no porque convenga utilizarlos como medios de pago habituales o unidades de cuenta, es decir, no porque sean dinero.

Esta es la primera razón por la que dije al principio que las criptomonedas se han convertido en una de las expresiones más fieles de la naturaleza del capitalismo de nuestros días, basado preferentemente en la obtención de ganancias a través de la especulación financiera y no del desarrollo de la actividad productiva que crea bienes y servicios para satisfacer nuestras necesidades.

Las criptomonedas no sirven hoy día nada más que para especular con ellas, para ganar dinero comprándolas y vendiéndolas sin realizar ninguna de las actividades productivas que satisfacen necesidades humanas.

Es posible que dentro de un tiempo alguna de las criptomonedas actualmente existentes se haya ganado la confianza de los sujetos económicos, que se utilicen generalizadamente porque su valor se haya estabilizado y que las limitaciones técnicas actuales que he señalado hayan desaparecido. No niego que, entonces, pudieran ser consideradas como dinero. Aunque, en todo caso y si llegaran a serlo, sería a costa de un gasto de energía tan desorbitado que cuesta mucho creer que fuese posible asumirlo.

Es así porque la creación y control de todas estas criptomonedas necesita que haya miles de ordenadores dedicados a realizar continuamente operaciones muy complejas que requieren mucha electricidad y ser renovados, como media, en unos 18 meses. Los datos que lo demuestran producen escalofrío.

Se estima que la huella anual de carbono que genera la producción de bitcoin (más o menos la mitad del valor de todas las criptomonedas) equivale a la de un país como Chile; su consumo de electricidad anual (116,7 TWh, según el Indice de Cambridge) está entre el de Países Bajos (111 TWh) y el de Argentina (121,1 TWh) y es la mitad del que realiza España (233 TWh); y los residuos electrónicos que genera equivalen a los producidos por Países Bajos.

La ineficiencia de las criptomonedas y el despilfarro que conllevan se perciben todavía más claramente si se considera el gasto de energía que lleva consigo realizar una sola transacción con el bitcoin: produce una huella de carbono equivalente a la de 2 millones de transacciones con tarjetas VISA y requiere la misma cantidad de electricidad que 1,2 millones de esas transacciones. Y el desecho de material electrónico que lleva consigo una sola transacción de bitcoin es el mismo que producen 1,69 iPhones de últimaa generación o 0,56 iPads (datos aquí)

Hasta ahora y según el cálculo que realiza la Universidad de Cambridge, el 61% de la energía que consume la producción y control de las criptomonedas procede de energías no renovables es decir, de las más costosas y contaminantes.

Es cierto que hay un acuerdo internacional para lograr en 2025 que el 100% de la energía que consuman sea renovable, pero se trata de una previsión que ni es realista ni positiva. No es realista porque las energías renovables son de provisión normalmente intermitente mientras que las criptomonedas necesitan un suministro constante. Y, por otra parte, es inevitable que su demanda de electricidad siga creciendo exponencialmente para poder suministrar criptomonedas (de 2015 a marzo de 2021, el consumo de energía de Bitcoin aumentó casi 62 veces). Por tanto, aunque toda esa nueva demanda procediera de energías renovables, lo cierto es que supondría un gasto en producción de energía despilfarrador, sobre todo, si se tiene en cuenta que solo sirve para multiplicar la especulación que debilita la actividad económica productiva y destroza los incentivos que pueden hacer que los sujetos se dediquen a crear empleo y riqueza.

En resumen, las criptomonedas solo son una pieza más del «gran casino» financiero, como lo llamaba el gran economista liberal francés Maurice Allais, en que se ha convertido el capitalismo de nuestros días.

Son pura especulación financiera, despilfarro que impulsa el incremento de la deuda y destruye la economía productiva y una de las principales responsables del desastre climático de nuestros días. Además de servir, para colmo, como una una vía por la que pueden transitar los grandes criminales del planeta para ocultar su dinero y sacar mucha más rentabilidad de lo que roban.

En los años sesenta, viendo venir el desastre que iba a provocar la especulación financiera que se abría paso, James Tobin propuso «echar arena en las ruedas de las finanzas internacionales» para, al menos, frenarla. No se le hizo caso y hemos pagado las consecuencias: casi seis décadas de menos actividad económica, más desempleo, más deuda y crisis económicas y financieras recurrentes. Si no se quiere seguir por ese camino, se debería desinflar cuanto antes la burbuja financiera de las criptomonedas y evitar el gigantesco daño ambiental que están provocando.

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12 comentarios

ANA MARIA PALOS DE FORONDA 16 de noviembre de 2021 at 22:15

Me encanta que un economista honrado explique lo que yo sospecho hace rato: que todo eso de las criptomonedas es una enorme estafa, un engañabobos que se aprovecha de la voracidad avarienta que cultiva nuestra sociedad capitalista y nos va a llevar al abismo con aún mayor velocidad. Gracias profesor Torres López.

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Antonio Gonzalez 17 de noviembre de 2021 at 12:52

Quizas el objetivo del fraude de las cryptomonedas sea entretener las miradas fuera de la impresion del dolar y de paso sacar de circulacion muchos dolares de los incautos que se confien. Algo muy poderoso debe estar detras del asunto cuando funciona cpn toda las facilidades e impunidad y un apoyo incondicional de los medios.

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Antonio R 17 de noviembre de 2021 at 19:33

Siento la simplificación que hace del tema, creo que no estáis visualizando las corrientes del siglo XXI, desde el criptoanarquismo, pasando por el dataismo y las nuevas formas de expresión en una sociedad tecnológica, por mencionar algunos. Las criptomonedas son una revolución, obscena y salvaje en muchos casos, pero revolución. Especulativa si, pero revolucionaria también, pero el dinero Fiat, también lo es y es manipulado por instituciones y empresas sin ningún pudor (con el beneplácito de una mayoría de elites y estados – en esto estaremos de acuerdo). La revolución blokchain no está exenta de valores libertarios como la descentralización. Ni deja de buscar soluciones para los problemas que planteas como el de sostenibilidad, escalabilidad y distribución. La cremación de nuevas maneras de mercados y su globalización es solo el primer paso. Pretenden dar solución a muchos problemas del supuesto mundo real, entre ellos.: Disminuir la fricción del dinero Fiat, el monopolio de los bancos centrales, descentralizar el valor y crear nuevas guisas de valor, identidad digital descentralizada para el tercer mundo, dar servicios financieros a millones de personas , revolucionar los contratos y crear entidades certificadoras descentralizadas que no necesiten un tercero de confianza (por ejemplo eliminar a los registradores de la propiedad que no es poco).., etc., etc., etc. lamento su ignorancia al respecto, no es para ofender, pero ciertamente el nivel de información es todavía escaso y es basa en opiniones (perdóneme) poco o muy poco fundamentadas … Algunos youtubers de pronta edad (que no es la mía) están sobradamente informados. Ellos conocen el cambio imparable que se avecina y lo afrontan puede que con exceso de entusiasmo, no obstante sabedores de que no hay marcha atrás . Bien cordialmente un cripto adicto circunstancial

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Juan Torres López 17 de noviembre de 2021 at 20:05

Lo que dice está muy bien pero no tiene nada que ver con lo que escribo en mi artículo. Saludos

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Antonio R 17 de noviembre de 2021 at 19:40

por dejar un ejemplo, en medium podra encontrar miles de ejemplos al respecto: https://medium.com/@metavpad/bluezilla-breakdown-fueling-the-metaverse-with-metavpad-189e209eb719

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Victor 18 de noviembre de 2021 at 07:25

No puedo estar más de acuerdo con Antonio R.
Sr Torres, le hago seguimiento mediático por Internet, libros, tv…y he de confesar que comulgo con ud en cantidad de planteamientos que establece, teniéndolo y apreciándose como un muy buen economista.
Darle las gracias por haber tenido en cuenta mi sugerencia, al tratar este tema ya que estaba interesado en conocer su opinión al respecto.
Y sinceramente, en esta ocasión me encuentro por primera vez desilusionado acerca de su perspectiva sobre las criptomonedas.
Considero que emite un juicio con el paso cambiado y que a diferencia de sus máster class sobre otras temáticas, en esta ocasión le veo emitiendo un juicio con falta de conocimientos suficientes.
Incidir en la gran labor que aportan a la sociedad varias de las altcoin como implica dar servicio a más de 3.000M de personas no bancarizadas, que no es ninguna cuestión baladí.
En cuanto al consumo energético, puede informarse acerca de lo siguiente:
1.- Ethereum consumiría 99% menos energía con la prueba de participación POS en detrimento de la actual POW.
Hecho que ocurrirá cuando finalice la implementación de Ethereum 2.0
2.- En El Salvador están utilizando energía volcánica para la minería de bitcoin.
3.- La mayoría de altcoin reducirán drásticamente, a futuro, su consumo pasando a términos de eficiencia energética.
Respecto a la concentración de btc en pocas manos, pues remitirle a una de las web más técnicas y relevantes del ecosistema, en donde podrá recabar información desbordante:
http://www.glassnode.com
La descentralización que aporta el criptomundo sólo puede considerarse un aspecto tremendamente positivo para combatir la mafia del fiat y su corrupto sistema financiero, del que usted nos ilustra sobradamente.
En cuanto al lavado de dinero por parte de criminales, pues decirle como apunta Andreas Antonopoulos, cuyos libros son de lectura obligada para acercarse al ecosistema que nos ocupa, que un cuchillo no es malo per se, según en qué manos se encuentre, al igual que la tecnología.
En cualquier caso, como usted sabe perfectamente, la gran banca internacional es una inmensa lavadora de ese dinero negro.
Con una importante diferencia, el dinero metálico es muy poco controlable a diferencia del btc, que no es anónimo, haciendo un juego de palabras, sería seudónimo y a través de la blockchain fácilmente rastreable.
La emisión finita de sólo 21M de btc, no implica una reserva de valor, superior incluso al oro?.
Cuando apareció el papel moneda en escena, la gente tardó siglos en asimilarlo, no concebían como cambiar sus monedas de oro y plata, por «los cromos» que le daban en el banco, pudieran llegar a tener el mismo valor.
Por último, para no extenderme demasiado, respecto a la crítica que recibe el ecosistema en cuanto a la volatilidad, comentar que tenemos varias clases de monedas, entre las que se encuentran las stablecoin que tienen una horquilla mínima de fluctuación respecto al dólar.
En cuanto a las restantes, pues que decirle, con solo 13 años en el mercado en el caso de la pionera, btc, pedirle baja volatilidad y aceptación masiva, sería totalmente utópico.
Pero terminarán cumpliendo con esas funciones, ya que las cripto, han venido para quedarse.

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Víctor 18 de noviembre de 2021 at 08:22

Me quedaba en el tintero…
Bitcoin, viene de la mano de la blockchain tecnología que ya están implementando grandes corporaciones y que nadie duda, se generalizará a medio plazo.
Respecto a la lentitud operativa en número de transacciones, btc, a día de hoy, efectivamente deja bastante que desear, pero en contraposición, nos encontramos que otras coin incorporan tecnología que como en el caso de Solana, pueden transar 50.000 operaciones por segundo y en breve los desarrolladores de otras cripto de tercera generación, implementarán como factible,incluso, millones en esa mínima fracción de tiempo.
Y de colofón, citar de pasada la recién aparición en escena del metaverso, ese mix de realidad y virtualidad en el que tecnológicas de la entidad de Facebook y Microsoft están empezando a invertir decenas de miles de millones de dólares.
Ya se sabe que donde sus respectivos CEOS ponen el ojo…
El metaverso y el eco cripto conforman una comunión en la que van cogidos de la mano y dicha fusión, contribuirá de manera importante a la eclosión y aceptación generalizada del legado que creó un genio, en su pugna contra el stablishment financiero, cuya identidad anónima
responde al acrónimo de Sathosi Nakamoto.

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Juan Torres López 19 de noviembre de 2021 at 11:17

Le agradezco los comentarios, muy interesantes. Pero no tienen que ver con lo que he escrito en el artículo. Saludos

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Facundo 20 de noviembre de 2021 at 15:36

Buenas. El año pasado escribí algo sobre criptocoins y se lo envié por Gmail. Tenemos las mismas ideas sobre ese tema. Saludos desde Argentina

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Gustavo 23 de noviembre de 2021 at 14:58

Da la impresión de que al analisis parte del prejuicio. Sabe que existen miles de «criptomonedas» y ataca únicamente el Bitcoin y de éste solo los aspectos negativos.

El argumento de la manipulación de los mercados es generalizable. La volatilidad de sus precios no es generalizable, ya que existen las llamadas «stable cloins» cuyo valor carece de esa volatilidad tan drástica. Tampoco es coste energético, que aplica a la antigualla del bitcoin pero no a las «criptomonedas» más recientes.

Los profesionales de ese sector acostumbran a usar el significante «criptoactivo». Saben que monedas no son.

Algo negativo que sí tienen en común todo «blockchain» (no sé si hay alguna excepción), es el principio de escasez generado artificialmente, radicalizando lo que pretenden hacer las leyes de propiedad intelectual, para mercantilizar los bienes que ya son abundantes (coste marginal cero o casi cero) y para los que, al ser abundantes, ya no precisan de la gestión del estado o el mercado. En ese sentido las «criptomonedas» corrompen absolutamente lo que se consigue con las redes distribuidas P2P genuinas. Algo positivo de las «blockchains» es que tienen diseños inalterables, predecibles y calculables, es decir, son entornos normativizados e insensibles a la confianza en un lider o identidades cualesquiera.

Por cierto, un offtopic, el tabaco como moneda de cambio no solo se usaba en los campos de concentración nazis; también se usa en los hospitales psiquiátricos españoles… en éstos, a diferencia de aquellos, aun no llegan a usar también la sopa del día como moneda.

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Pedro el Romano 23 de noviembre de 2021 at 20:42

Victor,

Supongamos entonces que yo tuviese muchos euros en el banco y quisiese comprar criptomoneda, ¿cuál compro?

1) Bitcoin porque es la más famosa y la de mayor capitalización
2) Solana porque es mucho más rápida
3) Me espero a que aparezca una aún mejor (de «tercera generación»)
4) Alguna otra de las muchas que hay por algún otro motivo

Supongamos que elijo Solana, y todos hiciesen lo que yo y nadie comprase ya entonces Bitcoin, por obsoleta, yendose esta a pique. ¿Eso no va a tener repercusión sobre mi compra de Solana? ¿Y no puede ocurrir que en un futuro Solana también vaya a pique por la aparición de otra cripto aún más moderna?

Son preguntas que parecen naive, pero que, bajo mi punto de vista, desmontan este diabólico entramado de las criptomonedas.

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Agustín 28 de diciembre de 2021 at 13:59

Muy buena reflexión, además de incluir referencias y fuentes para ampliar información. Interesante también la conexión con el coste energético, que se puede ampliar con otros aspectos en el monográfico nº 144 de la revista Papeles de la fundación FUHEM.

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