Uno de los argumentos más graciosos que utilizan estos últimos días para criticar que el gobierno venezolano no haya prorrogado la concesión a la cadena de televisión RCTV es que se trata de una medida totalitaria porque cierran una televisión crítica con el poder.
Es gracioso porque quien todavía tiene realmente tiene el poder en Venezuela no es Chávez, sus ministros y ni siquiera sus millones de seguidores.
En una sociedad global como la nuestra, el poder lo tienen, precisamente, los grandes grupos mediáticos, los bancos, las grandes empresas multinacionales, o incluso grupos informales que reúnen a los grandes dirigentes empresariales y a los líderes políticos de confianza.
El teólogo y asesor del Presidente Lula Frei Betto lo dijo en una ocasión, comentando las frustraciones de este último así como incapacidad real para enfrentarse a los grandes problemas sociales: en Brasil habían llegado al gobierno, pero no al poder.
Eso mismo ocurre también en Venezuela, en Ecuador, en Argentina, en Uruguay… y quien no entienda eso no entiende absolutamente nada de lo que está pasando en América Latina y en el mundo.
Naturalmente, eso no quiere decir que estar en el gobierno no represente absolutamente nada. Claro que en el gobierno se disfruta de un cierto poder de decisión, pero infinitamente menor del que es necesario cuando lo que se quiere es transformar la sociedad en sentido contrario al que desean esos que detentan el poder real..
Los bancos y los grupos financieros son los que disponen realmente del dinero y de los recursos. Pueden desplazarlos libremente, hacer que salga el capital a raudales de un país, que las monedas se hundan en los mercados, que no haya financiación para los proyectos que necesitan los grupos sociales cuyos intereses no le sean afines. Son los que financian a los partidos, los que pueden hundir a unos políticos o encumbrar a otros poniendo a su disposición créditos y dinero ilimitado. Su poder de financiar es el que determina que las empresas puedan ir a un sitio u otro y la gran variedad de ámbitos en los que invierten sus ganancias y sus recursos les proporciona una influencia social bien conocida que va mucho más allá de las propias cuestiones financieras o económicas.
Las empresas multinacionales y los grandes grupos industriales son también los que condicionan las políticas de los gobiernos, los que regulan indirectamente el empleo, y quienes pueden sembrar riqueza o desertizar la economía de regiones y países enteros. Movilizan tanto dinero y tienen tanta incidencia en miles de pequeños negocios o empresas que sus decisiones (prácticamente impermeables a los deseos de un gobierno u otro) tienen mucha más trascendencia sobre la economía que las políticas económicas, que todo lo más pugnan por ofrecerles facilidades o posibilidades de negocios más suculentos.
Los grupos mediáticos no sólo son hoy día uno de los negocios más rentables, y por lo tanto con un poder financiero y económico inmenso, que se trasvasa a muchos otros tipos de negocios y actividades económicas. Sobre todo, tienen el poder de convencer, de forjar los valores humanos dominantes, de mostrar lo que se desea y de ocultar lo que interesa: conforman la conciencia social, moldean a los individuos y programan nuestras mentes gracias a que son los que ponen a nuestra disposición la información con la que luego elaboramos nuestras preferencias, nuestras ideas y nuestras opiniones. Los grandes medios de comunicación son los que tienen el poder inmenso de elaborar la agenda social, es decir, de establecer qué problemas y cuáles no merecen la atención de los ciudadanos.
Y gracias a todo ello, son los últimos responsables de que se generalice la mentalidad sumisa de la que habla Vicente Romano, imprescindible para que salgan adelante los proyectos de dominio de los poderosos.
Y por supuesto, instituciones como el banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, que pueden sacar adelante a un país o hundir su economía si sus gobernantes no se pliegan a sus dictados, tienen mucho más poder que la inmensa mayoría de los gobiernos del planeta.
¿Y cuándo se ve, si no es en ocasiones verdaderamente anecdóticas y socialmente poco relevantes, que los grandes medios de comunicación hablen de todos estos poderes reales? ¿Cuándo muestran a la población su propio poder real para manipular los contenidos y la información, para adormecer a los ciudadanos, cuándo se hacen transparente e informan de cómo forman sus plantillas, dejando siempre fuera a quienes mantienen opiniones distintas? ¿cuándo informan los grandes medios del poder de los bancos y de los industriales, de sus negocios ilícitos, de la muerte y la desesperación social que provocan, cuándo explican a los ciudadanos que el dinero mata, que son los grandes grupos económicos los que provocan el empobrecimiento, el hambre y la muerte de millones de personas?, ¿Cuándo informaba RCTV (o cualquier otra televisión de los grandes grupos mediáticos en los demás países) de la pobreza venezolana, de los negocios y de los privilegios de los oligarcas que se quedaban con la riqueza del país, cuándo mostraba a los ciudadanos las causas de la miseria, la actividad verdaderamente criminales de las multinacionales, cuándo se informa de la connivencia entre los políticos y las empresas…?
Quienes critican al gobierno venezolano por no prorrogar la licencia a una cadena televisiva diciendo que trata de acallar una voz crítica con el poder se equivocan o mienten estrepitosamente: no es que se pretenda silenciar la crítica del poder, sino hacer que el poder (en este caso el poder de comunicar) esté en otras manos y no sólo en las de los grandes multimillonarios.
Por tanto, no se acalla la voz contra el poder sino que se busca justamente todo lo contrario: ¡que se critique con mucha más contundencia el poder, pero al poder real del que depende lo que hoy día está ocurriendo en el mundo!
¿Por qué ha de ser que sólo los ricos tengan el poder de comunicar?
¿Por qué sólo pueden ser dueños de medios de comunicación los financieros, los grandes industriales y los multimillonarios?
¿No es más democrático que los medios de comunicación que tienen la capacidad de forjar los valores, las conciencias, las opiniones y las preferencias de los ciudadanos sean plurales, que estén abiertos a la participación de todos los grupos sociales?
Lo que critican del gobierno de Venezuela no es, por tanto, que se acalle una voz crítica con el poder ¡sino que trate de darle el poder de comunicar a otra gente!, a los que estaban desheredados, a los que nunca contaron para nada, a los que estaban invisibles mientras que los millonarios como los dueños de RCTV disfrutaban de un país entero como si fuera su finca de recreo.
Ahora bien, lo importante es que no basta con lo que se ha hecho.
El reto ahora lo tiene el Gobierno venezolano que debe ser capaz de demostrar al mundo que los medios de comunicación que nacen bajo su inspiración no son la mera inversión de los de antes: instrumentos parciales de propaganda, adormideras, manipuladores de información y cotos cerrados. Si logra que los nuevos medios sean de calidad, objetivos, plurales, participativos y abiertos a quienes están a favor y también en contra del propio gobierno, el gobierno venezolano habrá dado una lección al mundo. Si no, estaremos en lo mismo de antes.
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