Insaciables. Así califica Lina Gálvez a los mercados, con razón, en este artículo en El Correo de Andalucía en el que explica que no se defiende uno de los chantajistas cumpliendo sus exigencias, como dice el gobierno que hace.
Mercados insaciables
Desde hace meses, los mercados vienen utilizando el poder que les da su presión especulativa sobre la deuda de los estados para imponer a los gobiernos las medidas que mejor convienen a las grandes empresas y a la banca.
Se trata de una extorsión bastante evidente a la que algunos gobiernos como el español le están haciendo frente con tanta torpeza como candidez. En lugar de utilizar los resortes de su poder representativo y soberano y en lugar de hablarle claro a la ciudadanía para que ésta le hable a su vez claro a los especuladores, los gobiernos se empeñan en hacer frente al chantaje cediendo a sus demandas, creyendo que saldrán del apuro aceptando sus condiciones. Un comportamiento ingenuo porque los mercados, como todos los chantajistas, son insaciables y acabamos de tener buenas pruebas de ello. El Gobierno español ha hecho los deberes impuestos, ha tomado las medidas más duras contra los derechos laborales de nuestra democracia, ha realizado un recorte de gasto público tremendo y acaba de aprobar un proyecto de presupuestos que ni la derecha más neoliberal se hubiera atrevido a poner en marcha. El propio presidente del Gobierno desayunó hace poco en Nueva York con las versiones en carne y hueso de esos mercados. Zapatero compartió mesa y mantel con las grandes finanzas representadas por Citigroup, Morgan Stanley o Goldman Sachs y almorzó también con uno de sus altavoces, los editorialistas de The Wall Street Journal para ratificarles, imagino, que su gobierno estaba tomando una a una las medidas que se le vienen exigiendo.
Zapatero y quienes hoy dirigen la Unión Europea se equivocan porque los están dejando hacer a su antojo, en contra de lo que afirmaban hace ahora justo dos años doce ex dirigentes socialdemócratas europeos en el título de una carta conjunta al entonces presidente de la Comisión Europea y que debería convertirse en el grito de guerra democrática de nuestros pueblos: “Los mercados financieros no nos pueden gobernar”.
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