Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Mentiras

 Durante estos años de políticas neoliberales se ha dicho que había que moderar los salarios para que así las empresas tuvieran beneficios y pudieran crear empleo. La secuencia parece lógica pero no es cierta. Estos días acabamos de ver nuevos ejemplos de su falsedad:
 Día 28 de enero: El Banco Santander anuncia un beneficio neto atribuido de 8.876 millones de euros en 2008.
 Día 9 de febrero: El Banco de Santander remodela su banca de consumo y prescindirá del 30% de su plantilla.
 
Las empresas desean que los salarios sean bajos pero para tener más beneficios por la vía más cómoda de ahorrarse costes de personal no para crear más empleo.
 Lo han conseguido en los últimos años y ahí están las desigualdades que se han ido agrandando. Pero ese incremento en los beneficios no necesariamente deriva en más empleo. En los últimos decenios hemos podido comprobar que una gran parte de los beneficios se han destinado a la especulación financiera o inmobiliaria, de modo que no han llevado consigo la inversión productiva que podían haber generado. Otras veces, puede ser que se apliquen a nueva inversión, pero tampoco está asegurado que esa inversión cree puestos de trabajo, ya que puede estar dedicada a incrementar el capital fijo, la tecnología, …
 La presunción de que salarios más bajos dan lugar a más beneficios, los mayores beneficios a más inversión y ésta a más empleo es eso: una presunción.
 La realidad es que los salarios más bajos producen otros efectos: por un lado, las empresas tienen más beneficios y más poder, lo que les permite imponer condiciones más favorables en sus relaciones con los trabajadores. Por otro, tienen un efecto paradójico y perverso. Si una empresa logra salarios más bajos, reduce sus costes y puede obtener más beneficios. Pero si eso lo hacen todas las empresas (como ha ocurrido en los últimos años) lo que sucede es que disminuye la demanda potencial total que hay en los mercados puesto que ésta depende en gran medida de la capacidad de compra de los trabajadores. El propio Henry Ford lo decía: «todos los capitalistas del mundo somos insuficientes para comprar todas las mercancías que producimos».
 Esto es lo que ha hecho que bajo el neoliberalismo de los últimos años el crecimiento potencial de las economías haya sido tan bajo y que se haya creado mucho menos empleo y más precario.
 Los economistas que defienden la tesis de que hay que moderar los salarios para crear empleo parten de un presupuesto erróneo: consideran a los salarios solo como un coste cuando en realidad son también una componente de la demanda y un factor decisivo de la productividad (por eso cuando más bajos son las economías suelen ser también menos productivas, menos competitivas y más empobrecidas e empobrecedoras).  
 Pero no se trata de un simple error teórico: da la casualidad de que ese «olvido» es lo que permite divulgar como científica una tesis que solo beneficia al capital. 
 La paradoja es que los capitalistas podrían ganar más dinero si pagaran salarios más elevados a sus trabajadores porque de esa forma tendría a su disposición mercados más amplios (basta con comprobar la parte tan grande la humanidad que está fuera del mercado de bienes y servicios) pero si lo hicieran perderían poder. Y sin poder en manos de los empresarios lo que estaría en peligro no sería el beneficio sino el propio capitalismo y los privilegios de los capitalistas y de quienes de viven de ellos y a su servicio. 
 Es por esa misma razón que tampoco les conviene que haya pleno empleo aunque con éste pudieran ganar más: porque con empleo asegurado los trabajadores tienen más poder y pueden poner en cuestión la jerarquía y la injusticia de base sobre la que se sostiene el capitalismo. 
 Y también por eso ha estado de moda decir en los últimos años que para crear empleo lo que hay que hacer es flexibilizar las relaciones laborales. Lo que tampoco es verdad: quieren flexibilizarlas también para tener más poder, pero no porque sea necesario para obtener más beneficio o para ser más competitivos.
 Lo acaba de decir muy claro uno de los mejores conocedores de los mercados laborales, el Premio Nobel de Economía Robert Solow: «España necesita tecnología, no flexibilidad laboral».
 Los empresarios saben muy bien todo esto. Saben que lo que de verdad necesitan es poder y es por eso que se han cuidado, sobre todo, de quitárselo a los trabajadores, por ejemplo, consiguiendo domesticar a muchos sindicatos. 
 Y es también por todo ello que el neoliberalismo esté coincidiendo con una pérdida paulatina de pulsión democrática en todas nuestras sociedades.
 
Lo que indica que lo que habría que hacer es crear las condiciones para que los trabajadores tengan más poder y evitar que se concentre cada vez más en manos del capital. 

 

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