En el número de esta quincena de ECCUS publico el siguiente comentario con el título Cerrar la universidad.
El anuncio de que la Universidad Complutense de Madrid va a cerrar la universidad durante los días de Navidad por falta de fondos me ha sobrecogido.
Para los universitarios que vivimos el franquismo, «cerrar la universidad» es una expresión de connotaciones represivas. Se hacía para frenar las movilizaciones y evitar que los universitarios se sumaran a la lucha contra la dictadura. Y, precisamente por ello, cuando eso sucedía la apertura de las aulas pasaba a ser una reivindicación central de la lucha por la democracia y la libertad.
Ya sé que ahora es por motivos distintos pero una universidad cerrada me suena siempre a una libertad fracasada, a democracia incompleta.
Cerrar a cal y canto la universidad me parece algo inconcebible. ¿Cómo mantener cerrados los laboritarios, los experimentods que han de vigilarse constantemente? Y más aún, cerrar la universidad ¿no es como cerrar las puertas de la inteligencia? ¿no es un síntoma innegable de que a la sociedad, o al menos a los gobiernos que la provocan, les importa un rábano lo que ocurra en su seno?
El hecho de que ahora no se cierre por motivos políticos no creo que alivie la gravedad del hecho. Mantener a las universidades exhaustas presupuestariamente hablando es una forma más de reprimir la libertad porque una sociedad a la que se le niegan los recursos para hacerse cada vez más inteligente, culta y empoderada es una sociedad reprimida y condebada al fracaso, al empobrecimiento y a la sumisión.
Lo que están haciendo especialmente los gobiernos de la derecha con la universidad pública es indigno, una verdadera vergüenza. Se les llena la boca de palabra patrióticas y luego descapitalizan la enseñanza pública que es a la única a la que pueden acceder la mayoría de los españoles, hablan mucho de España pero luego dejan a sus ciudadanos más necesitados en la estacada.
La perversión es que no limitan los presupuestos públicos de la enseñanza universitaria, o dificultan su gestión retrasando los pagos y poniendo mil dificultades, sino que al mismo tiempo que lo hacen refuerzan su apoyo a las elitistas universidades privadas, en donde acuden los hijos de los privilegiados pagando matrículas mucho más elevadas. Y lo peor es que lo hacen bajo cuerda, sin deliberación social que establezca claramente las preferencias de los ciudadanos; lo hacen a hurtadillas, disimulando y mientras en público lanzan otro discurso embaucador.
No nos equivoquemos. Obligar a que la Complutense cierre por falta de financiación, aunque ahora sea solo por unos días, es como firmar la sentencia de muerte retardada de la universidad pública. Deberíamos impedirlo.
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