El presidente de Ucrania Victor Yushchenko firmó una ley aprobada por el Parlamento que subía al salario mínimo para hacer frente a la crisis. El Primer Ministro liberal se oponía pero no pudo lograr que se retirase. Sin embargo, el Fondo Monterio Internacional inmediatamente suspendió el cuarto desembolso de su programa ‘stand-by’ de 16.4000 millones de dólares.
En Letonia el Fondo Monetario y la UE impusieron un recorte presupuestario de 1.000 millones de dólares que va a provocar cierre de escuela y hospitales y la reducción de las ayudas a la maternidad, de los salarios y las pensiones.
En Rumania también presiona el Fondo para que el nuevo gobierno lleve a cabo un recorte de empleo público que se estima afectará a 100.000 personas.
En Islandia, el Fondo Monetario Internacional no prestó ayuda hasta que el gobierno no se comprometió a compensar a los inversores británicos y holandeses por la quiebra de un banco islandés.
¿No decían que la democracia es el gobierno del pueblo? ¿No habíamos quedado en que es en los parlamentos donde reside su representación soberana y que los ejecutivos elegidos por él son los que pueden y deben tomar legítimamente las decisiones de gobierno? ¿Cómo calificar entonces lo que sucede en la realidad, cuando los organismos internacionales al servicio de las grandes potencias y éstas mismas imponen a los demás países las políticas que más les convienen a ellos y a las grandes corporaciones? ¿por qué no hablamos claro y decimos con todas las letras que esto no es democracia sino que vivimos en una dictadura del dinero y del capital?
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