Publicado el 28 de noviembre de 2025 en lavozdelsur.es
Ahora que ha empezado a difundirse mi nuevo libro Cómo sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra (por cierto, del que ya está en imprenta una segunda edición), comienzo a recibir comentarios y críticas que son naturalmente muy bienvenidas, sea cual sea su enfoque y contenido.
Una de las cuestiones que más a menudo me han planteado es si no exagero cuando, en el primer capítulo, afirmo que la economía convencional y dominante, la que se basa en el desarrollo más o menos fiele del llamado modelo neoclásico, es un fraude intelectual. Y, en concreto, que es la mayor de la historia.
Sobre ese asunto me ratifico en mi opinión y no creo que exagere en ninguna de esas dos apreciaciones.
En realidad, considerar que la economía dominante es un fraude no es una idea original mía. Lo han afirmado antes que yo y textualmente otros economistas de prestigio; y muchos más con otras palabras.
Quizá el más conocido, porque era un economista con grandes dotes para la divulgación, fue John Kenneth Galbraith. Además de catedrático en las universidades de Harvard y Princeton, en Estados Unidos, fue embajador de este país en la India durante la presidencia de John F. Kennedy. Su último libro se tituló La economía del fraude inocente. En él señalaba los campos en los que se producía el fraude y las razones por las que lo era, aunque pensaba que, como dice el título, era un fraude no consciente o deliberado de los economistas que defienden las tesis neoclásicas y liberales derivadas de ellas.
También ha utilizado explícitamente la palabra fraude Paul Romer, empresario, economista jefe y vicepresidente senior del Banco Mundial y galardonado en 2018 con Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. Y otros y otras economistas como Gunnar Myrdal, Joan Robinson, Hyman Minsky, Karl Polanyi, Nicholas Georgescu-Roegen, Amartya Sen, Joseph Stiglitz, Ha-Joon Chang, Elinor Ostrom… e incluso algunas liberales, como Deidre McCloskey («La mayor parte de lo que aparece en las mejores revistas de economía es basura no científica»), por citar sólo unos pocos testimonios, lo han puesto de relieve». En 1919, Thorstein Veblen ya denunció que «los economistas, por regla general, han abordado los fenómenos económicos en términos de un mundo imaginario». Y Robert Skidelsky, conservador y Lord de la Cámara Alta británica, también ha sido muy explícito al respecto. En 2009 escribió: «Los economistas son con demasiada frecuencia como teólogos: construyen modelos de cómo el mundo debería funcionar y luego niegan la evidencia de cómo realmente funciona». Un año más tarde afirmaba: «la macroeconomía moderna es un monumental desperdicio de tiempo». Y también que los modelos que se usaban hacían que la macroeconomía dominante «no sea una ciencia, sino un juego de salón».
En cualquier caso, lo relevante no es qué cantidad de economistas de prestigio han considerado que el saber económico dominante es un fraude. Hay que ir a los hechos y creo que estos son irrefutables. Como muestro en este último libro, los modelos y teorías de donde se deducen las proposiciones de política económica que aplican los gobiernos y grandes organismos internacionales no son realistas, y se formulan sin tomar en consideración elementos esenciales y determinantes de la vida económica, como el dinero, la deuda y las finanzas, o la energía. Es como si los médicos trataran de curar enfermos sin tomar en cuenta lo que ocurre en el corazón, los pulmones, el hígado o en cualquier otro órgano fundamental para la vida. La economía dominante sostiene como ciertas proposiciones que no tiene respaldo empírico alguno y presenta como «leyes» lo que nadie ha podido ver en la realidad y que ha sido refutado matemáticamente desde hace más de un siglo. Nadie podrá encontrar en ningún libro o investigación científica alguna una función de demanda de mercado real. Es imposible obtenerla, como tampoco es posible que cualquier función de oferta sea creciente y así se pueda determinar un precio de equilibrio. Y, sin embargo, se habla de la ley de la oferta y la demanda y se frenan políticas económicas asegurando que la violan. Es como si la NASA quisiera poner un cohete en la Luna a partir de la física prenewtoniana, sin tener en cuenta que existe la gravedad, o creyendo que la tierra gira en torno al Sol.
Es un fraude mostrar como científico un saber cuya falsedad está demostrada matemática y empíricamente desde más de un siglo. Y quizá no haya mejor prueba de ello que los constantes errores de predicción de quienes hacen afirmaciones y proponen políticas económicas a partir de las tesis del modelo neoclásico.
El Fondo Monetario Internacional, donde supuestamente están los mejores economistas del mundo, los mejor pagados, quienes tienen más y mejores medios de análisis, sólo acertó en un 6,1 por ciento de los 3.200 pronósticos que hizo de 1999 a 2029. ¿Se considerarían en serio, como científicas, las aseveraciones de un químico o físico que se cumplieran tan sólo con ese grado de acierto?
La economía dominante es un fraude, aunque es cierto que nadie puede saber si es o no inocente, como aseguraba Galbraith. Desconocemos las intenciones o lo que hay dentro de los economistas que la defienden. Aunque, estando las bibliotecas llenas de pruebas que muestran, desde hace más de un siglo como he dicho, las falsedades del saber convencional, cuesta mucho creer que sea un fraude que se lleve a cabo sin intención. Sobre todo, cuando también sabemos a ciencia cierta que su aplicación práctica tiene consecuencias muy evidentes: la progresiva concentración de la riqueza y el poder en pocas manos.
Uno de los primeros grandes defensores de este fraude, John B. Clark (en cuyo recuerdo significativamente se da el principal galardón de la American Economic Association, considerado el segundo más prestigioso del mundo) lo reconoció claramente. Él fue quien por primera vez formuló que el salario es la retribución objetiva que recibe el trabajador en función de su contribución al valor de la producción que ayuda a crear. La tesis se demostró enseguida que es irreal e inconsistente matemáticamente, pero el propio Clark explicó ya en 1899 por qué era necesario mantenerla y por qué se sigue defendiendo. Transcribo literalmente lo que dijo, aunque sea un poco extenso porque vale la pena saberlo: «El bienestar de las clases trabajadoras depende de si obtienen mucho o poco; pero su actitud hacia las demás clases, y por lo tanto, la estabilidad del estado social, depende principalmente de la cuestión de si la cantidad que obtienen, ya sea grande o pequeña, es lo que producen. Si crean una pequeña cantidad de la parte de la riqueza creada y la obtienen en su totalidad, no pueden buscar la crítica de revolucionar la sociedad; pero si resultara que producen una cantidad abundante y obtienen solo una parte, muchos de ellos se convertirían en revolucionarios, y todos tendrían derecho a hacerlo. La acusación que pesa sobre la sociedad es la de «explotar el trabajo». Se dice que «a los trabajadores se les roba regularmente lo que producen. Esto se hace dentro de las formas de la ley y por el funcionamiento natural de la competencia». Si se comprobara esta acusación, todo hombre sensato debería convertirse en socialista; y su celo por transformar el sistema industrial mediría y expresaría su sentido de la justicia».
Con todo esto me parece que ocurre como con eso que es blanco, lo da una vaca y se distribuye en botellas en tetrabrik. Yo creo que debe ser leche, y también me parece que el fraude que se comete con la economía dominante no es muy inocente.
Reconozco, para terminar, que no es fácil demostrar fehacientemente que el fraude de la economía convencional es el más grande de la historia. Acepto la puesta en duda y cambiaré con gusto de opinión si alguien me muestra uno mayor.
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11 comentarios
Estando de acuerdo con lo expuesto, quiero referirme a su aplicación política comentando el último párrafo de su cita de Clark.
Hoy todo hombre sensato huye del socialismo precisamente por que el celo socialista por transformar el sistema industrial murió con el cambio de siglo y en consecuencia el sentido de la justicia en el socialismo español es cero.
Y a las pruebas me remito, valga como ejemplo las opiniones actuales de socialistas de toda la vida como Joaquín Sabina i Víctor Manuel.
Y en un plano más serio y profundo, el ejemplo que usted mismo dió con la velocidad con la que se separó de esos socialistas conservadores que crearon Podemos.
La lucha del Movimiento Obrero ha sido sustituida por cosas como el feminismo institucional, tan revolucionario que hasta Ana Patricia Botín se permitió publicar su «Yo también soy Feminista» en el periódico de su propiedad mientras ese año el Banco Santander despidió a 14.000 trabajadores, de ellos 7.000 mujeres.
Lo relevante, hoy, sería la contestación a la famosa pregunta, parafraseada, ¿Socialismo? ¿Para qué?
Posiblemente la respuesta sería la contraria a la que propone Clark.
La emancipación de los humildes pasa por un sentimiento, razón y hechos basados en la Solidaridad. Hoy solo tenemos Cerdanes y el resto de la Banda del Peugeot.
Por ello, la revolución vendrá de los humildes del otro lado del Mare Nostrum.
En relación con los mayores fraudes de la humanidad:
A lo largo de la historia, pocas instituciones han acumulado tanta influencia económica, social y simbólica como las religiones organizadas. Desde una perspectiva materialista y económica, su principal aportación no ha sido la producción de riqueza tangible, sino la construcción de un sistema de creencias que, a cambio de obediencia y recursos, promete beneficios cuya verificación resulta imposible en vida. Esta asimetría entre lo que la religión exige y lo que realmente puede garantizar es lo que ha llevado a numerosos pensadores —desde Marx hasta Dawkins, pasando por Sampedro— a describirlas como la forma más eficaz de captura de valor sin creación de valor. En este sentido, la religión puede entenderse como el mayor fraude de la humanidad: un mecanismo de extracción continua de recursos basado en bienes intangibles imposibles de auditar.
Históricamente, el poder religioso ha operado como un actor económico privilegiado, acumulando patrimonio, tierras, tributos y mano de obra bajo la promesa de salvación. A diferencia del mercado, donde el intercambio exige contraprestaciones medibles, o del Estado, que redistribuye recursos a través de servicios observables, la religión ofrece un producto cuya existencia no puede ser demostrada ni negada. No es un contrato entre partes simétricas: es un acuerdo en el que una parte paga ahora y la otra no tiene obligación verificable de cumplir. Es, en términos modernos, un activo con rentabilidad infinita para el emisor y riesgo total para el comprador.
Esa dinámica ha moldeado durante siglos la economía política de numerosas sociedades. La religión ha legitimado sistemas de dominación, ha frenado reformas que cuestionaban privilegios económicos y ha actuado como un estabilizador social basado en la sumisión. Incluso hoy, cuando muchas economías avanzadas han separado parcialmente Iglesia y Estado, subsisten mecanismos de financiación pública, exenciones fiscales y transferencias encubiertas hacia instituciones cuya actividad real no se somete a los mismos estándares de transparencia ni de eficiencia que el resto de actores económicos.
Desde la perspectiva del análisis coste-beneficio, el balance es especialmente revelador. El coste es tangible: recursos financieros, tiempo productivo, decisiones económicas condicionadas, e incluso la legitimación de estructuras de poder que retrasan el progreso científico y social. El beneficio, por el contrario, se sitúa en el terreno de las emociones, la identidad o la esperanza —todos ellos elementos respetables, pero difícilmente cuantificables y con claros sustitutos laicos. Un sistema que exige sacrificios materiales a cambio de recompensas metafísicas se parece más a un esquema de incentivos diseñado para perpetuar la autoridad que a una institución orientada al bienestar público.
Calificar la religión como “el mayor fraude de la humanidad” no implica negar su impacto cultural, ni su papel histórico en la cohesión social. Significa, más bien, evidenciar que su poder se ha construido sobre una propuesta económica extraordinariamente ventajosa para la institución religiosa y extraordinariamente incierta para el creyente.
En una era que exige transparencia, racionalidad económica y rendición de cuentas, quizá haya llegado el momento de someter a las religiones al mismo análisis crítico al que se somete a cualquier otra estructura de poder que gestione recursos y afecte a la vida de millones de personas.
Un saludo
Mariano Blanco (Economista)
Tomo nota. Saludos
La verdadera revolución, es cambiar el dinero de cajón.
La verdadera inteligencia es cooperar en lugar de competir.
La verdadera emancipación es volverse consumidor en lugar de consumista.
Lástima que el ser humano no sea más que lo que es.
¡Ah! Profesor, como siempre mil gracias por las patadas que le da al «sombrajo cientifico» de esos petulantes, hijos de su madre, que tratan de hacernos creer que lo blanco es negro, que las vacas vuelan y que el socialismo democrático «no nos conviene»
Viva la inteligencia, el sentido común y la gente que usa su saber para abrirnos los ojos en lugar de cerrarnoslos.
Estimado Profesor. Todo el contenido de este artículo confirma mi convicción de que la Economía no es una ciencia, no es capaz de formular leyes científicas, o sea enunciados que describen relaciones constantes entre dos o más variables, como producto de un gran número de observaciones experimentales que los demuestran; se expresa mediante una ecuación matemática y predice o explica ciertos aspectos del mundo bajo condiciones específicas. Como mucho, la Economía hace análisis y da explicaciones coyunturales a fenómenos temporales; casi nunca llega a la esencia de esos fenómenos y nunca construye sus sistemas de causalidad, con todos sus componentes.
Los filósofos y los historiadores, que no los economistas, han formulado enunciados económicos válidos universalmente, pero no leyes. Dos de los principales son: NO HAY FORTUNA SIN EXPOLIO, y LA OFERTA ES PRODUCIDA POR LA DEMANDA. Este segundo pone en evidencia las tremendas hipocresías de la sociedad, una de ellas es el combate al narcotráfico, que lleva al mayor mentiroso de la historia a asesinar gente en el Mar Caribe mientras fortalece una economía que genera demandantes de drogas entre sus multimillonarios y sus desempleados. La otra gran hipocresía es perseguir, encarcelar y extorsionar a las trabajadoras sexuales (la oferta) en lugar de aplicar el escalpelo a los demandantes de sus servicios.
Las únicas ciencias que -hasta el momento- ha producido el ser humano son la Física, la Química y la Biología.
Saludos cordiales Profesor.
Muchas gracias por su comentario y por abrir los ojos a los «legos» económicos. Claro y útil.
Miedo da cómo algunas palabras -Libertad, Solidaridad- están siendo usadas por algunas organizaciones y medios. Usan la palabra, conscientemente, como etiqueta de políticas contrarias a su significado. En política, entre otras cosas, Solidaridad creo que es:
Educación pública de calidad accesible a todos; pensiones públicas dignas, sanidad pública y universal de calidad, acogida e integración de emigrantes, ayudas sociales para personas que quedan descolgadas del sistema, financiación de estas políticas con una fiscalidad realmente progresiva.
Estas políticas son precisamente las propias de la socialdemocracia. La utilización de la etiqueta solidaridad por sectores conservadores que promueven la privatización, atacan a los emigrantes y bajan impuestos, es una manipulación inmoral.
La Economia no existe es sólo un constructo ideológico. Lo que existe es el DINERO.
Ojala dispusiera de mas tiempo para participar en estas discusiones . A mi me parece que se esta haciendo una gran labor .Dentro de mis posibilidades quisiera indicar un par de puntos que pueden ayudar en las reflexiones . Como decia no puedo exponer de manera mas didactica
Lacan era un psicoanalista muy importante y con un recorrido muy amplio que no siempre estaba en el mismo punto pero creo que se puede aislar una de sus proposiciones y que nos sea util . En un determinado momento estuvo rondando una idea que finalmente se podria expresar asi
El estatuto del inconsciente ( el esta hablando de su campo ) el estatuto del inconsciente decia no es ontico sino ético .
Con las debidas precauciones esto se podria aplicar a la economia diciendo que en su nucleo no es una disciplina ontica sino etica . Por supuesto que necesita acumular saber pero el fondo de la cuestión es que estaria al servicio de la ciudadania no de las clases pudientes . Por lo tanto , estado de bienestar , convivencia y no violencia , redistribución de los recursos hacia los que lo necesitan . Creacion y sostenimiento de una buena sociedad .
Hay otro tema el , segundo . Me da la impresión de que se esta pidiendo a la teoria economica que tenga capacidad de predicción . Asi Milton Friedman , un hombre persuasivo , decia que no importa de donde procedan las teorias , ni lo fantasiosas que puedan parecer , sino que lo que importa es su capacidad de predecir . Aqui estaria en una resonancia parcial con un gran filososfo de la ciencia como era Karl Popper .
El problema , a mi me parece , es que se esta pidiendo demasdiado . Las disciplinas como la economia no pueden predecir con aplomo y serenidad . Quizas algunas veces acierten . Pero por ahora lo unico que pueden hacer es un analisis » apres coup» la palabra francesa lo dice mejor . Analizar los hechos con posterioridad lo mejor que se pueda y esperar que los analisis puedan servir para la proxima vez .
Saludos
«El Fondo Monetario Internacional, donde supuestamente están los mejores economistas del mundo, los mejor pagados, quienes tienen más y mejores medios de análisis, sólo acertó en un 6,1 por ciento de los 3.200 pronósticos que hizo de 1999 a 2029.»
Pregunta es 2029 o 2020?
2019. Es un error