Quedan diez minutos para que empiece las clases de un nuevo curso. Una vez más, por muchos que sean los años que llevo dando clase, siento una especie de miedo escénico, un ligero pellizco en el estómago segundos antes de entrar en el aula. Siento respeto.
Una vez más veré las caras de gente joven expectante y un año más me enfrentaré a la tarea que me fascina de hacerme cómplice de mis alumnos y alumnas para enseñarles economía y también a ser mejores personas y buenos ciudadanos. Trataré de hacerlo con humildad y con cariño, tratando de pasármelo bien y de que ellos también rían y disfruten con las clases y estudiando. Y una vez más comprobaré, si todo sale como debe salir y como va a salir a lo largo del curso, que no es verdad que los jóvenes sean pasotas, que no les interese nada y que les dé todo igual. Al revés, como otros años serán ellos los que me transmitan a mí más ilusión y esperanza cuando los mire a los ojos y comrpuebe que van sabiendo más cada día que pase. El problema no está en los jóvenes sino en el mundo que le hemos dejado los mayores.
Dedicaré mi clase de hoy a explicarle qué haremos durante el curso y a introducirlos brevemente en el mundo de la economía. La terminaré, como otros años, con esta frase de A. G. Pigou:
«Yo agregaría una palabra para algún estudiante que esté iniciando el estudio de la economía y pudiera estar desalentado por la severidad del esfuerzo que el estudio… parece exigirle. Los complicados análisis que los economistas intentan llevar a cabo no son meramente una gimnasia, son instrumentos para el mejoramiento de la vida humana. La miseria y la asquerosidad que nos rodea, el lujo insultante de algunas familias ricas, la terrible incertidumbre que ensombrece a muchas familias pobres… éstos son males demasiado evidentes para ignorarlos.
Es posible que mediante el conocimiento que busca nuestra ciencia ellos puedan ser moderados. ¡De las tinieblas sale la luz! Su búsqueda es la tarea, encontrarla es el precio que la “lúgubre ciencia” de la Economía ofrece a aquellos que se enfrentan a su disciplina.»
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