Publicado en Sistema Digital el 15 de marzo de 2013
Mientras que las autoridades europeas se empeñan en actuar afirmando que no hay más alternativa que la austeridad y el fundamentalismo que nos ha llevado a una segunda recesión, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha demostrado que eso es completamente falso, poniendo en marcha un amplio incremento del gasto público (a pesar de que la deuda pública de Japón es de 220% del producto interno bruto) y haciendo que el banco central lo financie.
Comenzó, cuando era solo candidato, pidiendo al Banco Central del Japón «humildad para ayudar al país» y ha terminado llevando a cabo una auténtica intervención para obligarle a realizar una política monetaria que ayude a levantar la economía y a recuperar la actividad y el empleo, en lugar de seguir condenándola a la depresión en aras de mantener la estabilidad de los precios.
Abe ha obligado al banco central japonés a que revise el objetivo de inflación, a que compre masivamente deuda pública y a que inyecte mucha más liquidez en la economía.
Se trata de un paso importante porque de esa manera se rompen varios de los mitos neoliberales que se vienen manteniendo para hacer que la política económica, y en particular la monetaria, se hayan podido convertir en un mero instrumento de ayuda a la banca privada.
Es cierto que el Banco Central de Japón (BCJ) había venido inyectando grandes cantidades de dinero, como ha hecho el europeo, para hacer frente a la crisis. Pero lo ha hecho en una medida bastante escasa (en términos relativos, casi la mitad que la Reserva Federal, por ejemplo) y de manera que solo ha favorecido a la banca privada.
Al igual que en Estados Unidos y en Europa, el dinero que el BCJ ha ido creando ha sido puesto a disposición de los bancos privados, pero éstos lo han utilizado en la mayor medida para «limpiar» sus balances de activos tóxicos y no para volver a financiar a la economía. Y lo que ahora pretende el gobierno japonés es obligarle a que sirva para financiar al gobierno y a las empresas.
La injerencia, porque así hay que calificar la actuación del primer ministro japonés en el Banco Central, rompe también la idea de que éste debe ser una institución independiente y completamente ajena a la problemática de la política económica y de la situación general del país, para centrarse solo en luchar contra la inflación.
Detrás de ese principio lo que de verdad hay es un apoyo constante de los bancos centrales a los propietarios del capital financiero a costa de crear burbujas y de llevar a cabo una política monetaria que solo aparentemente controlaba con disciplina la cantidad de dinero en circulación.
Esto último es así porque mientras que los bancos centrales mantenían tipos de interés elevados o restringían la cantidad de dinero que ellos creaban (que más o menos es el 5% del total), no hacían nada para evitar que creciera el dinero que crean los bancos (el 95%), de modo que lo único que han conseguido ha sido facilitar que se multiplique el beneficio bancario permitiendo y alentando un incremento gigantesco de la deuda (que es el procedimiento por el que se crea el dinero bancario) que ha terminado siendo fatal para la economía.
Lo que ha hecho el primer ministro japonés es nada más y nada menos que poner al Banco Central Europeo del Japón al servicio de los intereses nacionales y de la recuperación económica que precisa su país. Lo que hacen las autoridades europeas es permitir que una institución pública actúe simplemente como un instrumento más de los intereses bancarios privados.
La cuestión no es un mero capricho. Ni siquiera una simple exigencia elemental de la democracia, que carece de sentido cuando el manejo del dinero, del que depende al fin y al cabo el bienestar de la sociedad, le está vedado a los poderes representativos. Se trata de poder poner orden en la economía y resolver los problemas más acuciantes que le afectan. Si los bancos centrales independientes hubieran sido capaces de evitar las crisis, de sacarnos de la actual, de evitar la quiebra de cientos de miles de empresas y la destrucción de millones de empleos, si hubieran controlado el aumento terrible de la deuda y los fraudes y estafas bancarias que han arruinado a millones de personas, todavía se podría pensar que su independencia es el precio que conviene pagar para que las cosas vayan bien. Pero es que lo que ha sucedido es lo contrario. La independencia de los bancos centrales solo ha sido la carta blanca para que estos hayan actuado en plena complicidad con la banca privada que ha provocado la crisis y cometido todos esos desmanes.
El cambio del estatuto que los rige es una exigencia fundamental si de verdad queremos empezar a salir de la situación en la que estamos. Y no solo eso. Es fundamental que se investigue su actuación, que se depuren responsabilidades, que se castigue su pasividad y su connivencia con quienes han provocado el daño que estamos sufriendo.
La actuación del gobierno japonés muestra, en definitiva, que es una gran mentira que no haya alternativas como dicen siempre las autoridades europeas. Las hay y solo basta tener dignidad y anteponer los intereses nacionales a los de la banca para ponerlas en marcha.
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6 comentarios
Estimado profesor, cuando dice: «Lo que ha hecho el primer ministro japonés es nada más y nada menos que poner al Banco Central Europeo al servicio de los intereses nacionales […]», ¿se refiere al Banco Central de Japón, o lo presenta como un ejemplo para explicar lo que supondría hacerlo en la Unión Europea con el BCE? En mi opinión, creo que puede dar lugar a la confusión. Por otro lado, exponer el ejemplo japonés me parece acertado en esta ocasión, puesto que no se puede tildar ni de demagogia, ni de conspiración. Se puede decir que el Gobierno de Japón, del conservador Partido Liberal Democrático, tiene dignidad, no se llena la boca de nación únicamente para su mercantilización. Ojalá pudiésemos decir lo mismo de otros. Gracias por compartir. Saludos cordiales.
Como señala Juan, los bancos centrales independientes no han servido para poner en orden la economía financiera sino todo lo contrario. Ello debería provocar al menos que se abriera una investigación y que se depuraran responsabilidades ya que independencia no equivale a impunidad si se ha actuado de forma dolosa. El caso japonés parece demostrar que el control democrático de la política financiera es indiscutiblemente mejor, pero no podemos olvidar los numerosos y graves casos de crisis financieras en esta clase de modelos. En Japón también han ocurrido crisis y la que padecemos actualmente se originó en Estados Unidos. Yo diría que el problema de la independencia es mucho más profundo, hasta el punto de afectar al poder político que sale de las urnas. De poco sirve que el Banco Central Europeo o el Banco de España sea dependiente si los representantes políticos que deben decidir la política monetaria son independientes de sus electores e independientes de la Constitución y del ordenamiento jurídico en su conjunto, siendo este el problema principal hasta el punto de que ha convertido a los estados modernos en estados fallidos.
La causa inmediata y fundamental de que los representantes políticos sean en la práctica independientes de sus electores es el carácter no vinculante de los programas electorales y la absoluta irresponsabilidad de aquellos. Parece mentira que a estas alturas, tras varios siglos de rodaje del derecho constitucional moderno, sigamos anclados en la teoría del mandato representativo, como si en el mundo del derecho no existieran figuras con un mayor grado de vinculación y responsabilidad entre representantes y representados, como es el contrato de mandato. El que esta sea una figura de derecho privado no le resta credibilidad sino todo lo contrario, debido a los poderes especiales que tienen los representantes en derecho constitucional (legislativo, ejecutivo y presupuestario). Para el cumplimiento de los compromisos electorales, solo se requiere capacidad económica y capacidad jurídica. En ambas, los políticos andan sobrados respecto al resto de mortales ¿Por qué un ciudadano cualquiera debe cumplir las instrucciones de otros ciudadanos y debe asumir responsabilidades en el contrato de mandato mientras que en la representación política, donde el programa electoral equivale a la oferta contractual en los contratos de adhesión, los representantes pueden comportarse como tiranos?
Sin embargo, no acaba aquí el problema de la independencia en política. Antes me he referido a la causa inmediata de que los políticos actúen independientemente en relación con su electores, pero hay otras causas destacables, como es la independencia de los medios de comunicación que todos los días del año, las 24 horas del día, construyen el imaginario colectivo y la psicología de masas a través de la creación de opinión pública. Si estamos de acuerdo en que la institución que decide la política monetaria de un país no debería ser independiente de las instituciones democráticas, más todavía deberíamos estar en que las instituciones encargadas de construir el imaginario colectivo y la psicología de masas dependieran del poder político democrático. Y la razón de fondo es la misma en los dos casos: la presunta independencia no es tal ni representa a la mayoría sino que tanto los bancos centrales como los medios de comunicación son totalmente dependientes de la minoritaria clase dominante. Somos los de abajo, la inmensa mayoría de los ciudadanos, quienes únicamente percibimos la independencia, una brutal independencia de nuestros intereses como solo tu mayor enemigo es capaz de mostrarte.
La independencia que más nos debería preocupar a la mayoría de ciudadanos es la de los grandes medios de comunicación, que tiene su correlato en la profunda dependencia de la minoría privilegiada. Contrariamente a lo que dan a entender, los grandes medios de comunicación deberían ser dependientes de las mayorías, de los derechos humanos universales y del interés general, algo que no percibimos por su indecente dependencia de la ganancia empresarial. A un banco central independiente le resultaría imposible poner en práctica una política monetaria contra los intereses de las mayorías si los grandes medios de comunicación estuvieran al servicio de estas. Sin embargo, estos dedican buena parte de su tiempo a construir las coartadas en cuadrifonía goebbelsiana que necesita el poder económico con principios generales como el de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades o el de que la deuda pública es el problema. Ahora resulta que el maquiavélico endeudamiento de los españoles, como consecuencia de la malversación de fondos privados de los ahorradores, utilizados como reclamo en la mayor estafa de la historia de este país, por la que se hizo creer a mucha gente que adquirir una vivienda sobrevalorada era una inversión segura y de altísima rentabilidad, tiene como explicación única que nos gusta vivir por encima de nuestras posibilidades. Y si los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ¿no será por que otros hicieron un uso indebido del dinero ajeno para enriquecerse prestándolo a quién no podía garantizar su devolución para invertirlo en un bien sobrevalorado y de alto riesgo, sin importarles que ello acabara convirtiéndose en la mayor estafa de esta nación? Con malas prácticas bancarias y sin frenos de emergencia por parte de las instituciones financieras fue que se generó la mayor deuda privada de la historia, que ahora es imposible devolver y que está acarreando graves consecuencias a toda la sociedad y que se ha convertido en la coartada perfecta para que, además de la socialización de las pérdidas privadas, se produzca la privatización de los beneficios y derechos públicos. Lo más dramático y criminal de estas políticas y de este imaginario colectivo es que son un puñado de grandes corporaciones las que lo han organizado y las que se van a lucrar gracias al control que tienen sobre los grandes medios de persuasión.
«Lo que ha hecho el primer ministro japonés es nada más y nada menos que poner al Banco Central Europeo al servicio de los intereses nacionales ….» Bravo por el primer ministro japonés!
Pero Japon puede imprimir los yenes en funcion de su economía.
Pero Japon tiene inmensa reservas en dolares y por eso se le
permite hacerlo.
Pero Europa, aunque tiene la moneda común, todos no comen
en el mismo plato.
Pero el euro se creo como se creo para que los paises tuvieran
las manos atadas y tuvieran que exprimir sus pueblos.
Pero en fin, el yen es una moneda fuerte y el famosisimo euro
solo una caricatura de una moneda fuerte.
Totalmente en desacuerdo, el tiempo pondrá a cada cual en su lugar, pero en mi opinión Japón está al borde del abismo, mucho peor que la Unión Europea. No les quedaba otra. Por suerte nosotros estamos en Europa, y aunque les pese, Alemania está ayudando.
Es que yo alucino, por lo que parece nadie está informado, que llevan varios años devaluando la moneda, con lo que todo esto implica, a nivel salarial y de poder adquisitivo. Me parece que poner de ejemplo a Japón es un auténtico desacierto.