Publicado en Público.es el 15 de agosto de 2013.
Los medios de comunicación coinciden en afirmar que los últimos datos de EUROSTAT indican que Europa sale de la recesión y que su economía se recupera por fin, dado que las estadísticas registran un crecimiento positivo del PIB del 0,3% en la zona euro durante el segundo trimestre del año.
Es evidente que el hecho de que se haya producido este registro positivo en la evolución de la tasa de actividad es mejor que uno negativo, pero de ahí a creer que la economía europea se recupera al fin y que volverá a una senda de efectiva mayor actividad y empleo, me parece que hay una considerable distancia.
A vuela pluma, me parece que hay que tener en cuenta algunas consideraciones que quizá permitan contemplar el futuro sin menos optimismo del que se ha difundido.
En primer lugar hay que señalar que la variable que se toma como referencia para afirmar que se sale de la recesión es el PIB, que es una magnitud muy bruta y que puede dar lugar a grandes equívocos. El PIB aumenta por razones muy diversas, además naturalmente de por las estacionales que pueden engañar, pues en cuanto desaparecen puede volver a empeorar. Por tanto, una cosa es que aumente el PIB y otra que realmente se esté produciendo una mejora de la condición real de las economías. Para saber si es así o no hay que analizar qué aumenta y por qué lo está haciendo. Y, particularmente, hay que evaluar si esa mejora viene acompañada de más empleo, la naturaleza del que se crea y a quién están yendo los ingresos que genera ese mayor crecimiento.
Los datos que vamos conociendo en los últimos trimestres, y que posiblemente se confirmarán en este segundo de supuesta recuperación, indican que la actividad que se crea está muy segmentada, vinculada a sectores muy concretos, que no lleva consigo apenas creación de empleo y que el que se genera es muy precario, casi indecente por seguir la terminología de la Organización del Trabajo, lo que hace que los ingresos que genera no ayuden a que se recupere sustancialmente el consumo ni la inversión que pueda permitir que se modifique la base estructural de la economía.
En segundo lugar, es evidente también que se trata de un incremento de la actividad muy pequeño. Sirve formalmente para poder decir que se sale de la recesión (al ser positivo) pero es tan reducido que perfectamente puede responder a la habitual manipulación más o menos sutil que los servicios de estadística pueden llevar y llevan a cabo habitualmente con los indicadores macroeconómicos.
Mientras que no se registren tasas más elevadas no puede descartarse ni mucho menos que vuelvan a ser negativas en cualquier otro trimestre cercano. De hecho, en la zona euro se ha registrado este aumento del 0,3% respecto al trimestre anterior pero en comparación con el crecimiento del año pasado hay una disminución del -0,7% (aunque es verdad que es menor al 1,1% del primer trimestre). Y la previsión del crecimiento a registrar a finales de 2013 será de un -0,6%.
En tercer lugar, hay que tener en cuenta que los registros de la actividad han sido muy diferentes en los diversos países. Es cierto que son positivos en Alemania (0,7%) y Francia (0,5%), entre otros, pero que siguen siendo muy negativos allí donde la crisis se viene manifestando mas agudamente y en especial en España (-0,1%) e Italia (-0,2%), en donde se ragistran, además, caídas interanuales importantes (-1,7%, -2%). Por tanto, hay que esperar para comprobar si se trata de una recuperación efectiva de toda la zona o solo transitoria en alguno de los países cuyas políticas actuales no están precisamente dirigidas a ayudar a los demás sino a salvar sus propios intereses, en gran parte contrarios a los más afectados por la crisis en un euro diseñado a su favor.
Para que pudiera hablarse de una verdadera recuperación en Europa tendría que mejorar mucho más significativamente el consumo de las familias, la utilización de la capacidad productiva de las empresas, el acceso al crédito, las exportaciones netas (es decir, la diferencia entre las ventas y las compras al exterior) y lo cierto es que muy poco de todo ello va mejorando sustancialmente, si es que mejora. El mercado de trabajo empeora por las medidas que se vienen tomando, la desigualdad salarial aumenta por la caída de los salarios nominales (que además quieren seguir deprimiendo) y no hay nada que permita esperar que el acceso al crédito de familias y empresas vaya a poder mejorar en los próximos trimestres porque los bancos siguen anteponiendo la recuperación de sus beneficios a la del sector financiero y a la de la financiación a la economía gracias a la complicidad que le prestan los gobiernos.
Creer que la economía europea va a salir simplemente por inercia de la situación en la que se encuentra es un sueño de verano. Las autoridades alemanas han pisado el acelerador en su país para hacer frente con éxito a sus próximo compromiso electoral y eso unido a factores coyunturales como el mayor consumo de energía ha permitido que el PIB repunte ligeramente.
La pregunta es paradójica; si con estímulos tan débiles se mejora, ¿qué no se podría conseguir con políticas más contundentes? La respuesta quizá esté, incluso en el marco de las políticas neoliberales convencionales, en Estados Unidos y Japón. Aquí, el incremento interanual del PIB ha sido del 1,4% y 0,9% respectivamente, frente a la caída del 0,7% en la Eurozona. Y no hablemos si, en lugar de las políticas algo más heterodoxas pero al fin neoliberales de estos países, Europa ensayara con otras alternativas orientadas a apoyar el bienestar y la equidad, que la historia ha demostrado que son las mejores bases para lograr más progreso y rendimiento económico.
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