Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

¿Hay alternativas o no hay alternativas?

Desde que empezó la crisis bastantes economistas hemos tratado de explicar sus causas y, sobre todo, de argumentar con todo tipo de razones que había alternativas a las políticas que se han venido aplicando.

Los hechos nos han dado la razón y se ha podido demostrar que las medidas que se han adoptado no han permitido resolver la fragilidad sistémica de la banca internacional, ni recuperar la estabilidad económica, ni crear suficiente empleo ni mejorar las condiciones de vida de toda la población. Todo lo contrario, después de casi nueve años de crisis la economía mundial vive bajo la amenaza de nuevos latigazos financieros y con la actividad económica bajo mínimos, por no hablar de la crisis ambiental y de la social en muchos países como consecuencia de la situación económica tan precaria.

Los organismos que impulsaron políticas de austeridad que simplemente buscaban concentrar el ingreso en los niveles de renta y riqueza más elevada han conseguido sus objetivos, pero a costa de aumentar aún más la deuda y de no recuperar el empleo sino de transformarlo en trabajo más precario y con menos derechos sociales asociados. Los más honestos han tenido que reconocer que la justificación teórica que dieron en su día ha sido un fiasco, como habíamos anticipado mucho economistas que defendemos políticas alterativas.

Pero, a pesar del fracaso de las políticas neoliberales frente a la crisis y aunque ha habido un notable despertar de la conciencia social y de la movilización ciudadana, lo cierto es que no se han puesto en marcha políticas sustantivamente diferentes y cuando se ha intentado darle la vuelta a la tortilla aplicando otras medidas se ha fracaso. En Grecia, el gobierno progresista que pretendía hacer frente al neoliberalismo ha tenido que rendirse y ponerse de rodillas ante los poderosos. En España no ha habido posibilidad de formar un gobierno alternativo al del PP y puede que la estrategia seguida por las izquierdas tras las elecciones termine dándole una posición más holgada a la derecha en las próximas. En Irlanda, después de 60 días de negociaciones, el principal partido de la derecha ha conseguido seguir en el gobierno a pesar de la irrupción de nuevas fuerzas enfrentadas a las políticas de austeridad. En Portugal, el partido socialista hace lo que puede con el apoyo de una izquierda más radical que no se ha atrevido a entrar en el gobierno. Y tanto en un sitio como en otro, las fuerzas políticas que se presentaban como portadoras de las alternativas no han hecho sino ir reduciendo sus demandas programáticas para pasar de las más radicales de hace tres o cuatro años a otras mucho más moderadas (pero que, incluso así, siguen siendo renuncias inútiles para impulsar procesos de cambio efectivos).

Después de estas situaciones que se pueden calificar realmente de frustrantes mucha gente se pregunta si realmente llevábamos razón los economistas que defendíamos que hay alternativas a la política económica neoliberal o si, por el contrario, no hay nada que se pueda hacer ante el poder que parece omnímodo de las grandes empresas y bancos y de los políticos que defienden sus intereses.

Ante estas dudas, es preciso volver a repetir que los problemas económicos no tienen soluciones técnicas sino políticas. En el libro Hay alternativas. Propuesta para crear empleo y bienestar social en España expusimos ya con claridad las dificultades que existen para poder llevar a cabo proyectos de cambio social: la concentración del poder mediático, la aparición de espacios de decisión ajenos a las instituciones representativas que se presentan como impersonales («los mercados») pero que en realidad, como decíamos en el libro, son «los grandes financieros, directivos y representantes de las grandes corporaciones que tienen una influencia decisiva sobre el poder político, hasta el punto de que es impensable que los gobiernos tomen hoy día decisiones si no es bajo su tutela». Y señalábamos que de la mano de eso venía el desmantelamiento de las democracias, la oligarquización de los partidos y la destrucción de cualquier espacio alternativo de debate social o participación política.

Antes esas dificultades advertíamos en el libro de que «los cambios sociales necesitan siempre fuerza social, el empeño político de la ciudadanía, ideas y voluntad para hacerlos efectivos, decisión y un proyecto capaz de encantar a muchos más de quien inicialmente lo suscribe y, sobre todo, una visibilización nítida en toda la sociedad que no puede ser sino la expresión de la movilización continuada (…) Necesitan, aunque eso no es poco, la asunción ciudadana, su apoyo y la movilización que las haga imprescindibles porque los desee la mayoría de la sociedad».

Cualquier cambio social de importancia, como el que necesitan nuestras sociedades, solo se da cuando los de abajo ya no quieren seguir como les imponen los de arriba, y los de arriba no pueden seguir como les imponen a los de abajo. Pero hay que mover muchas piezas para que eso se produzca.

Para que la gente se movilice es necesario antes que nada que quienes afirman que hay un camino alternativo marchen por ese mismo camino y no cada cual por su lado, que haya unión y no una constante controversia entre las personas y grupos que dicen tener la solución sobre la vía que hay que tomar. Se necesita convergencia y unidad y no solo en las cúpulas.

Hace falta estrategia y no solo pose ante los medios de comunicación. Se necesita saber con precisión hacia dónde dirigirse y no guías improvisadas, ni cambios a cada hora que confunden y desaniman.

La posibilidad de cambiar las cosas depende de que haya alternativas sobre el papel pero sobre todo, como decía Noam Chomsky en el prólogo de Hay alternativas, de que la gente se convenza de que las hay. Y para eso hace falta que esas propuestas sean creíbles, lo que no se consigue solo con el carisma mediático, ni a base de levantar la voz en los mítines, sino con la convicción que da el rigor y la fortaleza de las personas que la sociedad sabe que saben lo que dicen porque están acostumbras a resolver problemas día a día.

Es necesario un sujeto político que sepa hablarle a la gente común en el lenguaje que ésta entiende, que no transmita amenazas y reproches sino ideas claras y estímulos y que no se limite a contentar con su jerga a los suyos y, por tanto, que entienda que las formas son esenciales y que las respete. Que sepa dialogar de las alternativas que plantea con quienes piensan de modo diferente, sin generar más confrontación inútil sino proporcionando vías de encuentro y solución de los problemas sociales.

En el documento que Vicenç Navarro y yo preparamos en 2014 para Podemos (Democratizar la economía para salir de la crisis mejorando la equidad, el bienestar y la calidad de vida. Una propuesta de debate para solucionar los problemas de la economía española) hacíamos referencia a una restricción fundamental a la hora de plantear alternativas y que fue formulada anteriormente por Dani Rodrick: la democracia, la soberanía nacional y la integración económica mundial son mutuamente incompatibles. Ese es el trilema que condenó a la humillación a Syriza y que volvería a pasar la misma factura en España si quien hace planteamientos alternativos de gobierno no se es inteligente, si improvisa, si se deja llevar por la presunción y la arrogancia, si no tiene estrategias transversales que garanticen una gran convergencia y un apoyo social muy plural, y si se concentra en la construcción de un aparato en lugar de tejer redes desde lo más próximo de los seres humanos para adelantar el futuro y crear espacios de contrapoder. O si en lugar de hablarle a la sociedad en su conjunto se limita a crear una nueva tribu.

Las alternativas existen pero solo son viables si se hacen bien las cosas. Y aun así, no conviene engañarse, el cambio en las condiciones del capitalismo neoliberal de nuestros días, sin bridas ni apenas contrapesos, descarnado y cruel, es difícil y costoso.

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4 comentarios

lucas 7 de mayo de 2016 at 10:00

Atribuir a las políticas de austeridad (no se han dado) el estancamiento de la economía mundial no se compadece con la realidad si tenemos en cuenta las cifras.Antes al contrario.
En EEUU, en noviembre de 2008, Bernanke puso en marcha el primero Quantitive Easing (QE). La expansión cuantitiva era un plan de compra de deuda pública y privada por valor de 600.000 millones de dólares. Tan solo cinco meses después se anunciaba que se reforzaba el programa hasta los 1,7 billones de dólares. Dos años después del inicio de estos programas, Bernanke anunció el lanzamiento del QE2, que volvía a estar dotado con 600.000 millones de dólares.En septiembre de 2012 se aprobó el QE3 que consistió en la compra de 40.000 millones al mes de deuda hipotecaria, un plan que tres meses después se amplió con la compra de 45.000 millones mensuales de deuda pública.
En Europa el QE ha consistido en la compra de títulos de deuda pública y privada, (pero fundamentalmente de la primera) por parte del Banco Central Europeo (BCE). En este caso, valorados en 60.000 millones de euros mensuales hasta, como mínimo, septiembre de 2016.
En China también se han implementado este tipo de estímulos al igual que en Japón.
¿De verdad que con lo datos en la mano se pude decir que ha habido políticas de austeridad?
Lo que se ha demostrado es que este tipo de políticas expansivas no han servido para nada, como no sirvieron las que se llevaron a cabo en la época de Roosevelt-New Deal- según reconoció quien podría ser su ministro de Economía (Morgenthau evaluó el esfuerzo federal para aliviar las condiciones económicas, al proclamar: «Hemos tratado de gastar dinero. Estamos gastando más de lo que hemos pasado antes y no funciona…. Después de ocho años de esta administración que tienen tanto el desempleo como cuando empezamos… y ¡una deuda enorme para arrancar!)

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Andres Niporesas 8 de mayo de 2016 at 21:43

Creo que el neoliberalismo caerá. Lo creo porque establece unas relaciones de producción similares a las existentes a principios del s XX. que condujeron al fascismo, al comunismo y al socialismo. La historia se repite y las elecciones americanas con Trump y Sander-que venció a Clinton en todos los Estados que permitían el voto a independientes- parecen indicarlo. Otro indicativo es que el fascismo ya avanza en Europa.
Por eso hay que prepararse para lo que viene sin complicidad en el apuntalamiento de algo que se va a derrumbar. Sin ansiedades a la espera del momento óptimo. Las alternativas están ahí. Sólo se necesita el poder real para implementarlas. Cuanto mas próximo esté el derrumbe final mas poder real se tendrá, no lo olvidemos.

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Paco Muñoz 9 de mayo de 2016 at 12:41

Cierto que los cambios sociales necesitan siempre fuerza social, mi pregunta es si como se está planteando desde Podemos esa fuerza social no necesariamente ha de tener una conciencia homogénea del tipo de cambio que suscribe, sino que basta un núcleo consciente con un apoyo masivo «inconsciente» sólo adherido con una identificación emocional con el relato del núcleo.
Recientemente el subdirector del Banco Central Checo escribía en un artículo que en occidente la gente vota con la billetera. No he visto descripción más sintética y exacta de lo que hoy llamamos democracia neoliberal. Frente a este concepto trata de levantarse una alternativa emocional (podemos) cuyo núcleo duro (Errejón, Monedero e Iglesias) desconfía incluso del Keynes original; no ya del Keynes pasado por la trituradora de la escuela de Chicago. La «politología» difusa reemplaza aquí el racionalismo de la tradición ilustrada que alumbra, aunque sea penumbrosamente, al pensamiento económico que tan reiteradamente fracasa en todos sus frentes.
Coincido con usted cuando en su conferencia del año pasado en la UNIA se extendía en la aberración de separar economía de democracia, pero a mi entender la alternativa sentimental que se está levantando en España frente al imperio de la billetera no va en la dirección correcta, sino que nos devuelve a la dialéctica de la confrontación de identidades alejándonos de la tradición, nunca practicada en España, del consenso sobre base racional.
A mi entender este configura un peligro aún mayor; del estilo de Chernobil frente al peligro del capitalismo radioactivo de democracias obsoletas. El primer derrumbe es, en mi opinión, la subordinación de IU, a la difusa doctrina sentimental de un Podemos con síndrome de ansiedad.
Finalmente estimo que la emergencia del sujeto político que usted reclama no coincide en nada con el sujeto político que describe Errejón en su artículo «Podemos a mitad de camino» recientemente publicado en CTXT Errejón y Podemos están dedicados en cuerpo y alma a la creación de una nueva tribu que para nada refleja destello alguno ni de Chomsky, ni de la trilogía de Dani Rodrick. Muy al contrario Podemos habla de una nueva democracia parroquial basada en la subordinación cuantitativa de las identidades.
Mis 2 últimas preguntas son;
¿Es posible una economía parroquial en un mundo capitalista?
¿Cómo estaría articulada?
Gracias

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Francesc Xavier 13 de mayo de 2020 at 11:17

¿Cuando la banca no fue fragil(la incertidumbre es consistancial al ser humano),hubo estabilidad economica,pleno empleo y desarrollo en todas partes?Cuando se parte de premisas tan falsas es evidente que estas en un callejon sin salida.Cuando se prometen cosas sin base analogica(es decir partiendo de un ejemplo y no de un mito) el resultado es siempre el desengaño.Por ejemplo:todos queremos ser ricos,¿no?Pues el americano Napoleon Hill publico su obra «Piense y hagase rico» el único que se enriqueció fue él mismo.Pero la memoria es muy corta y las ganas de creer son muy grandes.El top 10 de los paises con mas desarrollo humano(y no por su PIB) deberia ser la medida de las cosas.

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