Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Una gran oportunidad

La coyuntura internacional y la situación interna podrían proporcionar en los próximos cuatro años condiciones bastante favorables para que el nuevo gobierno de España pusiera las bases de un cambio histórico del modelo económico, social y político que nos ha convertido en un país destructor de empleo productivo y cada día más desigual, en lo económico, y sometido en lo político por el poder de los grupos oligárquicos que llevan decenios gobernando realmente en nuestro país.

No es fácil en nuestro tiempo que los gobiernos nacionales dispongan de suficiente capacidad de maniobra como para avanzar contra corriente, pero la coyuntura en la que nos encontramos quizá pueda ofrecernos una inusitada oportunidad para cambiar, siempre que no se hagan tonterías sino que se actúe con inteligencia, pensando en los intereses y prioridades de la inmensa mayoría de población y con un buen manejo de las formas y los tiempos, sin alardes ni palabras vacías.

En el exterior, me parece que hay dos circunstancias que abren una ventana de oportunidad quizá sin precedentes en los últimos 20 o 30 años.

Es cierto que se avecina una desaceleración económica muy fuerte y que lo más probable es que en poco tiempo se produzca una nueva crisis pero en esta ocasión, aunque pudiera ser de considerable envergadura o incluso espectacular por sus manifestaciones, no tendrá el carácter sistémico de la que estalló en 2007.

A diferencia de lo que entonces ocurrió, ahora no parece probable que se genere en el sistema bancario sino en las bolsas de valores. No afectará, por tanto, a la sangre del sistema (el crédito) sino al músculo (el capital) de muchas empresas, principalmente a las más grandes (como consecuencia de su sobrecapitalización con fines especulativos, del endeudamiento extraordinario y de la volatilidad extrema de mercados de valores gobernados por algoritmos). Si es así, el efecto sería la pérdida de gran cantidad de empleos e inversiones pero sin provocar la paralización masiva y en cadena que produce una crisis financiera. A diferencia de lo que ocurre con una de ésta última naturaleza, la crisis que a mi juicio se avecina será muy destructora pero traerá consigo (como descubrió Schumpeter) una oleada creadora de mucha mayor magnitud. Ola que puede alentar una nueva fase de modernización y mejora que ofrezca grandes oportunidades a quien sepa atraer a los capitales y a la innovación que, huyendo de la quema, buscarán vías de escape y nuevos espacios de rentabilidad.

El futuro gobierno español debería ser consciente de esta situación y basar su estrategia general en la atracción de estas fuentes de creación de riqueza que van a intentar reacomodarse en nuevos lugares y actividades emergentes, como las relativas a la transición energética, la digitalización, las nuevas formas de distribución y consumo, el big data y la inteligencia artificial, la creación de nuevas redes de espacios industriales y sociales… entre otras. Harán falta inteligencia para detectar estas oportunidades, habilidad para ofrecerles condiciones adecuadas hacia dentro y hacia afuera (es decir, que no consistan sólo en dejarse colonizar, como hasta ahora) y mucho valor (pero no chulería) para enfrentarse a quienes, entre nosotros y todavía con mucho poder para salvaguardar sus privilegios y frenar el cambio que no convenga a sus intereses particulares, representan lo viejo que de lo que debemos deshacernos.

La segunda oportunidad exterior me parece que la ofrece la situación de la Unión Europa. El lamentable diseño del euro, los errores acumulados en la gestión de la última crisis, el mal planteamiento con que se hicieron las últimas ampliaciones, el Brexit, el auge de los movimientos fascistas y la pérdida de confianza de la ciudadanía en la política europea, entre otros factores, están convirtiendo a la Unión en un problema para sus socios, más que en la solución que tendría que ser. Lo malo es que, en este sentido, estamos ya en una situación muy cercana al límite. Es muy posible, por ejemplo, que los diferentes movimientos neofascistas ocupen más de la tercera parte del parlamento que elegiremos el próximo día 26 y estos movimientos traen ahora propuestas de corte neoliberal que justamente viene a reforzar el perfil comunitario que más daño ha hecho hasta ahora: el de las privatizaciones y los recortes sociales que han multiplicado el negocio de la deuda, paralizado la economía y generado el gran malestar social del que se nutren electoralmente los neofascistas.

El único lado bueno de esta situación es que ya resulta impostergable darle respuesta. Si se quiere evitar que Europa se enfangue definitivamente y camine hacia su desintegración hay que generar inmediatamente un nuevo vector de fuerza que haga frente con decisión a la inercia que la consume.

Sé que no será fácil tampoco que la mejor Europa despierte cuando la Unión ya se ha consolidado como un espacio tan servil ante los grupos de presión y poder, anquilosado, terco, ideologizado, difícil de gobernar, lento como una tortuga y con cada vez menos amor propio y atractivo. Pero estas situaciones de fatalidad son también las que mejor facilitan las respuestas de urgencia y más efectivas y creo que ahí España podría tener una posición privilegiada, por su magnitud y por situación estratégica en el arco meridional. Aunque para ello será imprescindible que las fuerzas de izquierda obtengan el próximo día 26 unos resultados especialmente buenos dentro de España y en comparación con lo que ocurra en otros países y, sobre todo, que cambien su discurso hasta ahora demasiado complaciente con lo que está ocurriendo en Europa. El PSOE (el partido que, con diferencia, va a liderar el gobierno y la presencia española en sus instituciones) ya ha dejado notar que se propone intervenir en ellas con más fuerza pero debería ser consciente de que eso no lo conseguirá de todos modos o con cualquier discurso. En esta coyuntura sólo se tendrá más influencia en Europa cuanto más lejos se este dispuesto a llegar y cuantas más cosas se sea capaz de poner en duda. Y ahí la izquierda española tiene un gran handicap porque no se puede olvidar que los socialistas han sido corresponsables de gran parte de las políticas y decisiones que más daño han hecho en y a Europa. Sin un cambio de opinión y rumbo, no habrá oportunidad que valga.

Ayudaría a España en esta situación el hecho de que nuestros intereses coinciden ahora justamente con lo que podría dar un impulso renovado a toda Europa en su conjunto: el protagonismo del Sur, una reconsideración de las políticas europeas que han fracasado, la puesta en marcha de programas de relanzamiento y de inversión al margen de la barbaridad que supone someter la creación de riqueza futura a una batalla contra el déficit mal entendida, la lucha progresista contra la deuda como motor de la economía europea, el avance hacia una hacienda europea que permita disponer de una política fiscal comunitaria que contrapese (como debe ser) el papel del Banco Central Europeo y que frene el crecimiento de las asimetrías y desequilibrios, la eficiencia en el uso de los recursos y las ayudas, la lucha contra el cambio climático, el reforzamiento de las instituciones y de la Europa de los valores frente a la que, sólo al servicio de los intereses mercantiles, no ha sido capaz de generar una auténtica ciudadanía comunitaria… Y, por supuesto, el avance de la democracia frente a la amenaza neofascista cuyo renacimiento es el efecto (como al principio del siglo XX) de mal llamas políticas de austeridad europeas.

Reforzar nuestro papel en Europa y tratar de acomodarnos allí en una situación que se corresponda mejor con nuestra grandeza y peso específico, sin complejos, debería ser una prioridad para el próximo gobierno. Pedro Sánchez conoce bien el mundo comunitario y muchos de sus ministros y ministras han tenido allí una dilatada experiencia política y profesional, y también conocen bien a nuestro país. Saben, pues, perfectamente que no hemos optimizado todavía nuestra presencia en las instituciones europeas y que, a pesar del tiempo transcurrido, los españoles seguimos viendo a Europa como una especie de allende los mares. Es hora de hacernos fuertes y de dejar de sentirnos como invitados para comenzar a actuar como operadores determinantes de lo que pase en Europa. Incluso entre amistades o socios, no está mal que a veces alguien de un golpe serio en la mesa.

En nuestro interior también se abren oportunidades. Es muy posible que los resultados electorales permitan evitar pactos de investidura que volverían a poner en un indeseable primer plano del debate nuestra integridad territorial, y eso es importante.

No me cabe duda de que encontrar la forma de que España encaje consigo misma de la mejor y más democrática manera posible es algo prioritario. Pero lo que no puede ser es que este asunto vital se plantee o intentando inútilmente que se pudra, como hizo el Partido Popular en la etapa de Rajoy, o cediendo a chantajes de quienes han hecho virtud del supremacismo y del enfrentamiento civil en el seno de su propio territorio y entre sus compatriotas.

A mi juicio, el único encaje de este problema para que pueda cerrar heridas sin abrir otras nuevas más dolorosas es el que se produzca en el marco de un nuevo proyecto nacional (que no nacionalista) para España y para el conjunto de los españoles. Y al día de hoy, un proyecto de esa naturaleza no puede basarse en el mantenimiento de la integridad territorial a garrotazos o a base de amenazas, de incomprensiones e insultos. Ha de venir de la concordia y de la pluralidad solidaria que sólo pueden proporcionar el bienestar social suficiente y la democracia efectiva. Es cierto que nada de eso se ha perdido del todo en España pero también que se encuentra en grave riesgo, como es inevitable que ocurra en un país que sin apenas darse cuenta y con más improvisación que concierto se ha convertido en otros diecisiete en aspectos esenciales para el bienestar de su ciudadanía, en el que la corrupción y la desconfianza en las instituciones se generalizan, y en donde la economía genera una desigualdad que crece más que en ningún otro a su alrededor, tasas de paro insufribles o salarios que no dan para salir de la pobreza.

El próximo gobierno debería concentrarse en tratar de resolver todo esto que es lo principal y lo que verdaderamente rompe la unidad nacional y ciudadana y no enfangarse en los caminos de lo accesorio. Si lo hace con acierto, la coyuntura, como he dicho, le puede ayudar

Si un futuro gobierno reclamara a los españoles el apoyo para cumplir de verdad la Constitución y si eso lo plantease cordialmente, con transparencia y compromisos verificables, llamando a la complicidad y no al enfrentamiento, y yendo a lo sustantivo en lugar de meterse en charcos continuamente, quizá España comenzaría a ser, en lo político, una España distinta, más amigable y fraternal, que es la precondición imprescindible para que pueda llevarse a cabo cualquier reforma social y económica que verdaderamente cambie a un país.

La clave consiste en entender y hacer entender con buena pedagogía que la auténtica unidad nacional se consigue cuando la ciudadanía tiene, como he dicho, el bienestar suficiente y la democracia auténtica que proporcionan seguridad, libertad efectiva y paz. Y para conseguir eso en la España de hoy día lo que se necesita es poner en primer plano el pacto de rentas que frente la desigualdad creciente y genere eficiencia y mejores condiciones para crear riqueza; promover, como ya se ha empezado a hacer, más equidad fiscal y perseguir el fraude y la economía sumergida; incentivar la producción y el consumo que atrapan el valor añadido; hacer una apuesta de Estado por el conocimiento y la investigación, facilitar la transición energética; racionalizar el gasto público y mejorar su gestión, eludir la trampa de la deuda y promover vías que mejoren la financiación y la actividad empresarial… Y, antes que nada, enfrentarse radicalmente a la corrupción, practicar la transparencia, extender la cultura y e imponer la práctica de la rendición de cuentas y reforzar las instituciones para que puedan gozar de la confianza ciudadana.

La derecha española se ha creído siempre que es la dueña de España y siempre ha identificado sus intereses con los de los más ricos y poderosos, y no va a dejar de hacerlo ahora. Cabe esperar que tampoco ayude en esta coyuntura y que volverá a tirarse al monte utilizando su escuadrón de medios y mediadores para arremeter contra cualquier cosa que haga la izquierda, pero la izquierda no puede responder con la misma actitud ni perder la compostura. Por el contrario, debe poner todo su empeño en combatir el cainismo que ha provocado tanto sufrimiento a lo largo de nuestra historia, no puede caer en la bravuconería ni dejarse llevar por las palabras vacías que levantan pasiones en las propias huestes pero dividen a los pueblos. Tiene que hacer todo lo posible para ganarse apoyos que vayan mucho mas allá de sus votantes dando prioridad a los asuntos que quiere ver resueltos la inmensa mayoría de la población frente a las demandas, por muy legítimas que sean, de cada una de sus tribus. Dada la correlación de fuerzas dentro y fuera de España lo que hay que hay que proponerse y conseguir es avanzar lo máximo posible, sin necesidad de asomarse a un abismo al que sólo muy pocos estarán dispuestos a acercarse, y ampliar la complicidad y las alianzas sociales.

Desde este último punto de vista, tenemos por delante una gran oportunidad. Pero para aprovecharla será necesario que el próximo gobierno sea muy sensato, que actúe con inteligencia, con mano izquierda (nunca mejor dicho y aunque sé que esto es algo imposible para una buena parte de la izquierda) y con gran transversalidad, para poder convertirse en el que, contra viento y marea, restablezca la concordia en España. Así, y reforzando nuestra posición en Europa con planteamientos valientes de reforma profunda y conformando nuevas alianzas meridionales, serám más fáciles los pactos y alianzas que permitan abordar con éxito los asuntos esenciales que he mencionado y estar en condiciones para atraer inversiones que no se limiten a ser, como hasta ahora, de mera apropiación o casi de conquista.

En fin, una gran oportunidad para España si las izquierdas no son tan torpes como en otras ocasiones y si son entonces capaces de neutralizar democráticamente a una derecha que ahora (como ya estamos empezando a comprobar) volverá a ser tan poco patriota como casi siempre lo ha sido. Y, por supuesto, si la gente de izquierdas sigue movilizándose en las próximas elecciones y se revalidan o mejoran los resultados del pasado 28 de abril.

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11 comentarios

Ismael B. Gisbert Monzó 11 de mayo de 2019 at 06:45

D. Juan, le sigo por las redes desde que Ud. apareció con D. Vicens Navarro, sus comentarios y escritos me parecen muy claros y además pedagógicos, a poco de cumplir sesenta y cuatro años, habiendo crecido en la dictadura y sufrido la falta de libertades como cualquiera de mi generación, cuando veo a la izquierda con toda esa amalgama de mareas, de pequeños partidos que recuerdan los reinos de taifas, donde no hay forma de coordinar unas políticas coherentes con el pensamiento progresista, me recuerda una cooperativa obrera en la que participe con un alto grado de responsabilidad y habiendo conseguido superar lo peor durante la crisis de los años 80 hasta principios de los 90 acabamos fracasando, me decepciono y mucho.
Las políticas de campanario y el estar todo el día mirándose el ombligo, no permite que tenga mucha esperanza, la derecha aunque en horas bajas siempre está ahí, ahora toda las «izquierdas» se rasgan las vestiduras por la aparición de vox, nunca se fueron D. Juan, es como cuando amenazan con meterse en su finca, sacan a los perros a pasear, los últimos años, o quizás me atrevería a decir desde la transición, el miedo nos ha paralizado las piernas y también el cerebro, creyendo y confiando en que al final aceptarían el juego democrático, siempre digo como Ud. que se creen los dueños de la finca, del país, y quizás tengan razón. Leí en un libro de Miguel Janer (TODO QUEDA EN FAMILIA, 2003), que en España la riqueza estaba en manos de treinta familias y un dato era que de cada euro que nos gastamos los españoles treinta céntimos van al bolsillo de los Botín, (vaya apellido que diría el sr. Guerra).
Nos hace falta mucha pedagogía política, a la clase media y esa clase obrera que no sabe distinguir entre derecha e izquierda y su discurso acaba en que, todos los políticos son iguales, a la derecha le encanta, somos un país muy mediocre, con un nivel cultural medio bajo y los políticos que tenemos son un espejo muy claro de tal situación, en fin no le molesto más, le sigo por las redes y me sirven de mucho sus escritos tan aclaratorios y didácticos.
Por favor siga por ese camino y no deje de ilustrarnos.
Un saludo .

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Alessandro 11 de mayo de 2019 at 11:56

Un análisis necesario, probablemente más necesario que nunca, en esta fase de transición. España tiene la oportunidad, que otros países han perdido, de ofrecer una alternativa. Pero hoy no hay vuelta atrás. Con el recrudecimiento internacional de las derechas, el precio de nuestros errores lo pagamos el doble.

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Norma Echarte 11 de mayo de 2019 at 13:24

No sabe cuanto , al igual que Ud. deseo que no sea una oportunidad fallida!!!! Gracias por sus reflexiones.

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Mario 12 de mayo de 2019 at 17:50

Perfecto en el plano teórico.
Pero sin comulgar en absoluto con la política de los últimos 7 años, no olvidemos que las dos columnas del neoliberalismo español, se asientan en el PPSO€.
El PSOE, es el tapado del neoliberalismo patrio, o por decirlo en términos más actuales, se encuentra en el armario del mismo.No obstante hay cierta diferencia del esquema que representaban las viejas glorias, léase F.Gonzales y cia y el actual de Sánchez, a priori, mas progresista y social.
Si bien,en algunas ocasiones, el progresismo como en el caso portugués, con responsabilidad y ausencia mayorista de corrupción, puede dar lugar a ejemplos enriquecedores y gratificantes para el bienestar nacional.

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José L. Gómez 13 de mayo de 2019 at 16:58

Admirado profesor su reflexión me resulta clarificadora y atinada en todas sus lineas y propuestas. Es una estrategia ideal, y posiblemente única, para alejarnos del abismo al que estamos abocados por el camino suicida por el que nos lleva el establishmen o «mercado».
Sólo añadiría un matiz, a mi juicio imprescindible, previo a su puesta en marcha: una campaña contra la mentira en general y contra la de políticos, periodistas, profesionales de la justicia, de la intelectualidad y de la Academia en particular. Me temo que sin el previo rearme ético y moral de la sociedad para repudiar y condenar sin paliativos la mentira, las armas de la percepción y de presión ciudadana no estarán ni afiladas, ni preparadas.

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Andrés 15 de mayo de 2019 at 12:04

Una cosa que me sorprende es lo siguiente:
En Bruselas hay unos grupos de ciudadanos/periodistas que siguen a a los lobbies ( Creo que lo llaman Corporate Europe ) . Suelen denunciar a los altos funcionarios , directores generales principalmente, de connivencia con las multinacionales.
Me sorprende que Nadia Calviño no haya salido en una de esas denuncias, porque no hay alto funcionario que se salve .

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Santos Romero Alameda 15 de mayo de 2019 at 16:53

Admirado profesor. Muchas gracias por su reflexión. Creo que estamos viviendo un momento muy importante porque estamos ante una encrucijada como usted deja afirma pero despues de las elecciones a los ciudadanos solo nos queda tener fe y esperar.

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AGUSTIN SALVADOR BESGA 22 de mayo de 2019 at 10:24

Magistral.

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José Alberto Bermúdez Pérez 22 de mayo de 2019 at 23:38

Una oportunidad, en palabras de Santiago Niño Becerra y en las de usted, lo ha dejado entrever entre líneas es la Renta Universal Básica. Hablando con palabras llanas, que pasaría sí se manifestase materialmente ese recurso. Crecería la inmigración y el efecto llamada. Lo de la Hacienda Europea, me parece también utópico, al menos a día de hoy, aunque para mí también sería un sueño la unificación fiscal de todos los países europeos, los Estados Unidos de Europa, pero claro, choca con el poderío soberano de algunos países. Por eso utópico.
En el libro de «el Crash: la tercera fase» Santiago Niño Becerra le quita poder a la política y se la concede, cómo creo que está actualmente, al poder económico que va por delante. Le concede un papel protagonista a las Corporaciones, sólo hay que ver que el PIB de España se iguala al «capital» de Apple. Sólo hay que ver la acción social de INDITEX, que aparte de pagar sus impuestos, ha realizado alguna donación a la sanidad pública, creo que sólo ha sido un ejemplo.
Aquí un ex-jurista, aficionado a la economía, le sigo por twitter.
Saludos

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V. Guichot 25 de mayo de 2019 at 20:16

Quizá el mayor enemigo de la izquierda en nuestros días es la interiorización por parte de la mayoría de la población (y de la propia izquierda) de la falta de alternativa al neoliberalismo imperante. Un neoliberalismo que va más allá del proyecto económico de la desregularización de los mercados financieros, el recorte de los derechos laborales de los trabajadores o la privatización de las empresas públicas, dado que responde al interés de una élite de recuperar el poder perdido tras la extensión del Estado de Bienestar tras la Segunda Guerra Mundial.
Esa creencia arraigada de que no hay posibilidad de otro paradigma posible, que anula y desconoce el hecho de que la historia siempre supone cambio y devenir y se condena, por tanto, a un inmovilismo atroz, ha sido reforzada no sólo a través de hechos tan visibles como la caída del muro de Berlín, símbolo de la desaparición de los comunismos reales, sino mediante múltiples mecanismos que han actuado como agentes socializadores (educativos) para su logro. Uno de los principales objetivos ha sido el desmontaje de la acción colectiva sociopolítica organizada, que ha llevado a la ausencia de conciencia de clase (trabajadora) y a evadir las preguntas sobre cuestiones básicas como a quiénes beneficia el sistema imperante y quiénes son los claros perjudicados. Si alguna vez se responden, no se ha puesto en práctica una acción fundamental: la búsqueda de alianzas estratégicas por esa mayoría de “sufridores”, muy a menudo dispersos y encerrados en sus propias burbujas, que podrían enfrentarse a los grupos hegemónicos. Alianzas que tendrían que plantear una organización de las mejores tácticas de lucha para aumentar las esferas de poder.
Una economía y una política que pisotean una y otra vez los valores que sustentan una democracia -respeto activo, libertad, igualdad, justicia social-, y sin los cuales no existe, campan a sus anchas en nuestros días. Una economía y una política ajenas por tanto a una ética humanista, que debería de marcar el rumbo hacia el que dirigir nuestros pasos. Ella debería servir como criterio de rendición de cuentas de nuestros dirigentes, al menos para todos aquellos que se dicen a sí mismos “progresistas” y de “izquierdas”. Una rendición de cuentas, pues, que apunta a asumir la responsabilidad de los actos, de las tomas de decisiones, de las políticas practicadas en los distintos ámbitos, y que, asimismo, nos llama a cada uno, como individuos, a hacernos cargo también las responsabilidades que nos corresponden en nuestro ámbito vital para el cumplimiento de una mayor justicia social. No vaya a ser que esa falta de sensibilidad por el bien común, por los problemas que asolan a una mayoría de la población, que a veces criticamos en los políticos de turno y en los grandes poderes fácticos, esa falta de empatía por el otro, esté presente en nuestro comportamiento cotidiano, y seamos incapaces de reflexionar sobre las indeseadas consecuencias de nuestras acciones en los demás por una falta de reflexión (voluntaria o no) sobre los principios que guían nuestros actos.
Hay que agradecer textos como los del Dr. Torres que nos hacen ver que otras formas de pensar la economía y la política son posibles. Ojalá sus pensamientos no queden en la teoría y nos muevan a dar pasos hacia una transformación social que procure una mayor calidad de vida para todos, no solo para unos cuantos privilegiados. Es nuestro deber: nadie dijo que el logro de una auténtica democracia fuera tarea fácil.

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Ramon 30 de mayo de 2019 at 01:36

Creo que grupos de intelectuales ,sociales,- economistas,sociólogos,antropólogos,biólogos,etc,debieran formar grupos organizados ,como en Francia y creo que en otros paises europeos en plataformas digitales y liderar grandes grupos de presion-opnion que adhirieran y arrastraren grandes masas cosa que las organizaciones políticas están demostrando ser incapaces de realizar.El futuro del planeta está en juego.

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