Según Bernard Lown, copresidente de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear, que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1.985, cada dos segundos muere un niño de una enfermedad que habría podido evitarse mediante la correspondiente inmunización o proporcionándole agua potable en cantidad suficiente.
Cada dos segundos, un niño queda disminuido física o mentalmente a causa de una enfermedad evitable.
Tres millones y medio de vidas se cobran anualmente las enfermedades infecciosas.
Por otro lado, casi 900 millones de personas en el mundo son analfabetos. Lo es uno de cada dos adultos africano, uno de cada tres asiático, casi uno de cada cinco en América Latina.
Además, como ha escrito Federico Mayor Zaragoza, Director General de la UNESCO, «más de 100 millones de niños en edad escolar no están matriculados; centenares de millones de jóvenes se ven obligados a dejar los estudios antes de haber alcanzado un grado de alfabetización duradera. A menos que se adopten medidas urgentes para remediarlo esos niños y jóvenes serán los adultos analfabetos del siglo XXI».
Sin embargo, cada segundo, la humanidad se gasta 25.000 dólares en armas, es decir, casi 200 millones de pesetas cada minuto.
Como han denunciado la ONU, la UNESCO y otros organismos internacionales, la humanidad gasta una de cada cinco pesetas de gasto público en gastos militares. Mientras que los países industrializados gastan aproximadamente igual en armas que en educación o salud, en los no desarrollados el gasto militar es tres veces mayor que en salud y un tercio más elevado que en educación.
Según Lown, medio día de gastos militares bastaría para pagar la inmunización de todos los niños contra las enfermedades infecciosas. Con los de seis meses sería posible financiar un programa de veinte años encaminado a satisfacer las necesidades esenciales de todos los países en desarrollo en materia de alimentación y sanidad.
Sin embargo, se opta por dinamizar la carrera armamentista y por el incremento de la capacidad nuclear, a pesar de que las armas nucleares acumuladas actualmente equivalen ya a 16.000 millones de TNT. Como dice Lown, con ese potencial, si cada segundo se hiciera estallar una tonelada de dinamita el estrépito de las explosiones se oiría constantemente durante 500 años.
Todo ello, sin contar que la ONU estima que los arsenales mundiales abarcan más de 140.000 tanques, 35.000 aviones de combate, 21.000 helicópteros, más de 11.000 navíos de guerra de gran tonelaje y más de 700 submarinos de ataque.
No sólo presenciamos una acumulación de medios de destrucción y muerte (más de 100 conflictos bélicos desde la II Guerra Mundial) sino que la expansión permanente de los gastos militares actúa como una hipoteca determinante para el desarrollo de las economías.
La inflación, el desempleo y la deuda externa de los países subdesarrollados tienen mucho que ver, como han demostrado los expertos de las Naciones Unidas, con la multiplicación de la industria armamentista.
Sin embargo, no es habitual oir hablar a los líderes políticos de estos asuntos.
Parecen normalmente más ocupados en resolver otros problemas ue ellos mismos han decidido que sean los grandes asuntos nacionales y que curiosamente no suelen tener mucho que ver con los que a la postre sienten en sus carnes las gentes normales. Especialmente los pobres y marginados, los que no entienden más discurso que el de su propia miseria.
La gran mayoría de las personas tampoco reaccionamos ante estas situaciones.
Imbuídos como estamos en unas relaciones sociales orientadas esencialmente hacia el confort, el individualismo, el dinero y la competitividad no parece que seamos capaces de forjar pautas de comportamiento solidario que, al menos, nos hicieran sentirnos incómodos ante tanta irracionalidad y desfachatez.
¿Hasta cuando permanecer impasibles?.
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