A FONDO: JUAN TORRES LOPEZ, ECONOMISTA
ENTREVISTA EN DIARIO CLARIN
El poder monetario. Es un mito de la ortodoxia económica que el dinero sea un simple medio para el intercambio. Hoy no financia las actividades productivas que generan riqueza, sino que se autorreproduce de manera autónoma y sin control. De este modo, se obstruye la producción y el trabajo en el mundo.
Mabel Thwaites Rey. DE LA REDACCION DE CLARIN.
El catedrático andaluz Juan Torres López es doctor en Economía, profesor y ex decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Málaga. Colaborador habitual de diarios españoles, ha publicado una decena de libros. Vino a Buenos Aires para dictar cursos en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y en el Instituto Argentino de Desarrollo Económico.
—En este mundo no hay libertad, en realidad, nada más que para que circulen los capitales y el dinero. Porque para que los seres humanos salten de una frontera a otra, deben sortear enormes dificultades. Basta recordar cómo se vigila la frontera entre México y Estados Unidos. No es verdad que haya plena libertad de movimientos de los recursos. Hemos construido un planeta en el que el dinero tiene más libertad que el ser humano.
—Pues sí, lo que yo vengo escribiendo últimamente es que, por una serie de transformaciones que han ocurrido en el mundo, sobre todo el desarrollo desproporcionado de las finanzas, se ha producido un fuerte divorcio entre la producción real y el flujo financiero. La circulación monetaria ha aparecido como una especie de espacio privilegiado del beneficio. El dinero, en lugar de ser un instrumento para favorecer el intercambio, se ha convertido en un objeto mismo del intercambio. Y eso hace, entre otras cosas, que los órganos que tradicionalmente habían podido regular y gobernar los procesos económicos cada vez tengan menos capacidad para ello. Los gobiernos tienen menos capacidad para influir sobre las cuestiones económicas. Por el contrario, otras instituciones vinculadas a los flujos monetarios son las que realmente tienen ese nuevo poder, que es privatizado y antidemocrático, porque no tiene ningún control.
—Hoy solamente pueden crear dinero los propios poseedores de dinero, y ellos están completamente al margen del gobierno de las naciones, o incluso del gobierno de organismos internacionales. Esto tiene efectos de todo tipo. Desde el punto de vista de la soberanía, porque cada vez es menos posible que los gobiernos hagan lo que quieren sus ciudadanos. Tiene efectos sobre la economía, porque significa que el capital productivo, la creación de riqueza, cada vez está más perjudicada por el privilegio monetario. Y tiene efectos también sobre el bienestar, porque lógicamente cada vez hay menos posibilidad de crear riqueza para distribuir.
—Pues cada vez menos. Ocurre que el dinero se dedica a ganar más dinero. Y eso hace que, naturalmente, el dólar o el peso o el euro no creen actividad productiva. Además, para que haya rentabilidad en el flujo monetario, lo que se precisa es lo contrario de lo que hace falta para la producción de bienes.
—Porque, por ejemplo, si usted tiene una cuenta en un banco, lo que le interesa es que las tasas de interés sean altas, porque le van a retribuir más. Pero a un empresario le interesa que los intereses sean bajos, para poder endeudarse y crecer, o para que haya más consumo. Por eso, los organismos internacionales, que favorecen a los propietarios de dinero, se empeñan siempre en que se adopten políticas monetarias restrictivas, porque eso beneficia a los poseedores de dinero: a los bancos, a los que prestan, a los fondos de pensión, pero perjudican enormemente a los consumidores o a los empresarios que están creando riqueza.
—Decir que hay más inflación porque hay más dinero es una simpleza. La inflación tiene otras explicaciones. Es el resultado de que no haya competencia en los mercados, que son cada vez más concentrados. La inflación se crea, por ejemplo, porque hay un conflicto distributivo, porque hay gran desigualdad, y entonces, los agentes sociales pugnan por conseguir un reparto de la torta más favorable a cada uno de ellos. Pero en un país donde hubiera competencia, donde hubiera un reparto justo de la renta, la inflación sería menor, sin duda alguna, y no tendría por qué haber una política monetaria tan restrictiva, que perjudica la creación de riqueza.
—Entiendo que es un error actuar sólo en el ámbito monetario. Creo que el problema mayor que tiene Argentina, o cualquier otro país del entorno, reside en las políticas del Fondo Monetario Internacional. En todo el mundo éstas han destruido la capacidad de creación de riqueza de economías que tenían gran potencialidad para generarla. Los problemas en serio son la destrucción de capital industrial, el desempleo y la desigualdad, que impiden el desarrollo económico. No creo que sea sólo un problema monetario.
—Los bancos centrales se han convertido en el brazo armado de las políticas del FMI. Se está demostrando cada vez más claramente que sus políticas, primero, son impuestas autoritariamente, es decir, no son el resultado de decisiones democráticas. Segundo, no tienen justificación teórica de ningún tipo. Tercero, se equivocan a la hora de lograr los objetivos que dicen querer alcanzar. Y en cuarto lugar, tienen unos resultados realmente desgraciados para el bienestar social. El reciente Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz lo ha puesto de relieve en su libro «El malestar en la globalización». Y realmente es cada vez más evidente que la política del Fondo en todo el mundo, sin tener base científica alguna, lo que está provocando es una secuela de daño humano y de quebranto económico que realmente alcanza niveles increíbles. No sé cómo este planeta se puede dar el lujo de tener unas políticas que están destruyendo tanto, que están creando tanto dolor, sin fundamento científico alguno.
—Pero no hay en la teoría económica verdades irrefutables. No hay fundamento científico para eso, solamente son prejuicios ideológicos que casualmente terminan siempre provocando el enriquecimiento de los mismos. Y eso está llevando a un incremento de la desigualdad en el mundo que es insostenible. Porque no tiene lógica que mientras a principios del siglo XX la desigualdad entre el mundo rico y el mundo pobre fuera de tres a uno, ahora sea de setenta y cuatro a uno. Este es un camino que puede llevar nada más que a la barbarie.
—Claro. Porque el FMI no sabe aplicar más remedio que el que ya sabe. Que es el que hace rico al rico. Y en el caso argentino, como antes el del sudeste asiático, el de México, el de Brasil, el de Turquía, el de Rusia, se han provocado los mismos efectos: pobreza para la gran mayoría, pero grandes beneficios para una minoría, para el dólar y para Estados Unidos. Son medidas equivocadas entre comillas, porque para quien gana con estas situaciones, realmente son muy acertadas.
—En efecto. Es que los economistas del FMI no solamente muestran tener escasísima sensibilidad hacia los problemas del dolor ajeno, sino que tal vez son bastante torpes, porque no aciertan. Ni tan siquiera saben aplicar correctamente lo que proponen y realmente es escandaloso que un organismo que es el más poderoso de la Tierra en el ámbito económico, cometa tantos errores. Y en ese sentido, uno tiene poca confianza en personajes que son expertos en el arte de equivocarse. Se han aprendido el catecismo en breviario y lo aplican igual a un país de una economía como de otra. Entonces, hace falta ser muy optimista para pensar que de ellos pueda surgir algo positivo. Basta recordar que un informe del FMI, de cinco o seis meses antes de la gran crisis de México, lo calificaba como una de las plazas financie ras más seguras del mundo. O sea que son, aparte de completamente insensibles hacia la pobreza que provocan y hacia el daño social que generan, extraordinariamente ineficientes.
—Esa es la dimensión totalitaria que tienen el Fondo Monetario y el neoliberalismo. Es verdaderamente indignante que digan: «Si en Brasil o si en tal país gana tal candidato, se va a producir un caos». Pienso que quizá lo que tendrían que hacer es una lista que dijera, en cada lugar, quién se puede presentar a elecciones y quiénes no. A los que no pensamos como opinan los técnicos del Fondo podrían confinarnos en una especie de reserva para la biodiversidad humana o tirarnos fuera del mapa. Porque estas políticas son cada vez más totalitarias. Lo que no se ajusta a esta política no está en el mundo. Eso es pensamiento único y es totalitarismo. Y eso es algo que también es insostenible. Porque las mayorías quieren vivir de otra manera.
—El neoliberalismo está convirtiendo todo el planeta en una inmensa sociedad de riesgo, donde las certidumbres más elementales desaparecen. Pero incluso en los países más ricos, donde uno no sabe si se va a comer un trozo de carne de una vaca loca y se va a morir a los quince días, o no sabe qué va a pasar con el empleo la semana próxima. Creo que el valor más importante es el de la vida humana, pero en lo que ésta tiene de satisfacción, de certidumbre, de mínima seguridad, de expectativas. Y ahí viene la frustración, la falta de horizontes, el miedo, la desilusión, el fracaso, el temor a que no haya mañana. Esto es lo que está ocurriendo y lo que provoca unos movimientos migratorios internacionales absolutamente descontrolados, que implican un dolor tremendo para las personas que se tienen que desarraigar, para irse a sociedades donde no van a tener más que incomprensión. Eso es lo que hace que el mundo esté en un permanente desorden.
—En una gran medida se les ha acabado el discurso, no saben qué hacer. Desgraciadamente, la solución que puede haber en cartera es mucho peor, que es de dominio militar. De hecho, en algunos ámbitos se cree que Estados Unidos podría estar pensando en soluciones cívico-militares en algunos países de América latina. O, por ejemplo, en Europa, hoy se están produciendo movimientos de extrema derecha importantes. O sea que no hay respuesta ni en el ámbito de la ideología ni en el del discurso. Pero esa falta de respuesta está acompañada de un incremento del militarismo y del discurso represivo, y eso es muy preocupante.
—Bueno, siempre, en la historia de la humanidad, los cambios se han producido lentamente. Y siempre, antes de que los cambios se produjeran, parecía que eran inalcanzables. Cuando la esclavitud se consideraba un derecho natural, pensar que había que abolirla era una locura, pero al final se abolió. Hoy día yo creo que mucha gente pone en cuestión este orden social y económico que es terriblemente injusto, porque implica demasiada muerte y demasiada insatisfacción. Fíjese este dato de las Naciones Unidas: hay 225 personas en el mundo cuya riqueza equivale a la de la mitad de la población mundial. Las Naciones Unidas calculan que con el 4% de lo que ganan al año estas 225 personas, se podrían financiar programas para cubrir las necesidades humanas básicas como la educación, la sanidad, la vivienda, el saneamiento básico, la salud reproductiva. Eso significa que hay recursos, pero los acumulan siempre los mismos. Yo no sé si la transformación necesaria es capaz de hacerla el capitalismo, pero tendrá que hacerla si no quiere desaparecer. Pero tengo esperanza en las movilizaciones que se están dando en todo el mundo en torno a movimientos que reivindican una globalización gobernada, que mire las necesidades de los seres humanos. Esto demuestra que se empieza a caminar en otro sentido.
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