Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Ahora es fácil llorar

Publicado en Público.es el 16 de octubre de 2013

Ahora es fácil llorar e indignarse por la tragedia de Lampedusa.

Cuando se contemplan las filas de muertos devorados por el frío, la soledad y la miseria se nos revuelve el alma y nos sentimos dolidos e incómodos, incluso puede que hasta nos avergoncemos de nuestra condición inhumana y que nuestro mundo nos parezca incivilizado.

También es fácil ahora para las autoridades afirmar que todo esto hay que arreglarlo y que hemos de acabar con desastres semejantes. Es momento fácil para promesas. Están demasiado cerca los cadáveres y ni siquiera los más insensibles podrían evitar sentirse afectados. La muerte, incluso la de esos pobres tan lejanos, nos impacta a todos.

Pero ¿y antes?

¿Dónde estaba nuestra indignación y dónde el dolor que ahora dicen sentir las autoridades cuando en mayo de 2008 se aprobó en Italia el llamado “Paquete de Seguridad”, que tipificaba como delito la inmigración clandestina y que castigaba incluso con pena de cárcel a quien ayudara de cualquier forma a los extranjeros en situación irregular? ¿Dónde estaba la preocupación por los inmigrantes que ahora dicen tener los gobiernos y autoridades europeos que no hicieron nada para evitar que se aplicase esa ley?

¿Dónde estaba nuestro dolor cuando el gobierno español dejó sin asistencia sanitaria a casi 900.000 inmigrantes?

¿Dónde está nuestra incomodidad y rechazo cuando el gobierno francés expulsa a gitanos o rumanos porque, según dijo uno de sus ministros, “esas poblaciones tienen modos de vida que son extremadamente diferentes de los nuestros”?

Y, sobre todo, dónde está nuestra dignidad cuando la Unión Europea aplica constantemente medidas que empobrecen a los pueblos de donde luego tienen que huir miles de personas hambrientas y desesperadas. ¿No deberíamos haber reaccionado antes, cada vez que Europa recorta un derecho a los desheredados que ya de por sí no tienen nada?

¿No debería haber surgido antes la indignación, al verlos venir pobres de naciones que son ricas, en donde abundan quizá más que en cualquier otro lugar los recursos naturales de todo tipo, pero, eso sí, que han sido empobrecidas hasta el extremo, antes por la voracidad de las metrópolis, ahora de las grandes compañías multinacionales y siempre con la complicidad de las oligarquías locales a las que apoyan nuestros gobiernos que se dicen demócratas?

¿No debería habernos dolido antes el saqueo constante que hemos hecho de sus riquezas, la destrucción de su vida y costumbres de siglos, el desmantelamiento consciente de sus instituciones para provocar su división y evitar así que pudieran responder ante nuestras constantes agresiones?

¿No debería habernos indignado antes que los gobiernos ricos disminuyan la ya menguada ayuda al desarrollo y, mucho más, que la mayor parte de ella se vincule a beneficios comerciales o militares, dejando en la estacada a millones de personas? ¿No nos debería haber dolido antes que sean nuestra falta de solidaridad y nuestras políticas egoístas las que condenan a la miseria a quienes desesperados naufragan más tarde en nuestras costas?

¿No debería producirnos dolor que sea el dinero que tenemos depositado en nuestros bancos de confianza el que especulando produce luego el hambre que mata a millones de personas o que las obliga a huir hacia la muerte, o que sean los políticos a los que damos sin problema nuestro voto los que provocan con sus decisiones la ruina de millones de pequeños productores y el desastre que sufren países enteros?

¿Qué ha podido pasar para que no reaccionemos, para que la sensibilidad solo aparezca, si acaso, y con silencio y sumisión, cuando las cosas son ya irremediables?

La vergüenza horrible de Lampedusa, como la que supone el trato que en Europa se está dando a tantos miles de seres humanos “irregulares”, es la consecuencia de un largo proceso de empobrecimiento y destrucción, sí, pero también de mirar a otro lado y de pérdida de la conciencia y la dignidad. O, como ha escrito hace unos días Lina Gálvez (Casi personas), es el efecto de una terrible deshumanización que nos hace perder el sentido de especie, de manera que admitimos que se pueda matar, robar, violar o vejar al otro sin sentir culpa porque lo consideramos “no humano”, alguien que no es “de los nuestros” (quizá, simplemente, por la razón que daba el ministro francés, porque sus modos de vida nos parecen diferentes a los nuestros que consideramos los naturales).

Es por eso, porque nuestra especie parece que tiende a quedarse desprovista de humanidad, por lo que no nos han indignado ni nos indignan, ni nos hacen sufrir, ni nos avergüenzan, ni nos hacen sentir culpables todas esas políticas y decisiones que unas veces matan directamente y otras, como ahora en Lampedusa o en tantos casos que ni siquiera conocemos, poco a poco o algo más tarde.

Las políticas que se vienen aplicando en los últimos decenios han conseguido concentrar la riqueza en menos manos que nunca, aunque destruyendo riqueza a raudales para dar privilegio a las megacorporaciones en perjuicio de pequeños y medianos productores de todo el planeta, y eliminando derechos e instituciones. Pero, sobre todo, han logrado otro propósito quizá mucho más importante y al que no se le está prestando la atención debida para poder darle respuesta. Lo expresó con toda claridad una de sus primeras inspiradoras, Margaret Thatcher, cuando decía que el objetivo era “cambiar el alma” para que en el mundo haya lo que ella creía que debía haber: no sociedad sino individuos.

Es metiéndonos en el cascarón de nuestra individualidad como nos deshumanizan para que no sintamos rabia ante la injusticia que cae sobre el otro; para que seamos seres ensimismados que no reaccionemos cuando se le quita todo al que está a nuestro lado; para que no nos duela el dolor de los demás; para que no sintamos lo mismo que sienten los que son lo mismo que nosotros, pero a los que no sentimos como tales; para que no nos unamos unos con otros y nos dejemos dócilmente empobrecer, humillar o incluso matar.

Hay una lucha política pendiente contra todas esas medidas que empobrecen y que matan, contra la estrategia verdaderamente criminal que produce cada día la muerte de 50.000 seres humanos solo por falta de alimento o de agua cuando hay recursos sobrados para evitarlo. Pero nunca será exitosa, y ni siquiera se podrá poner en marcha si no comenzamos rehumanizándonos, buscando la mano de los otros y dejando de ser solo nosotros, subrayando constantemente nuestra diferencia y nuestra identidad, para ser y vivir como y junto a todos los demás.

Escribía Alejo Carpentier en El siglo de las luces que “hay épocas hechas para diezmar los rebaños, confundir las lenguas y dispersar las tribus”. Vivimos, creo yo, en una de ellas y por eso habría que empezar por reunir los rebaños, por usar las lenguas para entendernos (también escribió en esa misma novela que “Nuestra época sucumbe por un exceso de palabras”) y no para atacarnos, y por reagrupar las tribus.

Sin ser conscientes de ello, se hace política sin verdadero calor humano, se ofrecen programas electorales pero no formas y soluciones efectivas de vida que puedan empezar ya a ponerse en marcha, se dicen muchas palabras y se multiplican las banderas y los llamamientos pero no se crean espacios en donde reconquistar la humanidad que hemos ido perdiendo y la presencia de los demás para empezar a identificarnos unos con otros y anticipar y crear entre todos una nueva sociedad. Es decir, política de ruido que nada cambia porque de ella no brota lo auténticamente humano que hay dentro de nosotros, los sentimientos de rechazo a la injusticia, la rebeldía, el amor y el afecto, la solidaridad… que son los únicos de donde pueden nacer la conciencia y la movilización que se necesita para acabar con vergüenzas como las de Lampedusa.

 (Dedico este texto a M.E.L.A. que me pidió que lo escribiera, por agradecimiento y porque con personas como ella no habría que escribir artículos como este)

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13 comentarios

Antonio Gonzalez 16 de octubre de 2013 at 11:12

En resumen vivimos en un mundo que es una
farsa en que no hay espíritu humano.
La cuestion es si tendremos la capacidad y
el valor de tranformar el mundo.
Si pides educacion para todos, salud para
todos, trabajo para todos, vivienda para
todos, una vida digna para todos…….eso
es comunismo y es malo.
Pues nos tendremos que joder.(con perdon
por la expresión)

Responder
María Dolores Amorós 16 de octubre de 2013 at 12:38

¡Qué maravilla de artículo! Toda la solidaridad y generosidad que de un ser verdaderamente humano se pueda desprender aquí se encuentra.
Imposible no reaccionar ante estas llamadas a la conciencia para luchar por aquello que nos haga merecedores de la condición humana en lo más profundo y auténtico de su significado.
Gracias, profesor. Es un honor poder leerte.

Responder
Mª Pia Uribe 16 de octubre de 2013 at 19:24

Estimado Sr. Torres, Su artículo llega al alma. Efectivamente ahora es fácil llorar, sobre todo «con lágrimas de cocodrilo» que es lo que realmente hacemos. Somos capaces de aliviar nuestra mala conciencia dando limosna y creyendo que por ello somos solidarios. Pero somos incapaces de luchar por la justicia y que se se pueda, de una vez por todas, ir sentando las bases para que las personas podamos pensar por nosotros mismos. Con los medios actuales sería sumamente fácil. Hoy en día existen una gran cantidad de magníficos documentales que deberían ser vistos por toda la ciudadanía y principalmente en las escuelas e incluso en las Universidades para que mediante el conocimiento, sacasen todos sus propias conclusiones. Ejem.: La serie emitida por la 2 a las 21 h. Escrita y narrada por Oliver Stone. Sin embargo la TV pública con harta frecuencia se utiliza como otro Opio de las masas y no me refiero solo al uso y abuso del futbol; el programa que emite la 1ª después del telediario de las 15 horas denominado «Entre Nosotros» me parece una muestra de la vergonzosa manipulación de los sentimientos y a la que no puedo entender como se prestan a acudir profesionales » supuestamente cultos»
Igualmente, es impresionante escuchar en tertulias cuando se habla, por ejem. del IVA reducido o de subvenciones que haya contertulios que defiendan que el único criterio deba ser el mercado, que si a la gente le interesa el futbol es lo que hay que abaratar para que puedan ir, que el cine y la cultura interesan a muy pocos y por lo tanto hay que olvidarlo. Con semejantes criterios, que por desgracia, no creo que imperen solo en nuestro País no veo como podemos arreglar el mundo.
Lamento haber soltado este rollo
Lamento decir que a mi corto entender el mundo en general y nuestro País en particular, están fatalmente organizados. Nos hemos dotado de un inmenso número de organismos e instituciones que solo sirven para retroalimentarse. ¿A quién le interesa que las masas reciban una educación que les permita pensar?
Hoy en día existen una gran cantidad de magníficos Documentales que deberían ser vistos por toda la ciudadanía,

Responder
Mª Pia Uribe 16 de octubre de 2013 at 19:32

Como puede apreciarse en el correo que he enviado tenía que haber suprimido el último párrafo pero no he podido pues se ha enviado el sólo.
Pido disculpas por mi torpeza. Gracias

Responder
MARÍA 16 de octubre de 2013 at 20:42

qué le importa al fondo monetario internacional
si nos brillan los ojos
cuando reímos
si nuestras lagrimas
son dulces o saladas
qué le importa al banco mundial
si somos sensibles
susceptibles
si nos gusta
el helado de dulce de leche con nuez
qué le importa a los grandes inversores internacionales
si tenemos sed
hambre
un sueño inoportuno
un insomnio floreado
qué le puede interesar a wall street
si hoy tuvimos una caricia
amorosa
si estamos enamorados
si el invierno esta tan frío
si ahora todo esta tan caro
en qué le perjudicaría al dueño del mundo
que sé yo
al que sea
no sé como se llama
que abracemos a los hijos
que tengamos un presente
un pasado
que la vida nos conmueva
que
se
amó
lo
que
se
amó
vía http://www.juangelman.com/wordpress/que-se-amo-lo-que-se-amo-matias-olivera/

Responder
JM 17 de octubre de 2013 at 02:30

Magnífico artículo….
y donde cuando (me marcó) vimos durante dos días agonizar a una niña (morena eso sí ) atrapada en un pozo sin que narie moviese un dedo… o incluso le diese un tiro…
y donde cuando un barco lleno de seres humanos fué rechazado país tras país… sólo Canadá… se apiadó de una puta perra embarazada que fue desembarcada y cuyos cachorros costaron fortunas en internert y coparon telediarios… nientras el resto de personas fue abandonado a su suerte, y donde estamos los vecinos cada vez que desahucian a alguien y el resto no acoge cada uno a un miembro de la familia, y donde estaban los padres de los chavles apaleados por quejarse del frío en Valencia… y con estas mimbres… donde coño vamos… cada vez veo mas lejanas de Shakespeare en Coriolano… (seremos fruto de una evolución inversa jajaja … por no llorar… que vergüenza para todos aquellos que nos precedieron… y sobre todo para los que dejamos el marrón de nuestra cobardía suprema…. (en general, no val por este blog ni mucho menos)):
«Los patricios son tenidos por buenos ciudadanos; nosotros somos los pobres ciudadanos. Con lo que sobra a los poderosos bastaría para socorrernos. Si tan sólo nos dieran lo que les es superfluo mientras estuviese en buen estado, podríamos creer que nos auxilian por humanidad; pero piensan que somos demasiado caros de sostener. La delgadez que nos devora, el espectáculo de nuestra miseria, son como el inventario encargado de mantener detallada la cuenta de su abundancia. Nuestro sufrimiento constituye provecho para los tales. Venguémonos con nuestras picas antes de vernos reducidos a esqueletos; porque saben los dioses que cuando hablo así es porque tengo hambre de pan y no sed de venganza.”
Salud!

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Beimler 17 de octubre de 2013 at 11:07

Pero está claro que hay que poner coto a la inmigración descontrolada.Es interés de los capitalistas,no de los trabajadores,que entre tanta mano de obra barata de otros países.A ellos,los capitalistas,les interesa tener una mano de obra abundante,que presione continuamente los salarios a la baja.En resumen,les interesa lo que Marx llamó «el ejército industrial de reserva».En un momento de tanto paro y desempleo,de ataque descarado contra las conquistas de los trabajadores,hay que encontrar otra solución,que no sé cual es,pero que podría ser la ayuda a los países en desarrollo para fomentar su crecimiento.Cuando existía el socialismo,la Unión Soviética y los otros países socialistas de Europa ¿Qué se hacía? se ayudaba a la revolución en los países del tercer mundo,se becaba a numerosos estudiantes de estos países para que estudiasen en Rusia,en Alemania Oriental,donde fuera,y se ayudaba a los gobiernos progresistas en su revolución.No sé lo que hay que hacer ahora,lo repito,pero algo hay que hacer que no benecificie sólo a los empresarios,empezando por nuestra propia casa.Eludir el problema,negarlo,meter la cabeza bajo el ala,no es desde luego la solución.Me parece.

Responder
Cristina 17 de octubre de 2013 at 23:05

Desde que ocurrió esta tragedia tengo una fijación con el otorgamiento post- morten de la nacionalidad italiana a las víctimas ¿alguna de ellas lo pidió en vida? ¿querían ellas ser italianas? ¿es un premio ser italiano? ¿Subyace como presupuesto la superioridad del gentilicio «italiano» por sobre «eritreo» o «somalí»?
Sólo un puñado de preguntas. Nada más.

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JM 19 de octubre de 2013 at 00:19

Beimler en 17 octubre, 2013 en 11:07
Comprendo lo que dices, pero de incontrolada nada, programada, nadie abandona su país sin motivo, especialmente sin cualificación… las migraciones actuales se han debido a los designios de amos “transnacionales”… y ahora recogen (creo) lo que sembraron, después de desbrozar al resto de países de cualquier remedo de soberanía real….
Me permito incluir un largo texto de Alain de Benoist; Aparentemente puede ser xenófobo, por favor leedlo con detenimiento… igual me equivoco… pero xenofobia, racismo, fronteras no son lo mío… y no selecciono textos por autor, intento ubicarlos en su época… y por supuesto no considero nada como verdad absoluta… aunque pueda compartir parte de su mensaje:
LA INMIGRACIÓN: EJÉRCITO DE RESERVA DEL CAPITAL
En 1973, poco antes de su muerte, el presidente Pompidou reconocía haber abierto las puertas a la inmigración a petición de un cierto número de grades empresarios, como Francis Bouygues, deseosos de beneficiarse de una mano de obra dócil, barata, desprovista de conciencia de clase y carente de toda tradición de lucha social, con el fin de ejercer presión a la baja sobre los salarios de los trabajadores franceses, de reducir su fuerza reivindicativa y, de paso, romper la unidad del movimiento obrero. Esos grandes empresarios, subrayaba Pompidou, ‘siempre quieren más’.
Cuarenta años después nada ha cambiado. En un momento en el que ningún partido que aspire a gobernar se arriesgaría a pedir que se acelere aún más el ritmo de la inmigración, sólo la patronal se pronuncia en ese sentido, simplemente porque se trata siempre de su interés. La única diferencia es que ahora los sectores económicos afectados por la inmigración son más numerosos, ahora incluyen no sólo al sector industrial y a la hostelería sino que afectan a profesionales antes protegidos frente a la inmigración, como los ingenieros o los informáticos.
Es un hecho conocido que Francia recurrió masivamente a la inmigración desde el siglo XIX. En 1876 los inmigrantes eran ya 800.000 personas y eran 1,2 millones en 1911. La industria francesa fue en un primer momento centro de atracción de la inmigración belga e italiana y atrajo más tarde a los polacos, y después a los españoles y a los portugueses. “Esta inmigración poco cualificada, no sindicada, permitirá al empleador burlar las crecientes restricciones que impone el derecho laboral”1.
En 1924 llegó a crearse una Sociedad General de Inmigración (SGI) a iniciativa de la industria del carbón y de los dueños de las grandes explotaciones agrícolas del Nordeste. Esta sociedad abrió oficinas de empleo en Europa, que funcionaron como una bomba para aspirar mano de obra. En 1931 se llegaría a los 2,7 millones de extranjeros en Francia, el 6,6% de la población total (515 de cada 100.000 habitantes).
“Un medio efectivo para una parte de los empresarios para hacer presión a la baja sobre los salarios (…). Desde esa época el capitalismo busca hacer competir unos con otros a los trabajadores recurriendo a un ejército de reserva para bajar los salarios”2
Tras la segunda guerra mundial, los inmigrantes llegarán cada vez con más frecuencia de países del Magreb, primero Argelia, después Marruecos. Camiones fletados por las grandes empresas (sobre todo de los sectores del automóvil y la construcción) acuden por centenares para reclutarlos en sus lugares de origen. Desde 1962 a 1974 se instalarán en Francia por esta vía casi dos millones de inmigrantes adicionales; de ellos unos 550.000 serán reclutados por la Oficina Nacional de Inmigración (ONI), organismo gestionado por el Estado pero controlado bajo mano por la patronal. Desde entonces la oleada no ha dejado de incrementarse.
“Cuando hay escasez de mano de obra en un sector -explica Francois-Laurent Balssa- sólo hay dos alternativas: o se aumentan los salarios o se recurre a mano de obra extranjera. Y es la segunda la que generalmente prefiere el Consejo Nacional de la Patronal Francesa (CNPF) y, después, a partir de 1998, el Movimiento de Empresas (MEDEF) que lo sucede. Una elección que manifiesta el deseo de beneficio a corto plazo y que tendría como efecto retardar el progreso de los medios de producción y la innovación industrial. El ejemplo del comportamiento de Japón en ese mismo periodo muestra cómo el rechazo de la inmigración a favor de la mano de obra autóctona permitió a ese país llevar a cabo una revolución tecnológica con la que se adelantó en el tiempo a la mayor parte de sus competidores occidentales”3.
La inmigración fue, pues, en sus inicios un fenómeno inducido por los empresarios. Hoy, lo continúa siendo. Son las grandes empresas las que quieren siempre más inmigración. Esta inmigración se produce de acuerdo con el espíritu del capitalismo, que tiende a la eliminación de las fronteras (según el lema ‘dejad hacer, dejad pasar’).
“Obedeciendo a la lógica del dumping social –prosigue Francois-Laurent Balssa- se ha creado de esta manera un mercado de trabajo ‘low cost’, con los sinpapeles poco cualificados haciendo las veces de trabajadores comodín. Es como si los grandes capitalistas y la extrema izquierda hubieran hecho un pacto, unos porque quieren desmantelar el Estado social, que consideran les sale demasiado caro, y los otros porque quieren eliminar el Estado-Nación, al que consideran demasiado arcaico”4.
Por eso, el partido comunista y el sindicato Confederación General del Trabajo (CGT) combatieron hasta 1981 el principio liberal de la apertura de fronteras en nombre de la defensa de los intereses de la clase obrera y cambiaron después radicalmente su postura.
“Dejad pasar a las personas pero también a los capitales y a las mercancías, esa es la doctrina de la Comisión Europea. Mejor: dejad pasar a las personas con el fin de rentabilizar mejor el movimiento de capitales y mercancías” escribe Eric Zemmour, que recuerda que “los importantes movimientos migratorios de los últimos veinte años han sido componentes mayores de un crecimiento económico sin inflación porque el flujo continuo de mano de obra barata pesa como una losa sobre los salarios de los trabajadores occidentales5. Michèle Tribalat observa a su vez que “la inmigración modifica el reparto de la tarta económica y este hecho innegable tiene mucho que ver con que unos sean partidarios de una inmigración intensa mientras otros intentan combatirla”6.
El liberal Phillippe Nemo, que está inspirado aunque sólo sea en este caso, confirma esas observaciones:
“En Europa ciertos responsables económicos sueñan con hacer venir a Europa una mano de obra barata, capaz de ocupar, en un primer momento, ciertos empleos para los que la mano de obra local es insuficiente y de presionar después significativamente a la baja los salarios de los demás trabajadores europeos. Estos grupos de presión, que tienen medios de sobra para hacerse oír en los gobiernos nacionales y en la Comisión de Bruselas, son partidarios tanto de la inmigración en general como de la extensión de la Unión Europea porque ésta facilitará considerablemente la inmigración de trabajadores. Tienen razón desde su punto de vista, es decir, según una lógica puramente económica (…). El problema es que no se puede razonar en este tema usando una lógica meramente económica, dada la cantidad de consecuencias sociológicas importantes que tiene el flujo hacia Europa de población no europea. Si los capitalistas en general prestan poca atención a este problema quizá sea porque ellos suelen disfrutar de los beneficios económicos de la inmigración sin sufrir los perjuicios sociales consiguientes. El dinero ganado por sus empresas, cuya rentabilidad han asegurado mediante la inmigración, les permite vivir en residenciales de lujo, dejando que sus compatriotas menos afortunados se las vean con la población extranjera en los barrios desheredados”7.
Ésta es también la opinión de los expertos. Es lo que reveló en el 2009 un informe del Consejo de Análisis Económico (CAE), organismo que depende directamente del gobierno. Ese documento, titulado ‘Inmigración, Cualificación y Mercado de Trabajo’, empieza por explicar que la noción de ‘escasez de mano de obra’, que es lo que tradicionalmente se alega para justificar el recurso a la inmigración, no tiene un significado claro en épocas de desempleo. “Desde el punto de vista de la ciencia económica, esa noción de escasez no está clara” se lee en ese texto, porque “el hecho de que ciertos nativos rechacen ciertos tipos de empleo puede significar sencillamente que esos trabajadores tienen acceso a otros empleos mejores, de modo que en aquellos los salarios deberían aumentar para que los trabajadores quisieran desempeñarlos” (p. 45). Esto revela claramente que la escasez se produce sólo cuando en un sector no se ofrecen salarios suficientes -y que el recurso a la inmigración es en definitiva un medio para no aumentar los salarios, es decir, se crea artificialmente una escasez de mano de obra que se remediará después buscando fuera mano de obra que acepte salarios inferiores. El informe concluye además que “en el caso del mercado de trabajo esto significa que en lugar de la inmigración de los años 60 podría haberse producido un alza en los salarios de los trabajadores menos cualificados” (p. 46).
Ese mismo documento revisa además una serie de estudios que han intentado calcular, en Francia y fuera de ella, el impacto de la inmigración sobre los salarios: “Atlonji y Card encuentran que un alza del 1% en la proporción de inmigrantes reduce el salario en un 1,2% (…). Boris concluye su estudio afirmando que entre 1980 y 2000 la inmigración debió aumentar en un 11% la oferta de trabajo, lo que habría reducido el salario de los nativos aproximadamente en un 3,2%” (pp. 37-38)
Desde principios de siglo la inmigración ha aportado a la población de Francia aproximadamente 350.000 personas por año, la mayor parte de origen extra-europeo (de ellas 200.000 corresponden a entradas regulares debidas a inmigración por causas de trabajo o de reagrupamiento familiar, 50.000 corresponden a peticiones de asilo y 80.000 a nacimientos en familias de origen extranjero). El número de inmigrantes nacionalizados aumenta cada año en unos 150.000, de modo que a mediados de siglo un tercio al menos de la población francesa procederá de la inmigración.
Según las cifras oficiales, los inmigrantes que viven en hogares normales son hoy 5 millones, es decir, un 8% de la población francesa en el 2008. Los niños de cuyos padres al menos uno es inmigrante son 6,5 millones, o sea, el 11% de la población. Se calcula que los inmigrantes ilegales son entre 300.000 y 550.000 (las expulsiones de ilegales cuestan 232 millones al año, es decir, 12.000 euros cada caso). Por su parte, Jean-Paul Gourévitch, calcula que la población de origen extranjero sumaba en Francia en el 2009 unos 7,7 millones de personas (de ellas 3,4 millones de magrebíes y 2,4 millones de subsaharianos), es decir, el 12,2% de la población actual en la Francia europea. En el 2006 el 17% de los nacidos procedían de la población inmigrante.
Ahora bien, si es cierto que la inmigración aporta a los negocios privados más de lo que les cuesta, en contraste cuesta al sector público mucho más de lo que le aporta. Existen cálculos del coste total de la inmigración. Según un estudio de Contribuyentes Asociados, reeditado por Jean-Paul Gourévitch, el coste de la política migratoria de Francia, los gastos que el Estado destina a la inmigración suman hoy 79.400 millones de euros por año, de los que casi tres cuartos (58.600 millones) son costes sociales. Los aportes de los inmigrantes suman 48.900 millones, de los que dos tercios se deben a la fiscalidad directa (del Estado y entidades locales) y a los impuestos indirectos (IVA y TIPP), de manera que el déficit global para las finanzas públicas se eleva a 30.400 millones de euros anuales, o sea, un 1,56 del PIB. Téngase en cuenta que el coste no económico de la inmigración no está incluido en esas cifras.
Jean-Paul Gourévitch precisa que “los estudios llevados a cabo al otro lado del Canal de la Mancha y al otro lado del Atlántico muestran que el efecto global de la inmigración sobre las finanzas públicas no es positivo porque la inmigración de población no trabajadora, que cuesta al Estado más de lo que aporta, es más numerosa que la inmigración de mano de obra, que aporta un poco más de lo que cuesta, cuando no se trata de trabajadores ilegales”8. Añade que si a los déficits fiscales que produce la inmigración se añaden los gastos de expatriación, es decir, más de 11.000 millones, y lo que el Estado deja de ingresar, entonces “el coste de la política migratoria de Francia se eleva hoy a 38.300 millones de euros por año, lo que supone casi el 2% del PIB”9.
En Francia se está produciendo en estos tiempos una inmigración de población no trabajadora, consecuencia del reagrupamiento familiar. Pero hoy los inmigrantes constituyen más que nunca el ejército de reserva del capital. En este sentido, resulta cuanto menos chocante ver como las redes de sinpapeles que sostiene la extrema izquierda, que espera encontrar en los inmigrantes un nuevo proletariado como el que perdió, sirven a los intereses de la patronal. Redes mafiosas, traficantes de hombres y de mercancías, grandes patronos, militantes ‘humanitarios’, empleadores en la economía sumergida: todos son partidarios de la abolición de las fronteras a favor del librecambismo a escala mundial. ¡Olivier Besancenot** y Laurence Parisot*** unidos en la misma lucha!
Revelador es, por ejemplo, que Michael Hardt y Antonio Negri, en sus libros-manifiesto Imperioy Multitud10, se pronuncien por una “ciudadanía mundial” y hagan una llamada a la eliminación de las fronteras, que tendría como efecto inmediato acelerar el establecimiento en los países desarrollados de masas de trabajadores con bajos salarios procedentes del Tercer Mundo o de los países emergentes. El hecho de que la mayor parte de los inmigrantes deban hoy su desarraigo a las dislocaciones continuas impuestas por la lógica del mercado global, de que ese desarraigo sea precisamente el que busca el capitalismo para someter más fácilmente el ser humano al mercado, el hecho en fin de que, por otro lado, al arraigo territorial sea parte de las motivación humana, todo eso no molesta de manera alguna a estos autores, que, muy al contrario, observan con satisfacción que “el capital ha exigido una movilidad creciente de la mano de obra y migraciones continuas a través de las fronteras nacionales”11. El mercado mundial constituirá, desde su punto de vista, el marco natural de la “ciudadanía mundial”, porque ese mercado “exige un espacio abierto a flujos descodificados y desterritorializados”; esos autores suponen que el mercado mundial sirve a los intereses de la “multitud” porque “la movilidad conlleva un precio que tendrá que pagar el capital, que es el deseo acrecentado de liberación”12.
El problema de esta apología del desarraigo, considerado como pre-condición del “nomadismo” liberador, es que se basa en una visión completamente irreal de la situación concreta de los inmigrantes y de las personas desplazadas. Escriben Jacques Guigou y Jacques Wajnsztein: “Hardt y Negri se hacen ilusiones sobre la capacidad de los flujos migratorios para convertirse a la vez en una nueva posibilidad de revalorización del capital y en una base para un enriquecimiento de las perspectivas de la “multitud”. Las migraciones no son, sin embargo, nada más que un aspecto de la competencia universal y, en sí mismo, emigrar no es más liberador que quedarse en la propia tierra. El sujeto “nómada” no es más proclive a la crítica y la sublevación que el sujeto sedentario”.13 “Mientras los hombres abandonen a sus personas cercanas y vayan, incluso con riesgo de sus vidas, a buscar trabajo en otros lugares -para incorporarse a la rueda del capitalismo- no serán más portadores de emancipación que esos defensores autocomplacientes del Occidente postmoderno, de los que vendrán a ser simplemente la versión miserable”.14
Quienes critican el capitalismo y aprueban a la vez esa inmigración cuya primera víctima es la clase obrera, harían mejor callándose. Quienes critican la inmigración pero guardan silencio sobre el capitalismo deberían hacer exactamente lo mismo.
Alain de Benoist

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JM 19 de octubre de 2013 at 00:21 Responder
Beimler 19 de octubre de 2013 at 18:39

JM,el texto que reproduces es brutal,impresionante.Realmente aquí hay un grave problema,y tratarlo con frivolidad u ocultarlo sólo puede llevar al crecimiento de los partidos de extrema derecha xenófobos en el seno de la clase obrera,lo que es también brutal,y en el resto de la sociedad.Lo estamos viendo en Francia,y lo veremos en todos lo países europeos.¿Qué hacer? No lo sé.Quizá controlar la inmigración,que los trabajadores aumenten su poder en el seno de sus respectivos países(ya no me atrevo a hablar de revolución,que sería la verdadera solución),ayudar a los países en desarrollo,no permitir,o frenar,en lo posible,la explotación del resto del mundo.
Yo sólo tengo el ejemplo de los países socialistas,desgraciadamente(almenos para nosotros,y para otros muchos pueblos también)desaparecidos.Controlaban las fronteras,hacían la revolución en casa y ayudaban a los que también la hacían en la suya.
En todo caso el texto de Benoist es realmente escalofriante.
Salud.

Responder
HENRIETTE WIESE 6 de noviembre de 2013 at 04:05

Nadie habla de la tragedia de los dominicanos que se van a patera a Puerto Rico, llevados por las mafias en contubernio con las marinas de guerra de ambos paises. Que llevan años naufragando en las pavorosas olas del Canal de la Mona, engullidos por los tiburones, atacados a tiros por los guardacostas de la Marina norteamericana. Nadie dice nada. Es que no son seres humanos?

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HENRIETTE WIESE 6 de noviembre de 2013 at 04:18

En la Republica Dominicana en este momento se vive una escision en la sociedad por las nuevas resoluciones del Tribunal Constitucional que pone en vigencia leyes migratorias que no se habian hecho cumplir aunque existian, y otras que supuestamente las aplicaran retroactivamente, y aunque aplicara para todos los extranjeros, afectara mayormente a los haitianos indocumentados, a los que alegan haber nacido en la RD que ya son varias generaciones sin documentos, con documentos falsos vendidos por mafias o autoridades corruptas, o portadores de carnets que les permitian trabajar por contratos que ya vencieron hace años y se quedaron y procrearon familia. Solo se salvaran los que tienen uno de los dos padres dominicano. Nos acusan de xenofobos, racistas, esclavistas, pero nadie piensa que la RD no es un pais rico, que tiene sus problemas de pobreza que resolver, y encima ya tiene 2 millones de haitianos adentro usando la seguridad social (20% del presupuesto), trabajando sin contratos, sin pagar impuestos, portando enfermedades infectocontagiosas que ya habian sido erradicadas, llenando las calles de mujeres y niños mendigos, y conservando sus tradiciones y su lengua, culturalmente diferente a la nuestra. Haiti como pais fallido, no les dota de documentos para iniciar algun proceso de regularizacion por carecer de instituciones apropiadas. Mientras, los organismos internacionales pretenden impedir que pongamos nuestra casa en orden y hagamos valer y respetar nuestra Constitucion.

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