Llevo varios días de mudanza, navegando literalmente entre cajas de libros, cosas que nunca termino de alejar de mí y, sobre todo, rodeado de herramientas de aficionado con las que lucho contra los elementos y las piezas de Ikea a las que odio radicalmente. Ahora que trato de hacer de electricista, de carpintero, de fontanero o librero de la forma tan primitiva en que sé hacerlo me ha resultado sorprendente comprobar que hasta el mundo de la tornillería avanza una barbaridad, como decía la canción que le pasaba a la ciencia. Y si no se lo creen, sepan que los tornillos que muestra la foto «cambian de color cuando se les aplica la tensión correcta: llevan un microindicador o «filtro de densidad variable» herméticamente sellado dentro de la cabeza del tornillo, que cambia su capacidad de absorción óptica según la presión que recibe». ¿No es impresionante?
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