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El año del coitus interruptus de la ideología económica liberal

Publicado en Público. es el 30 de diciembre de 2022

Hasta que estalló la pandemia, los efectos negativos de las políticas neoliberales se disimularon sin demasiada dificultad gracias al enorme poder mediático y cultural de las grandes corporaciones. La crisis de la Covid-19 demostró, ya sin paliativos, que sus principios de actuación sirven para que ganen más dinero los ricos, pero no para resolver los problemas socioeconómicos de mayor envergadura. En este año que acaba, la ideología económica neoliberal ha hecho un ridículo histórico.

Desde finales de los años setenta del siglo pasado se comenzaron a aplicar en casi todo el mundo políticas económicas inspiradas en el liberalismo decimonónico. Sus principios son bien conocidos: el mercado es el único sistema que resuelve bien los problemas económicos; el capital y las empresas son racionales y, por tanto, quienes mejor saben las decisiones que hay que tomar para que la economía funcione de la mejor manera, de modo que hay que darles la mayor libertad posible; no hay que preocuparse si la renta se concentra en los más ricos porque se producirá un goteo que hará que los ingresos lleguen a todos; la intervención del Estado es nefasta, cuanto menos impuestos se establezcan más se recaudará y lo mejor es que cada cual se resuelva sus problemas, dejando que la caridad y la buena voluntad ayude a los necesitados.

Las consecuencias de la puesta en marcha de estas políticas están perfectamente documentadas en cientos de estadísticas e investigaciones. La tasa de crecimiento de la actividad económica fue menor y cayeron los ingresos de la inmensa mayoría de la población y de las pequeñas y medianas empresas. Buscando el mayor beneficio, los capitales se orientaron hacia las finanzas especulativas, más rentables que la actividad productiva. En consecuencia de ambas circunstancias, el número de crisis, la deuda y la desigualdad alcanzaron los niveles más elevados de la historia contemporánea. El neoliberalismo fue extraordinariamente exitoso para proporcionar beneficios más elevados a las grandes corporaciones empresariales y financieras, pero debilitó a la economía productiva y la capacidad de creación de valor y riqueza: hambriento de la ganancia que se podía obtener sin límite, el capitalismo se consumía a sí mismo y enfermó de empacho.

Hasta la pandemia, todo eso se disimulaba sin problemas gracias al poder inmenso de las grandes empresas que dominan los medios de comunicación, mantienen grupos de presión capaces de influir en las decisiones políticas, y financian a académicos, magistrados, policías, militares, periodistas, partidos, organizaciones no gubernamentales o fundaciones para que difundan o apliquen las ideas que les benefician.

La crisis que empezó en 2007 fue un primer aviso y ya antes de la del Covid-19 muchos dirigentes de las mayores empresas y bancos mundiales comenzaron a darse cuenta de que las cosas estaban fallando y de que ese capitalismo voraz y embriagado de beneficio y poder estaba destrozando sus propios cimientos. Comenzaron a hablar sin ambages de la necesidad de «reiniciarlo» pero la Covid-19 puso todo patas arriba.

Cuando el planeta se vio envuelto en un shock tan traumático, ya no se pudo disimular lo que estaba pasando: una globalización concebida y diseñada con el exclusivo propósito de dar plena libertad al capital para que produzca con el menor coste posible y obtenga el máximo beneficio generaba un déficit extraordinario en seguridad y riesgos muy costosos; y dejar que solo los mercados y la iniciativa privada resolvieran los problemas económicos se reveló como suicida. Como escribió hace unos meses Joseph Stiglitz, «Estados Unidos, la superpotencia, ni siquiera podía producir productos simples como máscaras y otros equipos de protección, y mucho menos artículos más sofisticados como pruebas y ventiladores». Para evitar que la economía colapsara, los gobiernos tuvieron que intervenir masivamente, los servicios públicos resultaron esenciales y los principios neoliberales se guardaron en el cajón. Ningún gobierno tuvo la insensatez de aplicarlos. Y cuando lo hicieron, como ocurrió con la política de vacunas, se produjo un desastre. Como también dice Stiglitz, la aplicación de las reglas neoliberales de propiedad intelectual de la Organización Mundial del Comercio inhibió la producción de vacunas en muchas partes del mundo, provocando la muerte innecesaria de miles de personas.

Cuando se decía que pronto entraríamos de nuevo en la normalidad, las cosas volvieron a complicarse. La inseguridad y los bloqueos derivados de la globalización neoliberal, el enorme poder sobre los precios de las grandes empresas, la crisis climática, la especulación financiera, la debilidad del tejido empresarial que se dedica a crear riqueza y los problemas geopolíticos asociados a una sociedad mundial gobernada por los mercados y los capitales y no por instituciones democráticas… es decir, los grandes problemas que habían venido generando casi cuarenta años de políticas neoliberales se hicieron más patentes que nunca y han hecho que 2022 haya sido el año en que se ha desatado una nueva crisis. La describo con detalle en un libro de Ediciones Deusto que estará a la venta a finales del próximo enero con el título Más difícil todavía.

Pero lo interesante de lo ocurrido en estos últimos doce meses es que la ideología económica neoliberal no solo se ha mostrado de nuevo como incapaz de proporcionar algo más que beneficios a los más ricos. Ha sido el año en el que ha quedado públicamente en evidencia, haciendo un espantoso ridículo.

A los neoliberales británicos y a Lizz Truss en particular les ha correspondido el honor de protagonizar el coitus interruptus más clamoroso y transparente de la historia de la política económica. Después de repetir como papagayos el mantra neoliberal, asegurando que la solución frente a la caída de la actividad económica era bajar impuestos a los ricos, reducir el gasto público y dar plena vía libre a los mercados, provocaron tal desastre que solo pudieron aguantar cuarenta y cinco días aplicando esas ideas desde el gobierno.

No ha sido esa la única marcha atrás en 2022 del neoliberalismo económico. En España se ha tenido que reconocer que las subidas del salario mínimo han ayudado a reactivar el mercado interno gracias al mayor consumo de los trabajadores de menor renta y que no ha tenido los efectos devastadores anunciados; la bondad para fortalecer el empleo de las reformas laborales que desactivaban los aspectos más negativos de las anteriores de perfil más neoliberal; o que bajar impuestos no es lo que aumenta la recaudación. En Europa se ha terminado aceptando que hay que corregir a los mercados para frenar la subida de precios, que las empresas no sobreviven sin el apoyo del Estado, o que las inversiones públicas son imprescindibles; la Ley para la reducción de la inflación o la nueva estrategia industrial de Biden son misiles en la línea de flotación de la ideología neoliberal; y los organismos internacionales piden a los gobiernos que establezcan impuestos sobre los más ricos y las ganancias extraordinarias. Por no hablar del cambio de estrategia de miles de empresas de todo el mundo para evitar los fallos de seguridad y resiliencia a los que ha llevado el buscar tan solo el mínimo coste.

Escribió Stendhal en La cartuja de Parma que «no existe lo ridículo cuando nadie lo nota». A los neoliberales se les ha notado en este año que acaba. Los ideólogos y los burócratas de la patronal no lo reconocerán, a quien se juega los cuartos más le vale ser realistas, darse cuenta de lo que se nos viene encima y cambiar de discurso y estrategia.

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7 comentarios

Jaan 3 de enero de 2023 at 13:38

Felicidades profesor por el brillante artículo. Lamentablemente no tendrá tanto eco, como los papagayos tertulianos que pagados por esos grupos de presión mediáticos, intentan cambiar la realidad y manipular los datos, para presentar otra realidad, sin que el moderador corrija sus alocuciones, para que el mensaje torticero cuele en la gente que como abducidos peleles tienen sus ojos y oídos clavados en las televisiones y en las emisoras.
Todavía queda en mi mente la elegante lección de dignidad que dio en el plató de la Sexta, cuando la jauría de juntaletras comprados, salivaba por las verdades que usted dijo y que con el tiempo les explotó en la cara. Pero ni perdón, ni programas alternativos, ni disculpas…. es la NADA la que transmite el relato que la mayoría de españoles compran sin 10 gramos de duda siquiera. Tremendo.

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Alberto Pardo Barrios 4 de enero de 2023 at 05:40

Profesor Juan: Excelente nuevo año 2023, excelente síntesis del desastre del corrupto modelo neoliberal. Muchas gracias.

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Alfonso Casas 4 de enero de 2023 at 20:44

Si quieres estar mal informado, compra la prensa, si además quieres hacer el tonto, cómprala, excelente articulo Profesor, desgraciadamente no se leerá en la prensa del nacional catolicismo.

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UN LECTOR 7 de enero de 2023 at 22:34

Buenas noches:

Difícil cuestionar lo que escribe. Ahora bien, dos puntualizaciones.

• Creo que hubo “algún otro motivo” no tan conocido, en el caso de la que fue primera ministra británica.
• Entre los neoliberales, hay que incluir a la casta política que se define como “izquierda” o “derecha” política.

En España ya no existe ni derecha ni izquierda. TODOS los partidos políticos, TODOS, repito, están en nómina del liberalismo. Los únicos que se libran son aquellos que no entran en el juego político por diferentes motivos.

Atentamente,

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Tatín 17 de enero de 2023 at 14:17

Inquina es decir:

«Estados Unidos, la superpotencia, ni siquiera podía producir productos simples como máscaras y otros equipos de protección, y mucho menos artículos más sofisticados como pruebas y ventiladores». Para evitar que la economía»

Estados unidos—-》 malo y tonto

Cina sin embargo, sabe fabricar mascarillas:
Cuna—-》 buena y lista
Estados Unidos: —》neoliberal y malo
China:—-》Comunista y bueno
Lo que NO se dice y se le pone al lector para que deduzca:
comunismo–》 bueno
cspitalismo—》 malo
No equivocarse eh ? que si no papá os metera en el gulag

Saludos

Son enseñanzas demasiado simples para que personas con dos dedos las digieran. Pero es muy digerible para una gran parte de la masa humana. Esa masa humana que también adora el fútbol y mataría por el
Nada nuevo. Mucho odio, muchas vísceras y poca capacidad de analizar datos, o de analizarlos sesgadamente. Yo también provengo de la clase trabajadora pero no me he quedado traumatizado de por vida.

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Juan Torres López 17 de enero de 2023 at 18:24

¿Usted cree que Joseph Stiglitz es comunista?

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Tatín 17 de enero de 2023 at 14:29

«Estados Unidos, la superpotencia, ni siquiera podía producir productos simples como máscaras y otros equipos de protección, y mucho menos artículos más sofisticados como pruebas y ventiladores». Para evitar que la economía»…

algo injusto para ser escrito, incluso transcrito por alguien que ha recibidio las dosis de la vacuna de covid de Estados Unidos de y que es posible que le hayan salvado la vida . Por lo visto, eso sirve para odiarles mas todavía solo por que son capitalistas y no comunistas. Nada que se parezca a procesar datos si no sentimientos y de los malos.
Saludos.

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