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1 comentario
Como siempre, es un placer escucharle, tanto como leerle, profesor. Por su claridad en la exposición y por su valentía al exponer provocadoramente sus razonamientos, huyendo de puertos más tranquilos.
Hoy me ha hecho recordar algo que leí hace tiempo y que paso a comentar por creer que viene al caso (creo que es del libro de R. Thaler «Un pequeño empujón»): hace referencia a la implementación de un sistema (creo que complementario al ya instituido) de pensiones privado en el que el Gobierno de los EEUU seleccionaba o admitía (si cumplían ciertos requisitos) una serie de fondos (podrían ser unos 400) de entre los que el propio Gobierno recomendaba a distintos “tipos de trabajadores” distintos grupos de fondos. Al final, al cabo de unos años, los resultados mostraban que, de haber seguido las sugerencias del Gobierno, muchos trabajadores habrían ganado más de lo que los datos mostraban que habían ganado, pues su elección fue otra; y que incluso los que habían acertado en su elección terminaban “perdiendo” una potencial ganancia porque, una vez suscrito el plan se “olvidaban” de gestionarlo y adecuarlo a sus distintas situaciones laborales y de variación de ingresos o de gastos por las distintas vicisitudes de la vida a lo largo del tiempo. Creo que, además, señalaba que las grandes ganancias gestionando patrimonio las conseguían grandes inversores como la Universidad de Harvard que, con sus 30.000 millones de dólares conseguían rentabilidades del 10% (anual), muy lejos de a lo que podrían aspirar los inversores no expertos individualmente. No sé si estoy mezclando recuerdos de distintas lecturas, pero eso no es muy importante, porque lo que sí quiero compartir, por si a algún lector le sirve como reflexión, es el pensamiento que ya entonces me vino a la cabeza:
Individualmente la mayoría estaremos vendidos si intervenimos en mercados que no comprendemos y en los que no hay red de seguridad; y seremos muy tontos si permitimos que nos engañen y renunciemos voluntaiamente a esa red social y solidaria. En resumen: si yo planto patatas, recojo patatas, y pretendo vivir de vender patatas. No quiero tener que elegir cosas que no entiendo, ni gestionar procesos que son ajenos tanto a mis capacidades como a mis intereses personales y en los que me pierdo. No necesito tanta “libertad” ajena a una vida tranquila y humana; no puedo pretender (incluso aunque lo quisiera) entender de tantas cosas como “están” empeñados en obligarme a entender, pues lo único que creo que “pretenden” es que no pueda escapar de un sentimiento de culpa debido a mi “incapacidad” de gestionar la vida “productivamente”. Lo que sí necesito es “descansar” de todos los trabajos que me son ajenos para poder dedicar todas mis atenciones a mi propio trabajo y a mis propias aficiones, en la confianza de que “el resto” de tareas ya lo realiza el personal necesario y competente.
Les quedo agradecido tanto a Vd. como a ATTAC por el trabajo que dedican a concienciar a la gente y a humanizar el sistema.