Publicado en Público.es el 22 de mayo de 2014
Durante años, Europa representó un horizonte atrayente y sólido, el espacio del que se esperaba que viniese un impulso de libertad y progreso que permitiera superar tantos años de dictadura y de atraso social. Pero con el tiempo esa Europa de esperanza se ha convertido en la fuente de muchos de nuestros más graves problemas.
La mala negociación de adhesión en la Comunidad Europea desmanteló nuestra agricultura en beneficio de la de centroeuropa, nos desindustrializó y puso en manos de capitales extranjeros nuestros mejores activos y canales de distribución. Sin que apenas se discutiera sobre ello, pues quien hablaba de lo negativo que podía suponer ese entrada en Europa era tachado enseguida de extremista o de loco, se dio lugar a que nuestra economía se consolidara como un espacio periférico y de cuasi colonización. Una dinámica que se fortaleció cuando Europa se puso a la vanguardia mundial en la aplicación de las políticas neoliberales y cuando su Estado de Bienestar que habíamos tomado como ejemplo se fue debilitando, acrecentándose las desigualdades y asimetrías entre personas y regiones.
Más adelante los sucesivos tratados y sobre todo la integración en un euro diseñado al servicio del capital financiero y de Alemania nos impusieron corsés que nos condenaron a soportar sin defensas las tensiones internas y los shock externos que inevitablemente iban a producirse.
Poco a poco fueron creciendo los déficit. El externo como consecuencia de nuestra pérdida de pulso productivo y de competitividad y el social por la presión de las políticas deflacionistas impuestas por Europa en beneficio de las rentas del capital. Y así, España solo pudo consolidarse como tierra de conquista, como el destino privilegiado de los capitales que el correlativo superávit alemán generaba y que aquí llegaban en forma de préstamos multimillonarios que hacían ganar fortunas a los bancos pero que más tarde nos helarían la sangre.
Las políticas de austeridad terminaron por cerrar el círculo: con la excusa de los déficit que empezaba a generar la crisis impusieron nuevos recortes que a la postre han provocado un mayor hundimiento de la actividad que incluso eleva más todavía la deuda. Así han hecho que la crisis de deuda privada se haya convertido en una de deuda pública que hemos de pagar todos los ciudadanos aumentando la esclavitud de los pueblos ante la banca.
Ahora contemplamos desnudos que la Europa en la que depositamos nuestras esperanzas es la que desmantela la democracia y la que empobrece a sus territorios, la que esclaviza a naciones enteras y la que sin pudor se nos presenta como una mera herramienta de los poderes multinacionales y bancarios más inmorales, improductivos y empobrecedores del orbe.
España está atrapada en una Europa que se ha traicionado a sí misma y que se ha convertido ya sin disimulo en una auténtica dictadura y a mi juicio tenemos ante nosotros solo cuatro posibles alternativas, dos conservadoras y otras dos de progreso. Las desarrollo con más detalle en un libro que espero esté pronto en la calle y las resumo muy rápidamente a continuación.
La primera conservadora es seguir en Europa como estamos, seguir obedeciendo y simplemente esperar a que escampe la lluvia y que todo vuelva a su cauce. Pero a mí no me parece una alternativa sino un suicidio porque ya nada volverá a ser como antes, suponiendo que “lo de antes” sea algo valioso y que resolviera nuestros problemas.
La segunda es simplemente salir del euro, denunciar la deuda y reestructurarla y tratar de sobrevivir a los mercados con políticas de devaluación creyendo que con la mera soberanía monetaria y con políticas intervencionistas se podría dar la vuelta a la situación. Una solución no menos conservadora y muy poco valiosa a mi parecer porque no sería posible hacer frente a las tempestades que eso levantaría sin sufrir daños muy considerables y un empobrecimiento que sobre todo pagarían los grupos sociales de por sí más desfavorecidos.
La tercera alternativa y primera progresista es salir del euro con el apoyo de una enorme fuerza social y política capaz de poner en marcha una estrategia de cambios profundos que pusieran en manos y en función del interés público los “discos duros” de nuestra economía, controlando directamente los sectores estratégicos, y poniendo rápidamente en marcha procesos de reestructuración productiva y de la base energética capaces de crear nuevos focos de generación de ingresos endógenos bajo otra pauta distributiva y redistributiva.
La cuarta alternativa y segunda de progreso es apostar por construir una nueva Europa creando una auténtica democracia supranacional, modificando sus instituciones y sobre todo el diseño del euro para acabar con su actual arquitectura que está concebida para servir de punta de lanza de las políticas neoliberales y para garantizar el poderío de los grandes capitales y la salvaguarda de los intereses electorales de los partidos centroeuropeos que los defienden.
Ninguna de estas dos últimas alternativas son fáciles. Y entiendo que, en las condiciones sociopolíticas actuales, se califiquen simplemente como irrealistas. Pero son las únicas que de una u otra manera pueden permitir que nuestra economía empiece a ser de otra manera y que nos proporcione actividades y empleos que supongan realmente mayor bienestar, equilibrio social y sostenibilidad.
Y ninguna de las dos se debe entender como de camino único o exclusivo. Quienes defienden prioritariamente la salida del euro deberían ser conscientes de que eso es simplemente imposible sin la fuerza que daría una apuesta paralela por otra Europa y quienes, por otro lado, defienden con prioridad la construcción de una nueva Europa deberían entender que eso solo se puede empezar a conseguir si las diferentes naciones se empoderan extraordinariamente, por ejemplo, poniendo sobre la mesa estrategias que incluso supusieran la salida del euro.
Además, ninguna de estas dos últimas alternativas (e incluso la segunda) se puede abordar si no se dan unos prerrequisitos que les son comunes. Por un lado, la mejora previa de la actividad económica recurriendo a instrumentos novedosos como, por ejemplo y entre otros, la creación de una moneda complementaria al euro que permitiera reactivar rápidamente la financiación y recuperar el empleo proporcionando demanda, sobre todo, a la pequeña y mediana empresa. Y, por otro, una radical regeneración democrática de nuestra vida e instituciones políticas, una gran convicción y complicidad ciudadana, un proyecto político transversal de alta potencia y amplísimo apoyo electoral, y un compromiso neo-nacional capaz de superar las tensiones paralizadoras y destructivas que el nacionalismo españolista y los periféricos están generando actualmente y que impiden que pueda ni siquiera pensarse en una alternativa que recoja los intereses comunes de la inmensa mayoría de la población española que sufre las políticas neoliberales que vienen de Europa. Es decir, que una mayoría muy grande de nuestra población (por encima incluso de sus diferencias ideológicas y partidistas) se convenza de que esto que llamamos España es algo que vale mucho la pena porque es más que el negocio de unos cuantos o el cortijo de un montón de políticos corruptos, pues tenemos intereses comunes frente a Europa, frente a Alemania y frente a los grandes grupos económicos y financieros (españoles aliados con ellos y foráneos) que hemos de defender de la mano si no queremos que España se convierta, como buscan esos grupos oligárquicos, en una de sus sucursales, sin servicios públicos, sin población formada, sin actividad capaz de crear valor añadido, dependiente y sumisa y sin soberanía de ninguna clase. En suma, si no queremos convertirnos para siempre en un vergonzante protectorado alemán.
Las elecciones del próximo domingo podrían haber sido una oportunidad de oro para que se hubieran dado pasos decisivos hacia esa unidad ciudadana que debería pasar por cerrar el paso en las urnas a quienes se empeñan en imponernos un modelo y políticas no deseadas, según señalan claramente las encuestas, por más del 70% de la población. Pero han predominado la división y el convencionalismo.
La alta abstención que seguramente se va a dar, la dispersión del voto y los resultados por debajo de sus expectativas que casi todas las candidaturas convencionales van a obtener deberían servir de señales de aviso para el futuro inmediato.
Los dirigentes de las organizaciones que ni han sido capaces de ponerse de acuerdo ni han sabido generar un discurso ciudadano diferente ni nuevas formas de hacer política han incurrido ya en una gravísima responsabilidad histórica. Esperemos que sea la última. La palabra, en todo caso, la tienen las personas normales y corrientes: están más indignadas y hartas que nunca pero si no asumen un nuevo y auténtico protagonismo todo seguirá igual o mucho peor que hasta ahora.
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9 comentarios
No es cuestión ésta de aquellos que en un pasado de euforia ciega se tildaba de extremistas. Repetir en alto y de manera inteligible para el común de la ciudadanía el mensaje que aquí ha relatado le puede llevar a una hoguera de incomprensión. Por muy mal que todo vaya y se planee, la idea que esto es un bache a punto de superarse, un mal menor del estilo de vida capitalista, es más fuerte, y así se escribe por ahora la supervivencia.
http://casaquerida.com/2014/05/22/una-pista-de-hielo-armado/
La cuarta alternativa me deja bastante escéptico.
El ejemplo de esta Europa me lleva a opinar que cuanto mayor sea el perímetro de ciudadanìa tanto màs los ciudadanos veràn diluido su poder de control sobre quién los gobierna.
Y cuanto màs el control esté diluido, tanto menos los que gobiernan se sentiràn vinculados a cumplir con el mandado del bien comùn.
Aunque teoricamente concebible, una democracia supranacional lleva a la formaciòn de una ruling class de tecnocratas autoreferentes, o referentes a poderes que con el Pueblo nada tienen que ver.
Parafraseando el Quijote: mucho me temo que cada vez que hablemos de supranacional nos topamos con la globalizaciòn y las multinacionales.
Jacques Sapir, economista francés marxista, escribe: «El pueblo «democratico» se expresa tan solo a través del pueblo nacional. Sin Soberanìa no puede haber ni Estado ni legitimaciòn democratica; no puede haber, por lo tanto, legalidad. Por que pueda haberse el Pueblo democràtico tiene que haber el Pueblo nacional, una condiciòn no suficiente pero en absoluto necesaria».
Y la Corte Constitucional alemana, con sentencia de 2009, afirmò: El Pueblo europeo no existe y la Union europea es una organizaciòn internacional endonde los tratados pertenecen a los Estados suscriptores. El Parlamento europeo no es el lugar de representaciòn de un Pueblo soberano europeo, sino un lugar de representaciòn de pueblos distintos cuyos derechos pueden ser garantizados tan solo por los Estados respectivos.
La primera alternativa representa algo contra quien voy luchando desde hace años: no, gracias.
Quedan la segunda y la tercera, y de las dos la màs auspicable a mi manera de ver serìa esta ùltima. Lamentablemente acquì en Italia no existe al momento ninguna fuerza social y polìtica bastante poderosa para poner en marcha un tal proceso.
Puedo preguntarle si tal fuerza existe concretamente en España?
Leeré con mucho interes su libro en cuanto salga.
Muchas somas las personas que pensamos lo que refleja en sus últimos párrafos. Es una triste pena. Ya está la suerte echada, por desgracia. Como mal menor, queda pensar en la próxima oportunidad dentro de no muchos meses.
Gracias por sus grandes aportaciones. La «red» es muy importante, pero creo que es más aún, buscar la forma de llegar a «las personas normales y corrientes […que] están más indignadas y hartas que nunca pero (que) si no asumen un nuevo y auténtico protagonismo todo seguirá igual o mucho peor que hasta ahora.»
Tengo muy claro que voy a votar a PODEMOS. No se lo que pasará en el futuro, pero en este momento me parece que son los que tienen las ideas más claras. Es una pena las pocas oportunidades que han tenido para darse a conocer. ¡Suerte hermanos! Realmente os la merecéis.
La adhesión de España a Europa posiblemente se hizo con errores, y aunque 25 en política no son muchos, creo que el descalabro económico español está en todas las hemerotecas: efectos colaterales de la crisis bancaria estadounidense, amplificada por el descontrolado boom inmobiliario español y elevado a la enésima potencia por 7 años de destrucción masiva del estado de bienestar por unos gobiernos (con el mismo presidente) que dilapidaron de forma frenética con el único fin de vaciar las arcas públicas. Al mismo tiempo, sometieron a la clase asalariada a una despiadada tortura: subirle los impuestos y bajarle los salarios, mientras los bancos repetían «José Luis, ¡quédate!». Lo único «bueno» que hicieron fue incrustar a 500.000 afiliados de su bando en el tejido funcionario-político, sueldazos a mansalva de por vida, sin oposiciones. Y el cambio de gobierno usa su mayoría absoluta para consolidar el expolio iniciado por el antecesor: semiesclavitud para la masa asalariada, pero de los enchufados de José Luis no se mueve ni uno. Y el despilfarro de una sobrecarga política para un país tan pequeño como España, ni se plantea. Ni el despilfarro de los dos y hasta tres estados dentro del estado, como son las periferias que gastan muy por encima de sus compromisos y posibilidades, pero sin preocuparse porque ¡aquí está el asalariado de cuyas costillas debe salir todo!
La pregunta es ¿Europa nos va a ayudar mientras no cortemos el despilfarro actual? Para colmo, Europa tiene callos en la garganta de repetirlo. ¿Por qué nos empeñamos en tener todos un sistema político social de lujo si no somos capaces de mantenerlo? Tenemos Código Civil y Penal. Es imprescindible un «Código Político» que ponga coto al feudalismo que padecemos, poniendo como ejemplo más patente la región europea donde impera la «ley de la jungla económica», el liberalismo a ultranza, el amiguismo descarado, el trinconeo a plena luz del día: Andalucía, ese cortijo de nuevos ricos a costa de mucho atraso y abuso.
(continúa del anterior. Se me quedó atrás el último párrafo) Lo más triste es que la campaña política de una de las dos derechas (la de la oposición) para mejorar el programa político español cara a Europa sea el machismo de su prima hermana, la otra derecha. No hemos leído ni oído nada más de ella.
Buenas a todos.
Empezaré por el final: Ciertamente, resulta frustrante que todos los que han decidido arremangarse y meterse en política desde una opción distinta a PPPSOE, vayan tan desunidos. Si (básicamente) PODEMOS, EQUO, RED y demás, piensan y quieren lo mismo…¿se puede saber por qué nos obligan a dividir el voto?. ¿Es falta de inteligencia, personalismo, ? ¿qué coño pasa con las alternativas reales? ¿en qué piensan? Muy dignos sean, pero a lo más que acaban llegando, es a ser los «tontos útiles» del PPPSOE.
Luego, en relación con lo que se podría hacer, le vengo dando vueltas al tema, y mira por dónde, hay algo que coincide con lo que pienso: puesto que la solución NO VA A SER EUROPEA (me temo) tal vez debieramos plantearnos retomar la peseta. Digamos hasta el 25% de nuestra economía. En paridad con el €; 1€=1peseta. Dicha moneda, se emitiría por el Banco de España, y debería ser una moneda no convertible. Creo que ésto es fundamental. Si todos nos avenimos a cobrar el 25% de nuestros ingresos en pesetas bloqueadas, tendríamos de repente dos o tres problemas resueltos: 1º) Como no es divisa convertible, no se puede evadir capital con ella ni llevarla por tanto a paraísos fiscales= el 25% de la fiscalidad de «todo dios» estaría asegurada. 2º) Únicamente valdría para comprar productos españoles, con lo que potenciaríamos nuestras producciones frente a la importación. 3º) No habría que ampliar la deuda para pagar los servicios públicos, o habría que pedir mucho menos dinero fuera; ya que buena parte podríamos pagarlo en esa moneda. Y ¡lo mejor! no estaríamos saliéndonos del €. Simplemente le pondríamos unos buenos cuernos. Al muy cabestro le están haciendo mucha falta.
Lógicamente, como no soy economista, supongo que esta idea, si no es descabellada del todo, tendrá -además de sus «pros»- sus «contras». Como no veo éstos últimos, me gustaría que álguien los dijera.
Un saludo a todos.
Personalmente en el mundo de 90 que se conocia del
hundimiento del sistema se programo la idea del euro
con dos objetivos:
Primero, la nueva moneda con respaldo de la economía
continental permitiria un mas facil manejo del saqueo
con el control de la politica monetaria. La economia de
Japon era muy limitada.
Segundo, para eso habia que atar a los países del euro
de forma que no se produjeran disidencias o deserciones
y la mejor forma de hacerlo eran las deudas y ahora a
quien se salga del euro lo hunden.
Traducido a la politica, tienen que seguir unidos en todas
las aventuras que se crean pueden salvar el sistema.
De forma global, la civilizacion racista occidental Europa,
Estados Unidos y Canada con algunos satelites diriamos
Australia y Nueva Zelanda deben enfrentar el resto del
mundo.
En este juego Espana como nación, no tiene ninguna
importancia.
Entiendo que el artículo está escrito antes de las eleccione. Y yo lo leo una semana despues
En el relato de como se ha llegado hasta aquí NO VEO LA MAS MINIMA AUTOCRÍTICA a las personas. ¿Donde está la crítica al sobreapalancamiwento de los particulares? ¿Cuantas pistolas se pusieron en la cabeza para firmar hipotecas? Y coches financiados, y vacacio es que se pagaban en los 123 meses posteriores. Siempre la culpa es del otro. Y sin autocrítica no vamos a tener un pueblo maduro pasa asumir el esfuerzo de salirse del euro.