Lina Gálvez publica hoy en El Correo de Andalucía un comentario sobre las elecciones europeas del pasado domingo que me parece de interés.
Europa, una muñeca vestida de azul
Lina Gálvez
Los resultados de las elecciones europeas no dan lugar a equívocos: los gobiernos conservadores de los países miembros han cantado victoria, mientras que los gobiernos de izquierdas han visto cómo sus adversarios políticos obtenían más votos y mayor representación parlamentaria. Desde ayer, Europa es aún más de derechas y la verdad es que eso no nos puede extrañar. Los resultados del pasado domingo estaban casi cantados como consecuencia de la crisis económica y de la inacción de la Unión Europa para combatirla, así como de las políticas neoliberales que la han provocado y que, al mismo tiempo, no cesan de fabricar ciudadanos individualistas y cada día más conservadores. Las grandes crisis económicas suelen ser siempre acontecimientos de suficiente envergadura como para modificar intenciones de voto o actitudes políticas de todo tipo, sobre todo, si la ciudadanía percibe como últimamente en Europa que la salida a la crisis se está haciendo a trompicones, sin una clara dirección política y, especialmente, si se pueden hacer comparaciones.
La falta de iniciativa y de voluntad política de la Unión Europea para salir de la crisis contrasta con el dinamismo de Obama en Estados Unidos, hasta el punto de que un europeísta convencido como Felipe González afirmaba hace poco que Europa no hacía nada y que no se está dando cuenta que estamos ante una emergencia mundial. La ciudadanía europea ha sido consciente de esa parálisis, y de ahí el descrédito de las instituciones europeas que se observa en la alta abstención que ayuda mucho más al voto de derechas, cada vez más militante y comprometido que el de las izquierdas. Además, los partidos de izquierda gobernantes en los países europeos, como en España, y la mayor parte de los representantes de izquierda en el Europarlamento no se han distinguido en la práctica de las políticas neoliberales de los partidos y representantes conservadores. Eso ha llevado a la desafección de muchos votantes de izquierda que han visto traicionados, con razón, sus ideales y su voluntad política.
Y por otro lado, las políticas liberales que las propias izquierdas aplican cuando gobiernan crean ciudadanos y ciudadanas individualistas, menos comprometidos con lo colectivo y el bien común y mucho menos si este se consigue a través de un sistema fiscal progresivo. Como el sesgo neoliberal está impregnado hasta los tuétanos en el proyecto europeo, al asumir como suyas las políticas neoliberales de la Unión, los gobiernos de izquierda se cavan su propia tumba. Ellos mismos crean la ciudadanía de derechas que luego no los vota. Mientras que la mayor coherencia demostrada en este sentido por los partidos de derecha les da la credibilidad frente a sus electores que les han premiado con la participación en las elecciones y con su voto.
Los gobiernos de izquierda tienen que ser hoy más de izquierdas que nunca y los parlamentarios de izquierdas demostrar que sus políticas son diferentes que las del Partido Popular Europeo, que no están dispuestos a mantener un Banco Central Europeo que defiende una política monetaria que no resuelve nada y que ayuda sobre todo a los bancos, que obliga a la estabilidad presupuestaria y la austeridad pública para respetar una liturgia de mercado que favorece a los más ricos y que aumenta las desigualdades sociales dentro de la Unión y, en definitiva, que quieren una Europa distinta a la que están construyendo los liberales.
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