Publicado en La Opinión de Málaga. 27-03-2004
Se ha celebrado esta semana el Día Internacional del Agua, una llamada de atención más que sirve para que las Naciones Unidas puedan trasmitir al mundo la escandalosa situación de nuestro planeta.
La quinta parte de la población del planeta no tiene acceso a agua potable. Algo tan elemental como beber con tranquilidad un vaso de agua está vedado para más de dos mil millones de personas.
Día a día se produce una inmensa masacre en el mundo que no merece, sin embargo, la atención de los medios de comunicación ni de las autoridades políticas. Según informaba Naciones Unidas esta misma semana, más de seis mil personas, la mayoría de ellas niños pequeños, mueren cada día a causa de la suciedad o la contaminación del agua.
Una muerte silenciosa, inhumana e injusta a la que no ponemos remedio sencillamente porque no nos da la gana.
En el año 1998 Naciones Unidas calculó que para proporcionar saneamiento y agua potable a toda la población mundial hacían falta unos nueve 9.000 millones de dólares. Se trata de una cifra importante pero que si se compara con lo que se gasta en otras cosas muestra la verdadera ruindad de nuestra civilización.
Lo que cuesta darle agua limpia a todo el mundo es más o menos lo que se gastó en el primer mes de la guerra de Irak (9.200 millones de dólares) y algo así como el gasto militar que se realiza cada diez días solamente en Estados Unidos.
Las Naciones Unidas señalan que una reducción del 3% de los presupuestos militares a escala mundial permitiría reducir en un 50% la mortalidad infantil, abastecer a todo el mundo de agua potable y universalizar la asistencia sanitaria primaria. Con un 5% de los presupuestos se podría erradicar el hambre en el mundo.
Eso significa más o menos que si se dedicasen unos veinte días de gasto militar cada año la Humanidad podría tener satisfechas prácticamente todas sus necesidades básicas. Como dice irónicamente Eduardo Galeano, ni siquiera habría que pedir que desaparecieran completamente los ejércitos: aún nos quedarían unos 345 días de gasto para dedicarlos al noble arte de matar.
Muchos dicen que obtener esas cantidades es muy difícil pero Naciones Unidas nos indica que el problema no es ese, sino que no haya suficiente generosidad, ni voluntad política de repartir los recursos.
El Informe sobre el Desarrollo Humano de las Naciones Unidas ha mostrado en varias ocasiones que los recursos necesarios para financiar soluciones a los grandes problemas de la humanidad (hambre, vivienda, sanidad, salud reproductiva, saneamiento) equivalen sólo al cuatro por ciento de lo que ganan las doscientas veinticinco personas más ricas del mundo. Pero los supermillonarios, como los llama las Naciones Unidas, ni siquiera están dispuestos a renunciar a eso. Prefieren dedicar su dinero a financiar la propaganda destinada a tratar de convencernos de que los impuestos son malos y que los estados no deben preocuparse de estas cosas, que son solamente problemas individuales de quien los padece.
Casualmente, el Día Internacional del Agua y las reflexiones a las que lleva la falta de saneamiento y de agua potable ha coindido con la celebración ayer en Marbella del primer desfile canino de alta costura de España. Todo un acontecimiento social que muestra qué lejos están las preocupaciones de los ricos de estos asuntos miserables de la suciedad y la contaminación de las aguas.
A pesar de que se anunciaba que la asistencia sería por rigurosa invitación, como no podía ser menos, los organizadores afirmaban que no se trataba de algo elitista y para justificar este extremo decían a la prensa que «un lacito para el pelo con auténtico cristal austriaco cuesta 10 euros y una camiseta de licra, 16». Claro que también anunciaban que se podría encontrar asímismo «un diván de madera labrada y acabados en pan de oro por 800 euros».
Las agencias de prensa informaban que de la colección Primavera Verano 2004 sobresale un modelo de colchoneta en forma de corazón y los albornoces caninos, y que también habían impactado los collares con cristales de Swarovski con fondo de leopardo y las correas de plumas de marabú (ave africana) ecológico fucsia; aunque el colmo del capricho fue la posibilidad de forrar unas cunas con dosel y estructura de madera a juego con el sofá o la tapicería de las cortinas de casa.
Yo no tengo nada en contra de quienes disponen de su tiempo y su dinero para tratar a cuerpo de rey a sus canes. Pero no puedo dejar de pensar que un mundo en donde los perros de los ricos tienen más cuidados y más atenciones que miles de millones de seres humanos es un mundo irracional y asqueroso.
SUSCRIBETE Y RECIBE AUTOMATICAMENTE TODAS LAS ENTRADAS DE LA WEB