Hace un par de días se publicó el primer informe de perspectivas de la economía mundial del Fondo Monetaria Internacional desde que estalló la crisis del coronavirus y todos los medios se han hecho eco de sus previsiones. Allí se estima que la crisis producirá, en el mejor de los escenarios, una caída del 3% de la producción mundial y una mayor en las economías avanzadas y en los países que dependen del turismo, los viajes, la hospitalidad y el entretenimiento para su crecimiento. Concretamente, el informe prevé que el PIB caiga en 2020 el 9,1% en Italia, el 8% en España, el 7,5% en la eurozona, el 7,2% en Francia, el 7% en Alemania y el 6% en Estados Unidos; y que, de entre todas las grandes economías, sólo China (1,3%) e India (1,9%) registraránn crecimiento positivo este año.
En total, el Fondo estima que se perderán unos 9 billones de dólares, lo que producen Japón y Alemania juntas, y que el ingreso per cápita se reduzca en más de 170 países.
Ahora bien, estas estimaciones se refieren, como he dicho, al escenario más favorable, es decir, al que implica que la pandemia haya desaparecido en la segunda mitad de 2020, que las acciones políticas tomadas en todo el mundo sean efectivas para prevenir la quiebra de empresas y la pérdida de empleo generalizados y que no haya tensiones financieras en todo el sistema. En este caso, el FMI cree que en 2021 se produciría una recuperación rápida del crecimiento: 5,8% para todas las economías, 4,5 en las avanzadas y 4,3% en España.
Por el contrario, si la pandemia no retrocediera en el segundo semestre y hubiera que alargar lo que ya se empieza a llamar el «Gran Encierro» (rememorando a la Gran Recesión), si por esa causa empeorasen las condiciones financieras y se rompieran las cadenas de suministro mundiales, el FMI estima que la caída del crecimiento mundial no sería del 3% sino del 11%, una verdadera debacle.
De todas estas predicciones han hablado los medios de comunicación, mas lo que no dicen es que el Fondo Monetario Internacional, a pesar de tener en su seno a los que supuestamente son los mejores profesionales del mundo, es un organismo que se equivoca constantemente en sus análisis sobre la evolución de las economías y a la hora de evaluar por anticipado los efectos de las políticas que propone. No hay en todo el mundo otro organismo tan poderoso como el FMI que se equivoque tanto al analizar la realidad y predecir los hechos económicos: de las 134 recesiones que se produjeron en el planeta de 1991 a 2001 sólo supo prever 15 (la fuente de este dato aquí).
El propio Fondo encargó una evaluación independiente de su actuación ante la crisis de 2008, de sus análisis y propuestas, y en ella se pusieron de manifiesto sus muchísimos y graves errores. Entre otros, transmitir una «visión idílica de la economía mundial», no advertir de las vulnerabilidades y los riesgos que provocaron la crisis, haber prestado muy poca atención a problemas fundamentales de las economías, no incorporar las señales de alerta adecuadas, no haber sabido detectar los elementos clave que estaban generando la crisis, haberse equivocado en la evaluación de las políticas económicas necesarias, promover las prácticas financieras (titulización) que luego provocaron la crisis, actuar con retraso, estar afectado por sesgos cognitivos que le impidieron ver la realidad tal cual era (como pensar que «la disciplina de mercado y la autorregulación serían suficientes para evitar problemas graves en las instituciones financieras», «tener en cuenta solamente la información que coincide con sus propias expectativas» o «ignorar la información que es incompatible con las mismas»), utilizar enfoques analíticos y modelos macroeconómicos inadecuados o haber «ignorado o interpretado erróneamente» muchos de los datos disponibles (el contenido completo de la evaluación independiente se puede leer aquí).
Con esta historia por detrás, el Fondo Monetario Internacional se presenta de nuevo a decirle al mundo lo que va a pasar y las políticas que hay que poner en marcha para que salgamos de una nueva crisis. Yo creo que hay que ser demasiado ingenuo o tener muy poca información para pensar que esta vez va a acertar y que sus recetas podrán ayudarnos a no caer en el abismo.
Es verdad que algo han aprendido los dirigentes y economistas del FMI y que ahora, al menos, no se está dedicando a quitarle importancia a la crisis, como hizo en 2008, para ocultar las vergüenzas de la economía inestable, débil, ineficiente e injusta que sus políticas neoliberales han contribuido a consolidar en casi todos los países del mundo durante los últimos cincuenta años. En esta crisis del coronavirus está reconociendo desde el primer momento (quizá porque se le puede echar la culpa al virus) que «esta es una verdadera crisis global, ya que ningún país se salva» pues «tanto las economías avanzadas como las economías emergentes y en desarrollo están en recesión». E incluso está proponiendo desde el principio medidas por las que se tacha de radicales, bolcheviques o bolivarianos (que está más de moda) a los economistas críticos que las venimos defendiendo. Por ejemplo, la necesidad de acordar moratorias sobre los pagos de la deuda e incluso de proceder a su reestructuración.
Me temo, sin embargo, que ese esbozo de mayor realismo va a ser insuficiente para que el Fondo Monetario Internacional deje de equivocarse y acierte ahora con sus previsiones y recetas.
No va a acertar porque sigue sin contemplar a la economía mundial como un sistema complejo en el que unos problemas conectan con otros, provocando fallos estructurales y no sólo problemas particularizados, y porque, una vez más, sus análisis no tienen en cuenta el contexto en el que se está produciendo la crisis del coronavirus. El tiempo, otra vez, dirá quién lleva razón o no.
En estos momentos es muy difícil saber el impacto inmediato del confinamiento y de la crisis que ya estamos viviendo, porque depende de lo que se tarde en controlar la propagación del virus para acabar con el encierro, total o parcialmente, y de las medidas de garantía de ingresos que se tomen. Y es materialmente imposible saber cuándo y cómo se va a producir la recuperación sin conocer las estrategias de reactivación (en el mejor de los casos) o de reconstrucción (en el peor) que se pongan en marcha.
Mi opinión es que la mayoría de los gobiernos están dando por hecho que nos enfrentamos a una «crisis temporal» que se detendrá pronto porque pronto se va a poder detener la propagación del virus y eso me parece un principio de actuación muy arriesgado. No tengo noticias de que se estén elaborando estrategias económicas para hacer frente a un posible rebrote en la segunda mitad del año y eso me hace pensar que si se produjese un Segundo Gran Encierro, como hubo una Segunda Gran Recesión, la situación sería mucho peor que la que describe el informe del Fondo Monetario Internacional.
Por otro lado, las medidas que están llevando a cabo los gobiernos son de momento claramente insuficientes y demasiado conservadoras en la mayoría de los casos. Salvo en algunos países, no se están garantizando suficientemente los ingresos de las empresas y las personas y eso puede provocar que, cuando acabe el encierro, nos encontremos con una parálisis productiva mucho mayor de la esperada.
Algunos gobiernos (el italiano ya ha comenzado a actuar en ese sentido) se están poniendo en marcha para diseñar cuanto antes estrategias de reactivación, pero la mayoría se están limitando a capear como pueden y a corto plazo al temporal, sin avanzar en planteamientos de futuro. Y, lo que es más importante, todo el mundo habla de que esta crisis nos obliga a cambiar, pero no se perciben pasos de los dirigentes mundiales y de las instituciones en esa línea de cambio. El informe del FMI que he comentado es una prueba de ello. Se reconoce la gravedad del problema, se reclaman medidas extraordinarias, pero sólo se piensa en hacer que la locomotora se ponga a funcionar a máxima potencia en la misma vía de siempre, sin tener en cuenta que esa vía, esa locomotora y el tipo de combustible que utiliza son las constantes que han llevado, y no sólo el virus, a que las economías sean tan frágiles y vulnerables y a que apenas tengan capacidad de respuesta ante un tipo de contingencias naturales y de desequilibrios económicos y sociales que la ciencia nos dice que ya se han hecho consustanciales a la civilización que hemos creado. Parece olvidarse algo fundamental que decía Einstein: «si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo».
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