Publicado en EL PAIS-ANDALUCIA, 26-03-2002
Como quizá era de esperar, la puesta en marcha del debate sobre la segunda modernización de Andalucía ha puesto justamente de relieve uno de los grandes escollos que debemos superar en nuestra tierra para ser verdaderamente modernos: la aversión al pensamiento y, en particular, al pensamiento plural. Es sencilla y desgraciadamente sorprendente que lo que ha merecido más discusión de la propuesta haya sido su duración.
Sería deseable que el Gobierno, que en mi opinión ha hecho una oferta muy necesaria y digna de apoyo, no se deje llevar y renuncie a plantear un debate amplio y movilizador para abrir uno facilón y de vuelo corto. Eso es lo que ocurriría si se limitara a proponer un debate sin horizontes estratégicos y de minorías a desarrollar en internet, un medio que llega a la quinta parte de los andaluces, mientras que la televisión pública neutraliza cualquier discurso de modernización y enriquecimiento cultural. O si no se atreviera a comprometerse con perfiles ideológicos nítidos, o a formular los puntos de partida desde postulados que estén en consonancia con lo que hoy día debaten las vanguardias intelectuales del planeta. Y, por supuesto, si a quienes estamos dispuestos a hacer el viaje del debate con el gobierno sólo nos quedara asumir sin más el libreto que viene de fábrica.
Por su lado, la postura de la oposición no ha sido mucho menos alicorta. Es comprensible que los dirigentes andaluces del Partido Popular tengan dificultades insuperables para convertir su ontológica predisposición al insulto en pensamiento constructivo. Y por eso nada sorprende que hayan vuelto a responder sólo con descalificaciones a la propuesta de debate que ha hecho el Presidente Chaves. Hasta el momento, se desconoce cualquier propuesta popular en positivo sobre el futuro de Andalucía que no haya derivado de promesas que luego están incumpliendo cuando gobiernan en Madrid o en otras comunidades autónomas y es lógico, entonces, que no tengan interés en contribuir a un debate social amplio, transparente, riguroso y comprometido sobre el futuro andaluz.
Pero choca más la posición de Izquierda Unida, que tiene a gala diferenciarse del PSOE pordisponer de un proyecto social alternativo que podría presentar a la sociedad en el marco de este debate, o la del recién creado Partido Socialista de Andalucía, que podría demostrar ahora que nace como desarrollo de ideas más que como un simple aluvión de despechados.
Lo cierto es que, mientras que unos y otros convierten la posibilidad de abrir una amplia discusión social en un rifirrafe, los que sencillamente nos planteamos contribuir desde nuestra modesta condición de simples ciudadanos a pensar una Andalucía distinta no terminamos de encontrar el lugar desde donde las ideas y el pensamiento puedan influir en la agenda política.
Las recientes movilizaciones sociales en Barcelona, y las que están por venir, muestran que la sociedad está mucho más despierta de lo que se cree. La inmensa mayoría de los medios tratan de silenciarlo, pero esos movimientos vienen de la mano de un pensamiento que implica un nuevo paradigma de la política y de la acción social. Los dirigentes de los partidos y de los gobiernos deberían ser conscientes de que si los ciudadanos no encuentran en ellos cauces eficaces de participación y de expresión de su pensamiento plural terminarán por crear nuevas formas de acción política. Y deberían ser conscientes, al mismo tiempo, de que ninguna acción política puede sostenerse mucho tiempo sobre el pensamiento vacuo, sobre la carencia de ideas novedosas o sobre propuestas políticas tan neutras que parecen despintadas y viejas.
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