Los primeros resultados de las elecciones autonómicas y municipales en España me parece que tienen interpretaciones bastante elementales. Los comento sobre la marcha.
1. Por un lado, la derecha (que básicamente comparece unida en torno al Partido Popular) obtiene más votos que el partido socialista en todo el Estado (aunque muchos menos que el conjunto de la izquierda, que comparece desunida) pero se trata de una mayoría que no le permitiría gobernar si se hubiera tratado de unas elecciones generales.
2. Por otro, el Partido Socialista (aliado con Izquierda Unida) aumentará su parcela de poder en los municipios y las autonomía, que en definitiva era de lo que se trataba en estas elecciones. A su vez, Izquierda Unida verá aumentar su presencia en bastantes gobiernos municipales y quizá algunos autonómicos, aunque no haya tenido un incremento de votos muy significativo en la mayoría de las circunscripciones.Sin embargo, y a pesar de ello, lo que parece evidente es que la política de cesiones constantes del gobierno de Zapatero, incapaz de actuar con firmeza frente a la derecha y frente a los poderes económicos que hacen que sus deseo de hacer política social más avanzada no se traduzca en un reparto más igualitario de los recursos, la renta y la riqueza, impide que se consolide con suficiente fuerza un proyecto auténticamente progresista en España. Y, en su consecuencia, una auténtica consolidación electoral de su propio partido.
En suma, el resultado de estas elecciones muestra que Zapatero amaga pero que hace muy poco más.
3. Es muy significativo lo que ha ocurrido en Madrid, en donde una candidatura municipal impuesta por Zapatero ha sufrido una derrota histórica, y en otras muchas ciudades, en donde la izquierda ha sido literalmente incapaz de movilizar a su electorado potencial.
Nadie puede extrañarse de esas derrotas porque se trata de resultados que se venía venir como una consencuencia directa de la pérdida de pulsión democrática de los partidos de izquierda, de su cada vez menor capacidad para atraer a la gente de la calle a su seno, de su escasa transparencia, de la mediocridad de sus dirigentes, de su burocratización y de su conversión en aparatos casi completamente impotentes a la hora de percibir con nitidez las demandas sociales y, en consecuencia, de trasladar a la sociedad propuestas de transformación atrayentes.
La frustración y el abandono no ya del compromiso ideológico sino de la mera identificación política son los resultados directos de esta situación.
4. Se ha vuelto a producir un fenómeno electoral verdaderamente preocupante y expresivo del tipo de sociedad en la que nos desenvolvemos. En ciudades en donde sus gobernantes han sido públicamente reconocidos como corruptos mediante grabaciones u otros medios de prueba inconfundibles, en donde se han producido desmanes urbanísticos manifiestos, en donde se han denunciado con todo tipo de evidencias escándalos, apropiaciones indebidas, tratos de favor a constructores amigos y muchas otras actuaciones de esta naturaleza, los gobernantes han vuelto a ser elegidos con el mismo o mayor apoyo que antes. Y no sólo porque esos hechos hayan producido una desafección de los electores, hartos de todo ello, sino incluso porque han aumentado cuantitativamente sus propios votantes.
Eso quiere decir que estas elecciones demuestran que nuestras sociedades se han hecho completamente opacas, que efectivamente vivimos ya en el universo en el que casi nadie (o al menos las grandes mayorías) quiere o puede ver lo que efectivamente ocurre, ni puede librarse del efecto que produce la comisión del crimen perfecto del que habló Baudrillard: el asesinato de la verdad. Todo da igual, nadie es responsable.
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