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4 comentarios
Me apena que este extraordinario video no haya recibido comentarios. Dificilmente vamos a solucionar los problemas si no pensamos de forma global, aunque actuemos a nivel local. Del mismo modo que la salud del organismo humano necesita del buen funcionamiento de todos sus órganos y células, también la buena salud de la población mundial y de la nave espacial Tierra necesita de la colaboración de todos.
Como suele ocurrir en estos casos, la principal denuncia en el video es las profundas desigualdades dentro del género humano. El hecho de que el 6% de la población mundial disponga de la mitad de la riqueza y que la mitad más pobre no supere la renta de 2 dólares diarios demuestra la magnitud del problema. Sin embargo, hay otras posibles reflexiones que desgraciadamente todavía son minoritarias y que podrían ayudarnos a la hora de buscar soluciones.
Una de ellas es que los problemas de la humanidad tienen como responsable principal a la perversión y ambición de la clase dominante. Ni siquiera estamos hablando de una clase social que abusa de sus semejantes a la hora de llevar a la práctica la mejor lectura posible del concepto «buen vivir», dejando una mermada capacidad al resto del género humano. La realidad es que el «buen vivir» jamás fue una inquietud filosófica para la clase dominante, a la que sólo parece interesarle la acumulación creciente de riqueza, cueste lo que cueste, cualesquiera que sean las consecuencias. Como resultado de ello, ni vive ni deja vivir en este manicomio dirigido por los enfermos mentales, a los que no parece importarles en su desmedida ambición que más del 15% pase hambre extrema, que el 40% carezca de atención sanitaria regular, que el 14% sean analfabetos o que el 1% sufran el flagelo de una enfermedad infecciosa que se puede prevenir.
Otra reflexión importante que todavía no cuenta con el respaldo que merece tiene que ver con el crecimiento exponencial de la población en un planeta de recursos finitos. El hecho de que la población mundial se duplique en menos de 40 años cuando somos ya 7000 millones debería haber dispararado todas las alarmas. Quienes siguen apostando por el crecimiento de la población deberían empezar a plantearse si la ley del Mínimo de Liebig sobre el efecto techo de los recursos críticos ya ha sido sobrepasada y, además, que nuestro crecimiento como especie animal está poniendo en peligro no ya las poblaciones habituales de otras especies sino la propia supervivencia de estas. ¿Quién podría demostrar que somos la especie elegida y que el resto de especies están a nuestro servicio? ¿Con qué derecho abusamos de los ecosistemas naturales, entre los que hay especies a cuyo género pertenecemos?
Hace ya mucho tiempo que la situación del planeta debió llevarnos a formularnos preguntas importantes sobre la responsabilidad asociada al acto de la procreación. No tengo la menor duda de que, si la fecundación fuera un acto consciente en otras especies animales, la paternidad sería un acto responsable. Por el contrario, entre los humanos, la paternidad es un derecho ilimitado, que se puede ejercitar del modo más irresponsable con la descendencia y con la especie, siendo el único requisito la buena disposición de la madre naturaleza para con los progenitores. Bajo ningún concepto este puede ser un derecho en un planeta de recursos limitados y mucho menos en sociedades que no garantizan los derechos de los nasciturus. Aquí es donde cada uno de nosotros en conciencia debería analizar el grado de corresponsabilidad en la situación de pobreza e infelicidad que sufren tantas personas. ¿Acaso estaríamos en esta lamentable situación si los humanos procreáramos con conciencia de clase, especie y reino animal? En el momento presente podrá parecer una utopía, pero a principios del siglo XX el movimiento neomalthusiano planteó una huelga de vientres en reivindicación a la clase dominante de los derechos fundamentales para todos los ciudadanos y cuyo éxito en el necesario ajuste entre población y recursos podía haber evitado las dos guerras mundiales y la deriva hacia el abismo en que nos encontramos conducidos por una clase mentalmente enferma que, cuanto más corre, más le duele, y si para, revienta.
Estupendo video!
100 veces más intensa la desazón en el corazón.
Es que vivimos en un mundo de ignorancia, barbarie y egoísmo ubérrimos en el que nada malo debería sorprendernos. Se supone que a través de una lenta evolución nos dirigimos a una mejoría sostenida individual, no colectiva. Según algunas doctrinas esotéricas, este es un mundo de dolor del que quienes evolucionen saldrán para ir a otro mundo mejor. Pero aquí las cosas no cambiarán nunca, por naturaleza. Claro, no puedo afirmarlo, pero no me cuesta nada aceptarlo así… ¡Saludos!
¿Merecen habitar una casa,aquellos que no se respetan a si mismos (humanos),ni a sus vecinos ( animales),ni la propia casa (planeta)?
Mi respuesta es evidente; merecemos ser desahuciados.