Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Las uvas de la ira

Vuelven a caer en mis manos los párrafos que leí hace mucho tiempo de Las uvas de la ira de John Steinbeck. ¡Tan actuales, tan sangrantes! No hace falta mucho más para entender perfectamente cómo funciona el capitalismo.

«Os tenéis que ir. Yo no tengo la culpa.» ¿Y de quién es la culpa?, le pregunté yo. Porque al culpable le abro la cabeza. Es la Compañía de tierras y ganados de Shawnee. Yo sólo cumplo órdenes, y ¿quién es esa compañía? No es nadie, es una compañía. Para volverle a uno loco. No había nadie a por quien pudieras ir. Mucha gente sencillamente se cansó de buscar a alguien a quien echar la culpa y con quien descargar su furia. Pero yo no. Yo no me harto de estar enfadado y no pienso marchar» (p. 46).

«Quizá necesite doscientos hombres, así que habla con quinientos, que se lo dirán a otra gente y cuando llega al sitio del trabajo, hay allí unos mil hombres. El jefe dice. «Pago veinte centavos por hora.» Más o menos la mitad de los hombres se marcharán. Pero aún quedan quinientos y están tan muertos de hambre que trabajan aun por unas galletas (…) ¿Lo entienden ahora? Cuanta más gente haya y más hambrienta esté, menos tendrá que pagar. Si puede, se queda con uno que tenga hijos» (p.179).

«Suponte que tú ofreces un empleo y sólo hay un tío que quiera trabajar. Tienes que pagarle lo que pida. Pero pon que haya cien hombres —dejó descansar la herramienta. Sus ojos se endurecieron y su voz se volvió más penetrante—. Supón que haya cien hombres interesados en el empleo; que tengan hijos y estén hambrientos. Que por diez miserables centavos se pueda comprar una caja de gachas para los niños. Imagínate que con cinco centavos, al menos, se pueda comprar algo para los críos. Y tienes cien hombres. Ofréceles cinco centavos y se matarán unos a otros por el trabajo» (p. 233).

«- Llega un momento en que uno se pone furioso.
Madre le interrumpió:
– Tom…, me dijiste…, me prometiste que no te habías vuelto así. Me lo prometiste.
– Ya lo sé, Madre. Lo estoy intentando. Pero esos ayudantes del sheriff… ¿Has visto uno alguna vez que no tuviera el culo gordo? Y menean el culo y muestran su revólver por ahí. Madre -dijo-, si ellos estuvieran trabajando con la ley, lo podríamos soportar. Pero no es eso. Su trabajo es minarnos la moral. Intentan que estemos encogidos, arrastrándonos como una perra apaleada. Tratan de destrozarnos. Por Dios, Madre, llega un momento en que lo único que uno puede hacer para conservar la dignidad es atizarle a un policía. Nos están comiendo la dignidad.
– Me lo prometiste, Tom -insistió Madre-. Eso que dices es lo que hizo Floyd Niño Bonito. Yo conocía a su madre. A su hijo le hicieron daño.
– Lo estoy intentando, Madre. Te juro por Dios que lo intento. Pero no querrás que me arrastre como una perra apaleada, con el vientre por el suelo, ¿verdad?
– Estoy rezando. No puedes meterte en líos, Tom. La familia se viene abajo. Tienes que portarte bien» (p. 267).

«Así que anoche el representante del banco me dijo, dice: «Usted está pagando treinta centavos por hora. Es mejor que lo reduzca a veinticinco.» Yo le dije: «Tengo buenos hombres. Merecen que les pague treinta.» Y él replicó: «No se trata de eso. El salario actual es de veinticinco centavos. Si usted paga treinta, provocará agitación. Y por cierto, ¿va usted a necesitar la cantidad acostumbrada del préstamo para la cosecha del año próximo?» -Thomas se interrumpió. Su respiración salía en jadeos entre sus labios-. ¿Entiendes? El salario es de veinticinco centavos… y tendrás que conformarte» (p. 281).

– Mira, Tom -dijo finalmente-. Vinimos aquí a trabajar. Nos dijeron que iban a ser cinco centavos. Estábamos muchísimos. Fuimos allí y nos dijeron que pagaban dos y medio. Uno solo no puede comer con eso y si tiene hijos… Así que dijimos que no. Nos echaron. Y se nos vinieron encima todos los policías del mundo» (p. 370).

(He tomado los fragmentos de la edición de RBA Promociones Editoriales, Barcelona 2001).

8 comentarios

Mauro Poggi 25 de abril de 2014 at 20:26

Un libro extraordinario que también ilumina sobre la verdadera solidarid. Este pasaje se me ha quedado grabado (mala traducciòn mìa desde texto italiano):
Padre dijo: «[…] el problema es, hay sitio para todos en el coche? Podemos darle de comer a una boca màs? […] Madre, podemos?»
Madre se aclareciò la voz: » Si es por poder, no podemos nada. Nì marcharnos para California nì nada. La pregunta no es si podemos, mas si queremos hacerlo o no».

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Antonio Gonzalez 26 de abril de 2014 at 02:15

El caso es garantizar un 40% de ganancia corporativa
y puedan vivir bien unos pocos parasitos.
Al resto nos queda saber pronto tendremos algunos
santos mas a quienes pedir un milagrito.

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Mario Gándara 26 de abril de 2014 at 17:15

Los lakota, los también llamados sioux, a los que les fueron arrebatadas las tierras que ocupaban desde tiempo inmemorial en la América del Norte, llamaban al hombre blanco con una palabra, «Wasichu», que en su idioma quiere decir «persona codiciosa». Es extraordinario que no lo llamasen «rostro pálido», ni que empleasen para denominarlo ninguna otra expresión que aludiese a su color, sino que eligiesen para él un nombre que retrataba su alma. Ese tipo de persona, que no pertenece a ninguna raza, sino que se encuentra en todas, es la que domina actualmente en occidente. Los wasichus ocupan actualmente las más altas instancias y dirigen la política y la economia mundiales. No les preocupan las personas, sino tan sólo satisfacer su avidez. En tanto que ellos mantengan su posición dominante los demás seremos instrumentos para su codicia. Pero no tengo duda de que su dominio tiene los días contados.

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JM 27 de abril de 2014 at 02:46

Supongo que repito la cita pero me parece oportuna:
«Los patricios son tenidos por buenos ciudadanos; nosotros somos los pobres ciudadanos. Con lo que sobra a los poderosos bastaría para socorrernos. Si tan sólo nos dieran lo que les es superfluo mientras estuviese en buen estado, podríamos creer que nos auxilian por humanidad; pero piensan que somos demasiado caros de sostener. La delgadez que nos devora, el espectáculo de nuestra miseria, son como el inventario encargado de mantener detallada la cuenta de su abundancia. Nuestro sufrimiento constituye provecho para los tales. Venguémonos con nuestras picas antes de vernos reducidos a esqueletos; porque saben los dioses que cuando hablo así es porque tengo hambre de pan y no sed de venganza.»
William Shakespeare, Coriolano.

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Alfonso Casas 28 de abril de 2014 at 01:16

Pienso que ya pasó el tiempo de escribir, es tiempo de actuar, y hacerlo como cada uno puede, no podemos seguir pensando que no se puede hacer nada, hay que hacer camino, no se puede esperar eternamente

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Pedro 29 de abril de 2014 at 18:39

Recuerdo el capítulo 7 de este libro como una gran lección de ética.

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Richard Toro Rojas 3 de mayo de 2014 at 00:42

La codicia elemento globalizado desde tiempos inmemorable.

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OberonLib 4 de mayo de 2014 at 23:22

Creo que es la primera vez que comento algo en tu estupendo blog. Muchas gracias por llamar a las cosas por su nombre y explicarlas al alcance de todos.
Me pregunto, leyendo los párrafos que has seleccionado de la novela de Steinbeck, qué hemos hecho mal; cómo es posible que casi un siglo novelas como esta sigan teniendo tanta actualidad; por qué después de tantos avances científicos en todos los campos hemos sido incapaces de dominar nuestra codicia y egoísmo.
Leyendo el comentario de JM, en el que cita el Coriolano de Shakespeare, pienso que el mal que nos aqueja cómo especie viene de tan antiguo como nosotros mismos.
Si lo único que hemos sido capaces de hacer en tantos siglos de «civilización» ha consistido en pasar de un sistema de producción esclavista a uno feudal para terminar inventado el capitalismo, creo que como especie dejamos bastante que desear.
Hay días que me siento profundamente pesimista de nuestro futuro, y soy incapaz de no identificar al género humano con un cáncer que terminará destruyendo el planeta. No sé porqué, pero hoy, creo que la metástasis está muy avanzada.

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