Hace ya bastantes años, cuando estudiaba Derecho Administrativo, el catedrático de la asignatura nos puso como ejemplo del “imperio de la ley” unas torres que se habían construido sin los permisos correspondientes e infringiendo las normas urbanísticas en una elegante zona residencial. “Cuando sean derribadas –nos decía- esas torres serán el mejor ejemplo del imperio de la ley y de que ésta termina por imponerse a todos nosotros”.
Cada vez que paso por delante de las torres, que por supuesto no se derribaron, me reafirmo en la idea que yo tengo del “imperio de la ley” y en la convicción de que las normas nos afectan según el poder que tengamos cada uno de nosotros.
Hace unos días pasaba por el hall de la Facultad de Derecho de Málaga cuando me crucé con el catedrático de Derecho administrativo que iba fumando tan tranquilamente, a pesar de que está estrictamente prohibido, y acompañado por uno de los vicedecanos del centro. «Qué pasa -le dije- que tú fumas donde ta parece aunque esté prohibido?». «Sí», me dijo lacónicamente.
Pues eso. El imperio de la ley.
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