Hoy sábado habrán llegado a Madrid miles de personas procedentes de todos los puntos de España. Marchan allí para mostrar su indignación y su dignidad y, sobre todo, para demostrar que no están dispuestas a aceptar sin más el continuo e injusto empobrecimiento de los más para que le rebose la riqueza a los menos.
Circunstancias familiares que no vienen al caso me han impedido estar estos días en Madrid, como me hubiera gustado, pero me siento uno más de los que han apoyado esas marchas y espero que se sumen muchas más personas. Nos quieren imponer la barbarie y cualquier persona decente debería hacer lo que estuviera en su mano para evitarlo.
Sin embargo, al mismo tiempo que apoyo a estas marchas en la medida en que me es posible me gustaría señalar que será muy difícil que den un resultado eficaz y positivo si no van acompañadas de una respuesta política unitaria y muy amplia. Y más concretamente, de alternativas electorales de unidad ciudadana que también conquisten las instituciones además de las calles y del tipo que ya comenté hace unos meses en mi artículo Unidad ciudadana
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3 comentarios
Coincido con el punto de vista de su anterior artículo aunque difiero en parte no en lo propuesto sino en su germen. Me quedo especialmente con la frase “… que las personas normales y corrientes quieran comprometerse y actuar como lo que son, dueñas de sus destinos.”
y con el concepto de la independencia de ideologías pues como ciudadanos lo que nos afecta es común, más básico que cualquier teoría al uso empleada en el fondo como divisor de colectivos, y digo colectivos porque considero que antes del surgimiento de grupos, asociaciones… lo primero es que cada cual sea consciente de que debe actuar de forma individual, con sus actos del día a día, empleando la razón, olvidando y sin tener en cuenta lo que hace el vecino pues esto desemboca muchas veces en “yo no hago el primo mientras no haya masa crítica para lo que sea…”; veo erróneo depender de grupos y líderes (como detecto en muchas personas) para oponerse/cambiar un sistema basado en lo mismo y arraigado en nuestro gregarismo.
Creo que la “”lucha” debe ser individual, nacida de lo más profundo de cada cual al mirarse al espejo, de la educaión, de rehusar lo innecesario no de la renuncia a nada… conseguir esta utopía en una sociedad que nos acostumbra al sentido de pertenencia a algo desde la niñez es complejo, aunque lo veo como el único camino certero a la unión de individualidades, una unión horizontal y no necesariamente inmutable sino adaptable en tanto en cuanto cada uno actúe conforme varía el entorno. Lo básico para el ser humano es común y de ahí nacerán conceptos o ideas más amplias, asumidas desde antes por quienes las comparten… todo ideal asimilado después de su elaboración crea diferencias, depende de guías y por tanto es maleable, posible objeto de control y sensible a todo tipo de manejos e infiltraciones no necesariamente surgidas desde fuera.
Creo positivo recordar unas sabías palabras de M. Espinosa, mientras no seamos capaces de detectar como base de nuestra recepción de información seremos vulnerables:
“La sabiduría proviene de clasificar la realidad en dos grandes grupos: cosas primeras y cosas últimas. Así como las cosas primeras pertenecen al reino del Instinto, así las cosas últimas corresponden al reino del juicio, resultando, por ello, eminentemente humanas. Tales son las cosas de los sabios. Entre las cosas primeras y las cosas últimas existe la misma antinomia que entre la libertad y la fatalidad, el Bien y el Mal, la alegría y el desencanto, la verdad y la necesidad. LA PREMEDITACIÓN TIENE UN DOGMA SUPREMO: HABLAR DE LAS COSAS PRIMERAS CON RAZONES DE LAS COSAS ÚLTIMAS.”
P.D. Disculpad si me he extendido en exceso. Nos vemos en Madrid en un rato.
Hablando de Dignidad. ¿Qué dignidad inculcan a su pueblo unos gobernantes capaces de modificar las leyes de su país para facilitar la explotación extranjera?
¿Qué dignidad tienen algunos expertos económicos cuando proponen una reforma fiscal regresiva con el pretexto de atraer la inversión extranjera?
La dignidad es educar al pueblo en el esfuerzo para ser independiente. La dignidad es fomentar la justicia y la solidaridad. La dignidad es apartar a los corruptos con ejemplaridad. La dignidad es fomentar la igualdad de oportunidades para no perder a los mejores. La dignidad no es esperar que otros te resuelvan el problema.
En cuanto a la marcha por la dignidad solo decir que para enterarse de lo que sucede en España hay que seguir leyendo la prensa extranjera, como en los viejos tiempos. De gigantesca la calificaba Le Monde.
Apreciado Juan. No puedo estar más en desacuerdo con tu reflexión final. Es algo en lo que, seguro que por convicción, abundas continuamente y, en lo que personalmente, pero también en la organización a la que pertenezco, el Frente Cívico Somos Mayoría, diferimos. Y creo que no es nada baladí. Precisamente creo que es el momento de movimientos, de trabajo, de cohesión, de confluencias, no electoralistas. Cualquier proyecto político en la actualidad es inútil. No hay nada que cambiar, no se puede cambiar nada si no es porque un proyecto haya sido aupado por la inmensa mayoría convencida de la ciudadanía. Es más, sólo un contrapoder popular que esté alerta, concienciado, empoderado, activo, podría conseguir que los grandes poderes fácticos no siguieran teniendo la manija. Lo conseguido el 22M es histórico. Dos millones de personas en Madrid, sin ser convocadas por ningún «aparato» (y creo que se me entiende) es solo el principio de eso. Ahora mismo, ni con esos dos millones (que multiplicados por sus familias son muchos más) se podría sostener un gobierno (fíjate que digo un gobierno: ¿para qué serviría la realidad inmediata de un pequeño grupo parlamentario?) que hablara de un proceso constituyente, de una banca pública, de la nacionalización de las empresas estratégicas, de la salida del euro, del no pago de la deuda ilegítima. La campaña mediática sería tan feroz que acabaría reduciendo el poder de esos dos o cuatro millones de personas. Empero, hay que seguir en la unidad a base de explicar, de informar, de demostrar, de destapar las mentiras. Desde la base de los afectados y afectadas, en experiencias conjuntas alternativas, como la que vivimos en Córdoba en la Acampada Dignidad. Desobedeciendo, rebelándonos, y dándonos cuenta de que, cuando peleamos se nos escucha. Y, a eso, es a lo que le tienen miedo los políticos. Y por eso nos piden que nos metamos en partidos, para neutralizar lo que de verdad les desmonta sus mentiras. ¿Significa esto renunciar a la política? No. Significa aprender de experiencias que han terminado exitosas y superando campañas mediáticas e incluso intervenciones directas de los EEUU, como en sudamérica. Si todavía estamos pensando en que las cosas se cambian en las instituciones…..
Perdón por el «tocho»
Salud