Publicado en La Opinión de Málaga. 23-05-2004
A pesar de que cada vez disponemos de más sofisticados medios de registro y contabilización aún no podemos estar seguros de que las estadísticas nos muestren lo que efectivamente esté pasando en la realidad económica.
En 1954 un tal Darrell Huff publicó en Nueva Cork un libro titulado “Cómo mentir con estadísticas”. Ahora somos más sutiles. El anterior gobierno de Aznar no debía estar muy seguro de que los resultados de su política sobre la distribución de la renta fuesen muy positivos. ¿Solución? Eliminar la encuesta que proporcionaba la información detallada. ¿Qué hay que mejorar los datos del paro? Se hacen unos arreglillos a la Encuesta de Población Activa y aparecen unos cientos de miles de empleos más. En el Reino Unido se ha modificado más de treinta veces la definición estadística de parado desde 1977, siempre, claro está, logrando que se reduzca su número.
En España tampoco tenemos seguridad sobre la cifra exacta de déficit público, lo que es la manifestación más preclara de que los dineros de todos no están siendo manejados con rigor y transparencia. Muchos han hablado de que nos hemos encontrado en los últimos años ante un auténtico “apagón estadístico”. Hace poco se denunciaba que organismos oficiales no daban datos de producción industrial valenciana desde 1996. El profesor Enrique Gil culpaba al apagón estadístico de que no se hubiese podido saber el año pasado el número de personas mayores muertas de calor. También el Fondo Monetario ha denunciado que un apagón estadístico oculta la realidad de los precios de la vivienda en nuestro país. ¿Y qué decir del que provocó el gobierno para ocultar los efectos del euro sobre los precios? Ni siquiera es posible saber exactamente cuál es el montante del producto interior bruto. Según cuál sea la fuente, nos dará un registro diferente.
No hay excusa. Una sociedad democrática debe proporcionar a sus ciudadanos información veraz. Pero es que, además, los datos estadísticos son imprescindibles para poder gobernar. Sin ellos es como ir a ciegas. No se trata sólo de que no dispongamos de algunos datos que puedan ser más o menos interesantes, sino que eso refleja que el buen gobierno es aún una aspiración lejana.
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