Publicado en La Opinión de Málaga el 12 de junio de 2005
Por la época en que José María Aznar hizo famoso el latiguillo con el que quería convencernos de que España iba magníficamente publiqué un libro que titulé «España va bien y el mundo tampoco».
Trataba de expresar que no era cierto lo que decía el entonces presidente porque lo que en realidad estaba ocurriendo es que a unos les iba mucho mejor que a otros y que demasiados asuntos sociales iban francamente mal, al contrario de lo que él aseguraba.
Zapatero heredó una España que había proporcionado enormes beneficios a una parte de la población pero en la que se habían deteriorado los niveles de bienestar básicos del conjunto de la población, al menos, en términos relativos respecto a Europa. Pero lo curioso es lo poco que ha tardado Zapatero en adquirir el latiguillo de decir también que la economía va estupendamente. Más concretamente, acaba de decir que va «más que bien».
No se puede decir que la economía española vaya mal o incluso que vaya peor que otras de su alrededor. Si la alemana que es la de mayor fortaleza en Europa pasa momentos tan apurados casi deberíamos sentirnos privilegiados a la vista de cómo nos va a nosotros. Pero de ahí a pensar que todo marcha tan bien creo que va un abismo que, si no se toma en consideración, puede hacer que al final no se adopten las soluciones necesarias.
Hay que tener en cuenta que la economía española está siendo impulsada por un doble motor demasiado problemático: la construcción y el consumo privado y, ambos, mantenidos gracias aun endeudamiento extraordinario que marca registros históricos. Como ya he señalado en otros artículos habría que reflexionar sobre esto y empezar a plantear si ese doble motor está realmente en condiciones de funcionar indefinidamente.
El problema grave que eso plantea es que paralelamente se ha ido deteriorando nuestra capacidad industrial y productiva lo que se traduce en una pérdida histórica de competitividad.
El déficit exterior de España es gigantesco. Gracias a que formamos parte de una unión monetaria ese déficit no se ha traducido en subidas muy elevadas de los tipos de interés y en una recesión tremenda pero eso no significa que se pueda mantener eternamente. Sobre todo, porque no se está produciendo, cómo algunos quieren hacernos creer, debido a factores coyunturales o a la subida de los precios del petróleo, sino a problemas estructurales muy graves: la debilidad de nuestro sistema educativo, la falta de innovación, al escaso desarrollo de industrias de vanguardia y también porque los altos beneficios de la construcción fagocitan a los capitales que, así, no se emplean en el desarrollo de las actividades más productivas y sostenibles.
Este modelo de crecimiento económico está siendo muy rentable para las empresas pero muy costoso socialmente y eso hará que, a la larga, se vuelva contra los mismos que ahora están disfrutando de altísimos beneficios.
El beneficio empresarial no hace sino aumentar mientras que, al mismo tiempo, se reduce la proporción de la renta global que corresponde a los salarios. Eso es lo que, entre otras cosas, hace que para mantener el estándar de consumo haya que recurrir a un continuo incremento del crédito. Los beneficios empresariales en el sector de la construcción se han duplicado en los últimos cinco años pero eso no se debe interpretar como un magnífico empuje para la actividad en el sector sino como un detonante de inflación y, sobre todo, como un desincentivo para la inversión en otros sectores menos especulativos y rentables a corto pero más fortalecedores de la economía a medio y largo plazo.
Zapatero viene haciendo también declaraciones en las que muestra su satisfacción por la evolución del empleo pero creo que peca igualmente de un optimismo excesivo. Las mejoras recientes que se vienen registrando se deben casi exclusivamente a las nuevas formas de cálculo estadístico. No hay motivos para complacencia cuando la temporalidad en España alcanza casi el 33% del empleo frente a un 13% de media en la Unión Europea. La falta de realismo de las formas de registrar el paro se pone de relieve cuando año tras año y a pesar de que las tasas oficiales mejoren, más del 60% de las familias encuestadas afirman que el primer problema de España es el paro.
La economía española tiene también un grave problema si se contempla lo que viene ocurriendo con la fiscalidad. Durante la época de Aznar se produjo una auténtica y silenciosa contrarreforma que hizo que aumentara la presión fiscal (¡no era verdad que bajaran los impuestos!) pero por la vía de los impuestos indirectos, de modo que nuestra fiscalidad ha ido siendo cada vez más regresiva en los últimos años. Las discrepancias internas ha retrasado la reforma fiscal que el partido socialista proponía realizar en su programa electoral y ahora no es fácil aventurar lo que pasará con ella.
Zapatero sabe bien que España está a la cola europea (detrás de Portugal) en cuanto a prestaciones sociales y en todos los indicadores relativos a los derechos sociales e incluso en cuanto a las infraestructuras de las que depende la inversión y la acumulación de capitales. Muchos de nuestros servicios públicos empiezan ya a manifestar el deterioro derivado de la disminución del gasto de los últimos años y eso pronto pasará factura a la economía en su conjunto.
El presidente de un gobierno progresista no debería decir que la economía va más que bien cuando todo esto está sucediendo, cuando la economía funciona con un modelo socialmente regresivo y económicamente inconsistente, que produce una distribución de la renta muy desigual y un incremento continuo en la concentración de la riqueza. Hemos destruido la actividad productiva y no se están generando los impulsos suficientes para promover innovación y actividad económica de alto valor añadido, entre otras cosas, porque nos empeñamos en atarnos de pies y manos a los pactos de estabilidad y a renunciar a las políticas expansivas que necesita un país con tantas desventajas relativas como es el nuestro. Y, sobre todo, porque parece que los gobiernos se sienten satisfechos creando solamente mucho beneficio privado.
La verdad es que las políticas económicas que se vienen aplicando nos han especializado en la producción de ricos y millonarios. ¿Alguien cree que es razonable que España sea el segundo país de Europa con mayor crecimiento del número de ricos? Es a estos a quienes les va más que bien. Para saber cómo le va a la inmensa mayoría de la gente basta con salir a la cale y preguntarle.
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