Publicado en La Voz del Sur el 28 de febrero de 2021
La pandemia que estamos viviendo no va a dejarnos solamente las consecuencias de un drama sanitario, el daño y el dolor que venimos sufriendo y que acabará antes o después. La Covid-19 cambiará el mundo y no hay ninguna seguridad de que sea para bien.
Cuando se detenga la propagación del virus, las economías habrán acumulado un nivel de deuda pública y privada gigantesco, el incremento más grande y más rápidamente registrado de nuestra historia. Es imposible que eso (que es seguro que ocurrirá) no tenga efectos traumáticos en casi todos los países, en el conjunto de la economía mundial. Tengo la seguridad de que propuestas que ahora se consideran heréticas se pondrán muy pronto sobre la mesa de los organismos internacionales y gobiernos y también de que se acordarán unas u otras soluciones en virtud del poder político que en su momento tengan las naciones afectadas. En Andalucía deberíamos ser conscientes de ello y pensar con anticipación qué nos conviene, cómo podemos reforzar nuestros intereses y qué alianzas deberíamos forjar para defenderlos en el futuro inmediato.
La pandemia también está dislocando el tejido productivo en todo el planeta y no solo con carácter coyuntural. Un buen número de actividades e incluso de sectores económicos sencillamente no podrán continuar siendo lo que han sido hasta ahora y eso va a ocurrir con algunos de los que tienen un mayor peso en la economía andaluza. La inercia ha podido proporcionarnos hasta ahora cierta fuerza de empuje pero, será suicida creer que podremos superar los efectos de la pandemia simplemente dejándonos llevar, como hasta ahora, por las lógicas dominantes del sistema. Nuestras empresas, nuestra administración pública, nuestras familias y todas las andaluzas y andaluces en general debemos reinventarnos. El reparto de los fondos europeos será el primer aldabonazo que nos indique si estamos en condiciones de aprovechar las oportunidades que van a surgir o si perderemos una vez más el tren del progreso.
Lo que estoy señalando no es ningún abstracto. Implica compromisos y tareas muy concretas. Andalucía debe prepararse para la irrupción de un nuevo universo tecnológico, debe generar mercados internos capaces de proporcionar los ingresos que vamos a perder cuando otras economías dejen de utilizar los eslabones que hasta ahora tenían establecidos en la nuestra. Y eso solo puede lograrse creando nuevos negocios, redes y canales de distribución, disponiendo de una financiación que hasta ahora no tenemos asegurada, modificando nuestro espacio y el uso que hacemos del territorio y de los recursos naturales (hasta ahora al servicio de una economía convertida en un centro de extracción de recursos que salen hacia fuera de ella) para lograr mejor actividad económica, sostenibilidad a largo plazo y frenar un cambio climático que nos condena a todos. Obliga fortalecer y hacer mucho más eficientes a nuestra administración y servicios públicos. Andalucía no puede hacer frente al futuro, por ejemplo, con un sistema educativo constantemente en precario, ni siquiera capaz de incardinar en su seno a toda la población juvenil que hoy día no tiene horizonte vital alguno sin formación y cualificación profesional adecuada.
Las perspectivas no son optimistas y no solo por el daño objetivo que nos produce la pandemia sino por el tipo de gestión que se viene haciendo y por los principios que han venido guiando la política económica de la Junta de Andalucía. Sabemos cuál fue el efecto del conservadurismo y el temor a cambiar con que se gobernó Andalucía en los últimos años del PSOE pero también conocemos el efecto que han tenido en otras autonomías la renuncia al impulso público y el recurso preferente a la privatización que aquí practica el tripartito de derechas.
Andalucía necesita salirse de las coordenadas de la vieja política. Lo mismo que la pandemia obliga, se quiera o no, a reinventar los negocios y las pautas de producción, de distribución y de consumo, la etapa en la que irremediablemente vamos a entrar nos enfrente al dilema de innovar en política o fracasar. Se necesitan proyectos civiles, acuerdos transversales, políticas del más amplio espectro para lograr la complicidad ciudadana que proporcione fortaleza, poder de negociación y capacidad de transformación imprescindibles para salir airosos del desafío extraordinario que tenemos ya por delante.
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