Publicado en Público el 18 de junio de 2014
Los partidos mayoritarios que constituyen el soporte del actual régimen político español defienden a la monarquía afirmando que es un factor de estabilidad política y social y que por ello su papel está fuera de discusión, como lo está la propia Constitución o la democracia en nuestro país. Pero a mi juicio los hechos demuestran claramente lo contrario.
La Constitución, en lugar de convertirse en la pieza que asegure el ejercicio de los derechos, la igualdad y el bienestar de los españoles –y, por tanto, la estabilidad económica y social- se ha convertido en un simple papel mojado. Los partidos mayoritarios la vienen incumpliendo reiteradamente e incluso la han modificado sin contar con la opinión del pueblo para dar satisfacción a potencias extranjeras, dinamitando así uno de sus principios fundamentales: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.
Los partidos mayoritarios han convertido instituciones esenciales para la convivencia democrática, como el Tribunal Constitucional, el de Cuentas, el Consejo Superior del Poder Judicial, el Tribunal Supremo o la Fiscalía, en meros instrumentos de partido. El artículo 117 establece que la justicia emana del pueblo y se administra por jueces y magistrados “sometidos únicamente al imperio de la ley” pero los partidos mayoritarios se aseguran en todas esas instituciones mayorías inamovibles a su servicio. Controlan a su antojo los medios de comunicación públicos cuya pluralidad es esencial para que exista democracia. Se reparten con opacidad cientos de millones de ayudas del Estado, basan su predominio en una ley electoral injusta y conforman un oligopolio político que resuelve con pleno acuerdo las grandes cuestiones sin consultar a los ciudadanos, y en particular las que han tenido que ver con la crisis económica en la que estamos.
No hay norma más incumplida en España que la Constitución. Su artículo 9 establece que “corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas” y “remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud”. Pero la realidad es que las políticas que se vienen aplicando han convertido a España en el país más desigual de la Unión Europea. El artículo 47 afirma que “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada” pero cientos de miles han sido desahuciados para salvaguardar los derechos y los privilegios de la banca. El artículo 14 dice que “Los españoles son iguales ante la ley”, pero lo cierto es que, a diferencia de la gente normal y corriente, los banqueros gozan de todo tipo de ayudas, que los grandes patrimonios apenas tributan, que los delincuentes políticos y financieros apenas si son perseguidos o que cuando raramente son condenados resultan finalmente indultados. Y prácticamente no hay ni un solo precepto del capítulo tercero de la Constitución sobre los principios rectores de la política social y económica que se haya cumplido en los últimos años, como prueban de manera evidente todos los indicadores económicos y sociales.
La realidad es que la Constitución no es salvaguarda de derechos para todos los españoles porque no se cumple y que precisamente por eso vivimos en una democracia muy imperfecta o limitada, y que incluso últimamente patina en aspectos básicos que tienen que ver con el ejercicio de derechos y libertades personales, como prueba la criminalización de la protesta y la persecución a la que se encuentran sometidas miles de personas por el simple hecho de haberse manifestado pacíficamente contra los recortes de derechos que se vienen produciendo.
La crisis económica que estamos viviendo tiene mucho que ver con todo eso. Tal y como expliqué junto a Vicenç Navarro y Alberto Garzón en el libro Hay alternativas, la crisis española está en gran parte producida por la gran desigualdad y por los privilegios que tienen los grandes grupos oligárquicos que ya desde el franquismo dominan todos los resortes del poder en España. Un poder que se consolidó en la transición y que se mantiene todavía gracias a las políticas que han aplicado los partidos mayoritarios y al entramado institucional muy poco democrático que sostienen.
La monarquía no solo es ajena a eso, ni es un poder arbitral, como se quiere hacer ver, sino que ha desempeñado un papel central en el mantenimiento de todo este lamentable estado de cosas. Su estrecha y permanente vinculación con los grandes grupos económicos y financieros es tan evidente que hasta se muestra en la financiación del ocio del monarca o en sus actividades como comisionista de sus grandes negocios. Incluso los llamados “periodistas del corazón” se han hecho eco de ello. Jaime Peñafiel, por ejemplo, escribió hace poco en su blog refiriéndose al rey Juan Carlos: “Desde el año 1973, gracias a las gestiones que hizo, a petición de Franco, ante el rey de Arabia Saudí para que a España no le faltara petróleo en aquella crisis, el gobierno autorizó a que, el entonces príncipe, recibiera un céntimo por cada barril de crudo que entraba en el país. Este acuerdo comisionista lo respetaron Adolfo Suárez y Felipe González. Ignoro quien acabó con tal práctica, ¿Fue José María Aznar? Aquello permitió que don Juan Carlos adquiriera una pequeña fortuna, incrementada, posteriormente, por otros, digamos, negocios”.
Lejos de haber actuado como garante de la Constitución en beneficio de la igualdad y del ejercicio efectivo de sus derechos por todos los españoles, la monarquía que ha encabezado don Juan Carlos de Borbón ha sido una pieza fundamental del entramado que viene permitiendo que en España detenten el poder prácticamente los mismos grupos que hace 70 u 80 años.
Como escribimos en Hay alternativas, cuando a finales de 2006 empezaba a estallar la crisis sólo una veintena de grandes familias eran propietarias del 20,14 por ciento del capital de las empresas del Ibex-35 y una pequeña élite de 1.400 personas, que representaba el 0,0035 por ciento de la población española, controlaba recursos equivalentes al 80,5 por ciento del PIB.
Don Juan Carlos de Borbón ha estado siempre con esas familias y grupos de poder, confundiendo sus intereses con los del resto de los españoles y provocando así no ya la crisis en la que estamos de un modo abstracto sino el sufrimiento y la frustración concreta de los millones de españoles que han perdido sus empleos, sus patrimonios, sus empresas y hasta su esperanza o incluso sus vidas en beneficio exclusivo de los mismos de siempre.
Por eso, lo que se plantea con el fin de su reinado no es una simple sucesión en el trono sino si vamos a continuar en la deriva hacia el desmantelamiento de la democracia y al pisoteo de la Constitución, que son necesarios para poder seguir aplicando las políticas que benefician a los de arriba, o si los españoles vamos a ser de verdad los dueños de nuestras vidas y de nuestro futuro. Una disyuntiva que equivale a preguntarse si se nos van a seguir imponiendo las cosas o si los españoles vamos a poder pronunciarnos directamente, mediante el voto y los referenda, sobre las políticas económicas y sociales y sobre quién queremos que nos represente a la hora de llevarlas a cabo.
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3 comentarios
Si repasamos la historia observaremos que las monarquías, en contra de lo que se afirma ahora, no han sido modelos de estabilidad social precisamente. En España, sin ir mas lejos, fueron causa de muchas guerras civiles; las guerras carlistas y otras guerras sucesorias mas lejanas como la que aupó al trono a la reina Isabel de Castilla o ¿No nos acordamos?. Durante los dos periodos republicanos fueron un factor desestabilizador añadido contra el régimen republicano.
El ser humano, las familias, tienden, no se si por instinto natural, a perpetuarse y aumentar sus privilegios y transmitirlos de generación en generación. Pasa en la monarquía y se pretende en las repúblicas. Asi, Los Bush quieren formar su dinastía, también los Kennedy, los Clinton. Nos corresponde a la Sociedad establecer las leyes que atajen esos vicios humanos y nos defiendan impidiendo una acumulación excesiva de poder en alguién. Una ley fundamental para impedir la acumulación excesiva de poder es LA LIMITACION DE MANDATOS. Ley que va contra la esencia de la monarquía que incluso se transmite de generación en generación. Asi, una república puede cumplir esta exigencia fundamental de defensa de la Sociedad mientras que una monarquía, por esencia, no lo puede cumplir.
Ya en lo sarcástico ¿Qué pasa si se muere el recién nombrado Rey Felipe?. Sería reina una niña de seis años y volverían las famosas regencias. Me parece anacrónico. ¿Qué pasaría si alguien de la familia real, con adeptos poderosos, no aceptara un cambio en la ley de sucesión?
Desde luego, la monarquia no juega un papel pasivo
es parte del problema, porque ya con su proclamación
hace cuatro decadas se gaarantizaba un mas de lo
mismo.
Ahora mismo el cambiazo de rey se hace antes que sea
demasiado tarde, es decir se incremente el disgusto
popular en la sociedad española y con ello solo se busca
asegurar la continuidad no una salida a la grave crisis
espanola.
Ademas se aseguran en el estado español un nivel de
decision por encima del voto popular.
Y otro ademas corrompe todo el nevel de gobierno
pues los elegidos no dejan de ser mas que unos meros
cortesanos buscando alagar y sobrevivir.
Compañero Juan: leyendo tu articulo me ha asaltado una profunda duda y es si lo que esta en cuestión es la Constitución, muy avanzada ya cuando se redacto y mas en teoría social y de derechos democráticos o son los partidos, que la tienen que aplicar, los que están en crisis, y entre otras cosas, por no haber puestos los instrumentos de garantías de su cumplimiento, como es la justicia, en todos sus ámbitos, fuera del control partidista o del control ideológico. Aun así habría que preguntarse si esta se debe controlar desde el parlamento o directamente desde los ciudadanos, como ocurre en otros países. No, no creo que una Constitución que recoge todos esos magníficos derechos de los ciudadanos que tu expones sea la que este en crisis. Vamos a replantearnos qué hacemos con TODOS los partidos políticos, y con los gobernantes que incumplan los mandatos de esa Constitución. NO ERREMOS EL TIRO Juan, ni creemos otros instrumentos partidista mas, que impidan la regeneración social de los ya existen. Es curiosonquecsea desde la izquierda donde critiquemos el inexistente bipartidismo, al menos desde ese ala politica. La derecha tiene un solo partido a nivel nacional y ellos no se quejan. En las europeas ha habido unos amagos mas ridículos que otra cosa. La izquierda peleandonos entre nosotros. Como escribió Estefan Hessel en su ultimo libro «No os rindáis» dedicado a los jovenes del 15M, explicaba que había que entrar y participar en los partidos de la izquierda clásicos para darles un revulsivo, y de esta manera utilizar un instrumento necesario, como son los partidos, para la transformación social y hacer frente al sistema.