Publicado en La Opinión de Málaga el 3 de julio de 2005
Ayer comenzó en Tokio la serie de conciertos que bajo el ya mítico lema `Live´ va a rodear de música el planeta para exigir una sola cosa: que los gobiernos de los países más ricos del mundo pongan fin a la pobreza.
El legendario Bob Geldof, líder de la banda The Boomtown Rats y actor principal de `The Wall´, donde los sonidos de Pink Floyd se hicieron no menos legendarios, organizó en 1985 un concierto para obtener recursos que ayudaran a paliar el hambruna que sufría Etiopía (a pesar de que esos años, como suele ocurrir, tuviera cosechas record pero de cultivos impuestos para la exportación). Con aquel primer `Live Aid´ Geldof logró recaudar más de 70 millones de dólares y ahora organiza el `Live 8´, en referencia a los ocho líderes de las naciones más ricas del mundo, con un mismo objetivo pero con un lema distinto: `no queremos dinero, te queremos a ti´.
Los conciertos forman una cadena de modo que durante todos estos días se pueda estar oyendo ininterrumpidamente en todo el planeta la música de los cantantes y las bandas más conocidas. A través de internet se pueden seguir permanentemente los conciertos con el fin de que el sonido del rock se convierta en la música de la paz durante el tiempo en que los líderes se reúnen en Gleneagles (Escocia).
`Live 8´ se convierte en un concierto global no solamente por su presencia en Tokio, Johanesburgo, Berlín, Londres, París, Roma, Moscú y Filadelfia sino porque en él se van a concentrar los sueños musicales de casi la mitad de las generaciones que vivimos en el mundo. Mientras que mi hijo aguarda para oír a Maroon 5 yo estaré oyendo a Madonna o poco después a las míticos U2, REM… que escuchaba hace más o menos veinticinco años sin que pudiera pensar entonces que, tantos años después, unos y otros, junto a Stevie Wonder, Paul MccCartny, Björk, Craig David, Dep Purple, Pink Floyd…y todos los demás, iban a estar cantando casi a la misma vez y para todo el planeta contra el hambre. O, como ha dicho su organizador, iniciando la `Larga caminata hacia la Justicia´.
La iniciativa es necesaria porque la pobreza es un peligro que nos amenaza como civilización y como seres humanos.
Hace unos años, las Naciones Unidas formularon los Objetivos del Milenio, un compromiso mundial que, en el terreno específico de la pobreza, se planteaba reducir a la mitad el número de personas que malviven con menos de un dólar diario y el de las personas que pasan hambre.
Hace pocas semanas se publicó el Informe de 2005 sobre los Objetivos que dice lo siguiente: `Las tasas mundiales de pobreza se están reduciendo, principalmente en Asia, pero millones de personas más han caído en la pobreza extrema en el África subsahariana, donde los pobres son cada vez más pobres. Se han logrado progresos en la lucha contra el hambre, pero en algunas regiones ha habido retroceso debido al lento aumento de la producción agrícola y al crecimiento de la población. Desde 1990, hay varios millones más de personas que sufren hambre crónica en el África subsahariana y Asia meridional, donde la mitad de los niños menores de 5 años padecen de malnutrición. En 2002, en el mundo en desarrollo padecían hambre 815 millones de personas, es decir 9 millones menos que en 1990. Sin embargo, en las regiones más afectadas (el África subsahariana y Asia meridional) el número de personas que padecen hambre ha aumentado en decenas de millones´. Es decir, que los escasos logros se ven superados por los fracasos, lo que significa que será muy difícil, por no decir imposible, que este objetivos se alcance en 2015.
Esto último no puede extrañarnos porque en los últimos decenios apenas si han variado las condiciones que están provocando el empobrecimiento y la desigualdad. El comercio internacional sigue siendo un sistema injusto en el que los países ricos se guardan para sí la posibilidad de establecer normas proteccionistas mientras que obligan a los demás a abrir sin reservas sus economías. No somos capaces de hacer que disminuya a la mitad el número de personas que viven con menos de un dólar, pero en Europa a cada vaca le corresponde una subvención de más de cuatro dólares. Una subvención que no sólo enriquece a sus propietarios (se sabe, por ejemplo que la familia real británica, la Duquesa de Alba y otros agricultores del mismo estilo reciben subsidios millonarios cada año) sino que impide que los productos de los países pobres puedan competir en el mercado. Intermon-Oxfam ha calculado que 128 millones de personas podrían salir de la pobreza si África, América Latina, el Sudeste Asiático y Extremo Oriente incrementaran su participación en las exportaciones mundiales sólo en un 1%. En lugar de facilitarlo, los países más ricos siguen dedicando unos mil millones de dólares diarios a subsidiar sus productos, para evitar así la competencia de la que luego se les llena cínicamente la boca en los grandes textos oficiales.
La multiplicación de conflictos y la continuada idea de que la guerra es la mejor fórmula de hacerles frente es otra de las causas directas de empobrecimiento. Los ejércitos siembran de terror y hambre el planeta para favorecer a las multinacionales y a los grandes bancos y terminan por imponer una filosofía que desdeña las leyes y la sujeción al derecho internacional. Mientras que se dedican ingentes recursos a la maquinaria militar, se descuida la ayuda más elemental. En Níger, por ejemplo, se vienen haciendo desde octubre llamadas de ayuda para combatir el hambruna que amenaza a unos 3,5 millones de personas. No hay respuesta. Como tampoco se le está dando a Kenia, en donde más de un cuarto de millón de refugiados sudaneses y somalíes se están quedando sin alimentos. ¿Han leído ustedes algo de eso en los periódicos?
Hoy día no cabe ya ninguna duda de que la pobreza no es un mal bíblico ni una condición a la que de modo inexorable hayan de estar sometidos millones de seres humanos. Es sencillamente el resultado de la injusticia, de una pauta de distribución de la riqueza que da más a los que tienen y menos a los que no tienen y por eso hay que clamar sin parar contra ella.
Los gobiernos pueden erradicarla porque de ellos está dependiendo directa y explícitamente que se mantengan las causas que la provocan. Tienen en su mano hacer que el mundo sea más justo y no sólo más ricos a los ya poderosos. Pero no parece que quieran oír, miran a otro lado y continúan aplicando las políticas que siembran injusticias y llevan la miseria a los pueblos. Habrá que decírselo más alto, más veces y de mil formas. Ahora, con música, con letras de rebeldía, de amor y de paz.
Como en la letra de U2, estos conciertos pueden hacer que todos seamos uno para acabar con la pobreza: `No puedo creer las noticias de hoy / No puedo cerrar los ojos y dejarlas pasar / ¿Cuánto tiempo? / ¿Cuánto tiempo mas tendremos que cantar esta canción? ¿Cuánto tiempo? / Esta noche podemos ser uno´.
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