Publicado en La Opinión de Málaga. 6-03-2005
El título de este artículo es el que lleva un informe que acaba de publicar UNICEF y cuyos datos vale la pena conocer y comentar.
En la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económico (OCDE) están los 30 países más ricos del mundo y UNICEF ha estudiado en su conjunto la situación de la pobreza infantil.
El resultado sorprendente es que en 17 de ellos hay ahora más niños en situación de pobreza que en 1990 y que ni siquiera en los países más ricos se ha conseguido erradicar por completo esa lacra.
De hecho, la nación más rica y poderosa del mundo, Estados Unidos, es la que tiene, junto con México, la tasa más alta de pobreza infantil, el 20%. Algo que no dice nada bueno del modelo económico que Bush y los liberales se empeñan en exportar a todo el mundo.
Los países nórdicos europeos, por el contrario, son los que muestran mejores registros. Finlandia y Dinamarca, por ejemplo, sólo tienen una tasa del 3%.
España se encuentra en medio de esos valores, con un 13%, aunque hay que señalar para vergüenza nuestra y de nuestros gobiernos principalmente, que los últimos datos que entregó a UNICEF corresponden a 1995. Como en otras ocasiones relativas también a aspectos distributivos se recurre a ocultar los datos, seguramente, para disimular el trabajo mal hecho.
Es fácil imaginar que la situación de los niños en el resto del mundo es mucho peor que la de estos países más ricos.
En todo el mundo hay unos 2.200 millones de niños y según la UNICEF la mitad de ellos se encuentran en situación de pobreza. Muchos de ellos obtienen ingresos trabajando pero en condiciones deleznables. La misma organización ha calculado que actualmente son ya unos 352 millones los niños de entre 5 y 17 años que trabajan en todo el mundo y que 180 millones se encuentran en situación de explotación. ¡Y a pesar de eso hay quien dice que ya no hay clases sociales!
Lo paradójico de este drama es que cualquier persona se siente afectada cuando conoce estos datos. ¿Quién no siente un pellizco seco cuando piensa en los millones de niños que trabajan explotados a arreando piedras, basuras o fardos de cualquier mercancía, sin alimentarse adecuadamente y sin aprender nada más que a sobrevivir como sea y a costa de lo que sea?
En las iglesias, en las escuelas, en nuestras universidades, en las peñas, en nuestras calles y plazas nadie se muestra indiferente ante la explotación y la pobreza infantil.
Todos nos damos golpes en el pecho pero la verdad de las cosas es que todos nosotros somos culpables y responsables directos de que esos crímenes ocurran.
No quiero exagerar, pero veamos lo que dice el informe de UNICEF.
El informe ha detectado claramente que la cantidad de niños pobres es directamente proporcional al gasto social que se ha dado en todos esos países en los últimos años. A medida que ha crecido han mejorado los índices de pobreza infantil, y cuando se ha reducido ha aumentado la cantidad y el porcentaje de niños pobres
Dinamarca, Noruega y Finlandia son los países donde más se ha reducido el porcentaje de niños pobres, un 80% desde 1990, precisamente porque han sido los que han aumentado en mayor proporción el gasto social.
En la mayoría de las naciones más ricas el neoliberalismo dominante ha hecho disminuir el gasto social y eso es lo que explica que no se puedan reducir las cifras de pobreza como ocurre, en este caso, con las de pobreza infantil.
De hecho, reducir la pobreza que afecta específicamente a los niños forma parte de un conjunto de logros sociales que las Naciones Unidas definieron como Objetivos del Milenio a cumplir en 2015 pero que se están alejando cada vez más. Se calcula que alcanzarlos costaría entre 40.000 y 70.000 millones de dólares según las condiciones, es decir, una cantidad ridícula si se compara con los 956.000 millones de dólares que se gastaron en armamentos en 2003. Pero ni esa mínima parte están dispuestos los gobiernos a dedicar a mejorar la condición de la inmensa mayoría de las personas que habitamos en este planeta.
Esto es lo que nos hace a todos directamente responsables de lo que está ocurriendo. Los gobiernos que están reduciendo el gasto social son los que están provocando la miseria, el sufrimiento y la muerte. Y esos gobiernos tienen nombres y apellidos y están ahí porque los elegimos nosotros. ¿De qué valen entonces tantos suspiros y tantos golpes de pecho si luego llevamos al poder a quienes provocan ese dolor?
Cuando murió el dictador Franco, España estaba a la cola de Europa en gasto social en relación al PIB. La democracia trajo no solamente más libertades sino más y mejor protección social. Pero desde 1993 la tendencia se invirtió y, desde ese año, el porcentaje del gasto social sobre el PIB no ha hecho sino disminuir en aras de la estabilidad presupuestaria.
Nos acaban de decir en el referéndum que debemos acercarnos a Europa pero lo que hicieron primero el gobierno de Felipe González, desde 1993, y luego el de Aznar fue alejarnos de ella en algo tan importante como es el bienestar social.
En 1993 estábamos a 4,8 puntos de la media europea en porcentaje de gasto social sobre el PIB. En el 2000 ya estábamos a 7,2 puntos. Mientras que el porcentaje sobre el PIB de gastos en protección social en Europa aumentaba en casi dos puntos porcentuales en ese periodo, el español bajó tres.
Hemos estado sosteniendo a gobiernos que nos han llevado en el camino contrario que recorría Europa en gasto social y, al hacerlo, nos hemos hecho corresponsables de la pobreza que se ha generado por culpa de ellos, especialmente, en los sectores más vulnerables, como las personas mayores, los niños y las mujeres.
El presidente Zapatero llegó al gobierno con un programa que proponía invertir esta tendencia y hay que desear que tenga la fortaleza y decisión suficientes para lograrlo. Hasta el momento sólo ha elaborado unos primeros presupuestos que tienen cal y arena. Incrementos positivos en algunas partidas pero incumplimientos graves de su propio programa en otras como ocurre, por ejemplo, con el volumen y la transparencia de los gastos militares. Habrá que ayudarle, pues los sectores que lo quieren todo para ellos presionarán para que su gobierno dedique los recursos a hacerlos aún más ricos. Y la mejor ayuda es decirle que no le volveremos a votar si hace lo mismo que los otros.
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