Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Paro y pobreza en Málaga: aprender de la experiencia

Juan Luis Millán Pereira, Juan Ortiz Molina y Juan Torres López
Profesores de Economía Política de la Universidad

 El Primer Congreso sobre la Pobreza en Málaga que se viene celebrando en nuestraciudad está permitiendo poner de relieve los factores más importantes que contribuyen agenerar este gravísimo problema que afecta a un número demasiado elevado de nuestros conciudadanos. 

Un asunto que nos parece fundamental es la relación entre el crecimiento económico, el paro y la pobreza, y sobre ello quisiéramos hacer algunas reflexiones.

 

En los últimos años, la preocupación principal de las políticas económicas ha sido lograr altos niveles de actividad económica. No nos cabe la menor duda de que es imposible conseguir otros objetivos si no se procura que los agentes económicos contribuyan de la manera más intensa posible a la generación de riqueza. Como suele decirse, es menester que la tarta sea lo más grande posible para que la totalidad de los ciudadanos puedan satisfacer sus necesidades.

 

Sin embargo, cuando ese objetivo se limita, sin mayor miramiento, a incrementar el crecimiento económico sin atender a la naturaleza de la actividad que se está llevando a cabo ni a sus resultados distributivos, se pueden dar efectos perversos y muy negativos desde el punto de vista del bienestar general. Por ejemplo, que para crecer se esté deteriorando la base productiva potencial, el esencial equilibrio ecológico o que sólo entre pocos se reparta el pastel.

 

Toda la economía mundial se organiza en esta época con permanente frenesí para conseguir vender más y al menor coste posible. O dicho en los términos que utilizamos los economistas, para alcanzar mayor productividad y competitividad.

 

El problema es que esta dinámica viene produciendo, como ponen de manifiesto sin lugar a dudas las estadísticas internacionales, una secuela gravísima de empobrecimiento. Se vende más y más barato, pero son también menos quienes pueden disfrutar de ello.

 

La razón de esto último es que se produce sustituyendo de manera cada vez más generalizada empleo por capital, lo que provoca niveles de paro crecientes; y procurando el máximo ahorro en los costes salariales, lo que da lugar a una enorme precariedad que frustra el consumo de capas cada vez más amplias de la población.

 

Lo que es bueno para una sóla empresa -costes salariales más bajos y uso más intensivo del capital- se vuelve ruinoso cuando es una estrategia que aplican todas ellas. Es lo que viene sucediendo en España y la Unión Europea, donde la recuperación económica de 1.994 se bloquea, precisamente, por la debilidad del consumo privado.

 Un factor añadido que contribuye a que el simple crecimiento económico no derive en mejores niveles de bienestar, es decir de empleo y satisfacción de las necesidades, es el extraordinario protagonismo de las actividades financieras, especulativas y puramente improductivas, que hoy día representan flujos de fondos casi cuarenta veces mayores que las que corresponden a la actividad real. Este ha sido un fenómeno que, a parte de drenar fondos financieros que deberían estar orientados a la creación de riqueza efectiva, ha provocado que los tipos de interes de nuestra época sean los más elevados de los últimos ciento cincuenta años. Las empresas de pequeña o mediana magnitud que se dedican a la hoy día dificilísima actividad de crear bienes o servicios productivos son las primeras afectadas. Y con ello el empleo, pues son precisamente estas empresas las que tienen mucha mayor capacidad para crearlo. 

Todas estas reflexiones vienen al caso porque la economía malagueña ha mostrado síntomas de padecer en una gran medida lo que podríamos calificar como la «enfermedad del crecimiento improductivo».

 

Como puede verse en el cuadro, la actividad económica en Málaga ha crecido en el último decenio más que en Andalucía y en España. Si embargo, el paro ha aumentado en mayor medida y la pobreza, que gracias a la política social y a pesar de la política económica general disminuyó en toda España, sin embargo lo hizo en nuestra provincia en menor magnitud.

 

Y téngase en cuenta que eso fue en un decenio cuya segunda mitad fue de un crecimiento económico muy intensivo, que llegó a ser calificada como una auténtica «época dorada». En los años noventa, cuando se padeció la crisis más profunda de los últimos veinticinco años, las cifras de pobreza, sobre las que todavía no se pueden hacer estimaciones a partir de los datos oficiales de la Encuesta de Presupuestos Familiares, han debido empeorar sin ningún género de dudas. Como lo ha hecho la tasa de paro, ahora más de siete puntos por encima que la de 1.991.
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Cto. PIB* Tasa de Paro % Personas pobres**
1981-91 1981 1991 1981 1991
Málaga 4,36 20,9 28,6 27,3 25,71
Andalucía 3,63 20,7 25,8 36,04 28,60
España 3,44 14,4 16,4 23,22 16,72

 

* Tasa media de crecimiento anual acumulativo en ptas. de 1.991. Fuente: BBV.
** Datos extraídos de la Encuesta de Presupuestos Familiares.

 

Con independencia de otras consideraciones que no podemos incluir aquí (como la desarticulación sectorial, la mayor precariedad, los factores demográficos o incluso el menor apoyo institucional recibido que han influido en ello), esta «enfermedad» de nuestra economía indica claramente que es necesario dar un cambio de rumbo a las estregias que sostienen su crecimiento económico. Mientras que el impulso de la actividad no se base principalmente en estrategias generadoras de empleo y no vaya, además, acompañado con una dosis muy importante de políticas sociales que palien la descapitalización humana que llevan consigo las bolsas de pobreza, no será posible conseguir que aumente efectivamente el bienestar social.

 

O, dicho de otra manera, se agudizará la insatisfacción, se bloqueará progresivamente el mercado interno y se seguirá discurriendo por una senda demasiado inestable como para que pueda mantenerse durante mucho tiempo sin provocar problemas añadidos mucho mayores.

 Sería bueno que las autoridades municipales, provinciales y autonómicas presten atención a estos problemas, pues lo que vienen ocurriendo y lo que suceda en el futuro tiene mucho que ver, aunque pueda no parecerlo, con la naturaleza de las decisiones que toman día a día.

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