Publicado en La Opinión de Málaga. 6-06-2004
El enorme buque fondeado junto a nosotros ha dado a nuestro puerto un aire especial, aunque haya sido sólo por unas pocas horas. Nos ha maravillado, y quizá muchos hayamos podido soñar que asomados a su popa nos echábamos a la mar dejando en tierra a los piratas.
Nuestro puerto debe ser sin duda una fuente permanente de riqueza. Una puerta abierta no solamente al mar, sino a la gente y a los negocios que a nuestra tierra más rica y floreciente. Incluso aunque sea únicamente para servir de paso, atraer a nuestros diques a cruceros llenos de turistas es cada vez más una obligada tarea.
Los puertos marítimos han sido siempre un detonante principal de la actividad económica, aunque hay que saber aprovecharlos y proporcionarles las condiciones que le permitan actuar como catalizadores.
Por eso es tan doloroso contemplar las tradanzas, los pasos atrás, los desencuentros, las dudas y los retrasos tan costosos.
Es posible que esté completamente equivocado, pero me huele que detrás de todas estas dilaciones y abortadas decisiones sólo hay un cúmulo desgraciado de intereses comerciales. Son ya tantas las ciudadades que han remodelado social y económicamente sus puertos que no puede creer que Málaga esté sufriendo problemas de tipo técnico, de diseño urbano irresoluble.
Me pregunto, pues, qué hay detrás de tantas tardanzas, de tantas oportunidades desaprovechadas, de tantas oportunidades perdidas y de tanto retos que no hemos sido capaces de ganar.
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