Hace unos días recibí de Andrés Martínez Lorca (www.andresmlorca.com) el enlace con un artículo del corresponsal en Pekín del diario La Vanguardia. Como me dice Andrés, algunos quieren que de mayores nos sigamos chupando el dedo, como hacían algunos cuando eran pequeños. Por eso es interesente leerlo y lo transcribo a continuación.
La Vanguardia
Rafael Poch. Corresponsal. Pekín
Con el Presidente ruso en un crucero por el Volga, la atención mundial concentrada en los juegos de Pekín y Vladimir Putin asistiendo a su inauguración, el cálculo de Washington fue que el presidente georgiano podía resolver el asunto de Osetia del Sur en 24 horas y hacerlo irreversible
La diplomacia rusa está «convencida» de que el ataque del ejército georgiano contra Osetia del Sur contaba con la bendición del Presidente Bush, señalan fuentes rusas en Pekín. En julio, Estados Unidos, Georgia y Ucrania, habían realizado maniobras militares terrestres en territorio georgiano. Hacía tres años que Georgia estaba modernizando su ejército de la mano de Estados Unidos, que tiene en Georgia un total de 129 «consejeros militares». Georgia mantiene un «enorme incremento» de su gasto militar, se ha gastado «más de mil millones de dólares» en defensa, comprando armas a; Ucrania, Turquía, Israel y Estados Unidos, incluidos misiles tierra/aire «Stinger» de fabricación estadounidense.
«Sabíamos que Georgia se preparaba desde hacía tiempo para acciones militares, pero lo del día 8 fue totalmente inesperado», señalan fuentes rusas. «Fue una operación con el consenso de Estados Unidos, y así lo estamos dando a entender», dicen. «Saakashvili prometió a Bush una rápida y corta operación militar exitosa». La superioridad de las tropas georgianas era de doce a uno, pero, aunque bien equipadas, carecían de experiencia, y los osetinos presentaron una resistencia «fuerte».
El ataque comenzó a las 23,53 de la noche del jueves 7, con disparos de sistemas «grad» de artillería en salvas y aviación. Diez pueblos de los alrededores de la capital Tsinjvali de población osetina fueron «arrasados», y la capital, Tsjinvali, muy destruida por el ataque. El balance, según Moscú, es de 2000 muertos y más de 30.000 refugiados.
El batallón de paz de la ONU allá destacado, estaba compuesto por unos 300 hombres; rusos, osetinos y georgianos. Los integrantes georgianos dispararon contra sus compañeros, con el resultado de 12 soldados muertos. A las tres de la tarde del viernes 8, Tsjinvali estaba tomada por el ejército georgiano, pero los restos del batallón y otros efectivos lograron hacerse fuertes y mantuvieron el control del vital túnel que comunica el territorio con Rusia. Una hora después, a las cuatro de la tarde, el 58 ejército ruso inició su marcha hacia Osetia del Sur desde Vladikavkaz, formalmente respondiendo a la petición de ayuda a Rusia lanzada poco antes por el presidente sudosetino, Kokotsty. Sobre las ocho de la tarde del día 8, el ejército ruso entró en Osetia del Sur.
«Si Georgia hubiera ocupado Osetia del Sur en 24 horas, habrían proclamado el restablecimiento del orden constitucional en Osetia del Sur, y Washingtron lo habría sancionado», pero los planes no salieron. Su ingrediente fundamental era la sorpresa y la lentitud de una respuesta rusa: el Presidente ruso, Dmitri Medvedev, se encontraba de vacaciones en un crucero por el Volga, y el primer ministro, Vladimir Putin -de hecho todavía el verdadero «número uno» en Rusia- llegaba a Pekín seis horas antes de que comenzara el ataque georgiano. «El cálculo fue que no habría una decisión rápida de respuesta», señalan las fuentes. Pero la hubo.
El Presidente georgiano, Mijail Saakashvili, había anulado muy pocos días antes, su prevista visita a Pekín para asistir a la inauguración de los juegos. Su mujer, nacida en Holanda, se encuentra aquí y el lunes dio una conferencia de prensa.
En Pekín, Putin mantuvo dos conversaciones separadas sobre la crisis de Osetia, una con el Presidente francés, Nicolás Sarkozy, y otra con George Bush. En la primera, Sarkozy le dijo a Putin, «Saakashvili está loco». En la segunda, Putin le dijo a George Bush que Rusia adoptaría «medidas militares» en respuesta al ataque georgiano contra la república rebelde de Osetia del Sur, cuya población no quiere formar parte de Georgia sino incorporarse a la Federación Rusa, al igual que Abjazia, otra autonomía georgiana formalmente independiente desde 1989. Respecto a los chinos no quieren líos durante los juegos, pero tienen claro que algo así habría sido imposible sin una previa bendición de Bush y, en privado, se solidarizan con Rusia.
Moscú ha aprovechado la mal calculada operación de Saakashvili para neutralizar todo el aparato militar georgiano necesario para librar la guerra en Osetia. Ese es el motivo de los bombardeos contra el puerto georgiano de Poti, en el Mar Negro, donde se han destruido radares y almacenes vitales para Georgia, así como en los alrededores de Gori, la ciudad natal de Stalin, donde se han atacado guarniciones y destruido almacenes de material bélico. En estos ataques, la aviación rusa ha perdido cuatro aviones, dos cazabombarderos Su-25 y un aparato de reconocimiento Tu-22. Algunos de estos aviones han sido derribados con sistemas antiaéreos «Tor» de fabricación ucraniana, lo que crea susceptibilidades con otro vecino.
El ataque contra estas infraestructuras recuerda, en una escala mucho menor, a los bombardeos preventivos de la Otan contra instalaciones militares yugoslavas en Serbia y en Belgrado, incluidas industrias y los puentes del Danubio de la capital serbia. El representante de Rusia en Naciones Unidas, Vitaly Churkin, ha recordado directamente en Nueva York aquel precedente.
Con la memoria puesta en Kosovo, en Pekín resultó algo grotesco oír a Putin hablar de «catástrofe humanitaria» mientras el Presidente Bush apelaba a respetar la «integridad territorial» de Georgia. Durante la guerra de Kosovo ambos países defendían los argumentos inversos.
Ahora Rusia va a pedir que Georgia firme garantías de que renuncia a utilizar la fuerza para solucionar los conflictos de Osetia y Abjazia. Como Georgia no lo va a hacer, Rusia avanzará allá sus posiciones estratégicas, manteniendo tropas indefinidamente, lo que representa un notable avance respecto a la situación anterior a esta crisis. Tanto en Osetia del Sur como en Abjazia, la población apoya mayoritariamente la presencia militar rusa. El calculo es que la actual campaña bloquee la candidatura de Georgia a ingresar en la Otan. La posición alemana contra el ingreso en la Otan de países que mantienen pleitos territoriales agudos capaces de involucrar a la Alianza, expresada en la última cubre de la Otan en Bucarest, ha recibido ahora potentes argumentos en su favor.
El ejemplo de Kosovo es vital para entender lo que está ocurriendo. Allá Estados Unidos y la Otan atacaron a un país y bombardearon decenas de objetivos civiles sin la menor relación con Kosovo. Luego colocaron al territorio bajo mandato de la ONU y al final reconocieron su independencia. Es un escenario que inspira mucho en Moscú. El problema es que el Kremlin no puede anexionar a la Federación Rusa a las repúblicas de Abjazia y Osetia del Sur, tal como quiere la inmensa mayoría de sus respectivas poblaciones, porque nadie en el mundo reconocería tal absorción, así que se establecerá una absorción «de facto», copiando los métodos de la Otan y Estados Unidos en Yugoslavia. A diferencia de la de los noventa, la Rusia de ahora no tiene complejos. Sabe que, haga lo que haga, tiene perdida la batalla de la información – muchos medios de comunicación occidentales ya han presentado como «ataque ruso», lo que ha sido una torpeza criminal del Presidente georgiano, quizá bendecida por Bush, como dicen las fuentes rusas. La guerra de Kosovo fue, entre otras cosas, un fraude informativo que demostró que la opinión pública europea podía ser manipulada con la misma facilidad con la que lo es crónicament
e la de Estados Unidos. Ahora a Rusia le trae relativamente sin cuidado lo que digan los medios occidentales, cuya credibilidad en Moscú es mínima.
Desde el fin de la operación en Kósovo, el noratlantismo continuó ocupando, militar y geopolíticamente, todos los espacios que la debilidad rusa ha ido dejando; desde los Balcanes, hasta el Báltico, pasando por Transcaucasia y Asia Central, al tiempo que se hablaba de amistad y cooperación. En Afganistán, antiguo patio trasero, ahora es el «imperio del bien», con participación europea, el que continua aquella guerra, en términos tan parecidos y desastrosos a los que Moscú conoció allá en 1989, con la importante diferencia de que los actuales «mujaidines» no están financiados y armados por una superpotencia rival.
El actual cerco militar de Rusia, es más estrecho hoy que en la época soviética. La mitad de las catorce repúblicas ex soviéticas mantienen hoy presencia militar de Estados Unidos o de la Otan. Hasta Ucrania es definida como parte de la «zona de seguridad» americana. El marco de acuerdos estratégicos en materia de no proliferación y desarme (ABM y START) se ha destruido. Los nuevos socios de la Otan no han ratificado el acuerdo CFE, sobre Fuerzas Convencionales en Europa (París, noviembre de 1990), clave de la desmilitarización europea en los noventa, de lo que resulta que en los estados bálticos se puede hoy desplegar cualquier cosa, lo que aumenta la posibilidad de un despliegue ruso de armas nucleares tácticas para compensar desequilibrios convencionales, lo mismo que la Otan hizo en su día para compensar la alegada superioridad convencional del Pacto de Varsovia en Europa. El despliegue de un escudo antimisiles «contra Irán», en… Europa Central, es la patraña más descarada y absurda que pudiera imaginarse. Rusia se ha convencido de el mundo solo respeta a los matones y actúa como tal. La señal que lanza esta crisis es que Rusia está preparada para responder militarmente a cualquier nuevo intento de arrebatarle posiciones en su patio trasero. El olímpico traspié de Saakashvili lo muestra con toda claridad.
«Sabíamos que Georgia se preparaba desde hacía tiempo para acciones militares, pero lo del día 8 fue totalmente inesperado», señalan fuentes rusas. «Fue una operación con el consenso de Estados Unidos, y así lo estamos dando a entender», dicen. «Saakashvili prometió a Bush una rápida y corta operación militar exitosa». La superioridad de las tropas georgianas era de doce a uno, pero, aunque bien equipadas, carecían de experiencia, y los osetinos presentaron una resistencia «fuerte».
El ataque comenzó a las 23,53 de la noche del jueves 7, con disparos de sistemas «grad» de artillería en salvas y aviación. Diez pueblos de los alrededores de la capital Tsinjvali de población osetina fueron «arrasados», y la capital, Tsjinvali, muy destruida por el ataque. El balance, según Moscú, es de 2000 muertos y más de 30.000 refugiados.
El batallón de paz de la ONU allá destacado, estaba compuesto por unos 300 hombres; rusos, osetinos y georgianos. Los integrantes georgianos dispararon contra sus compañeros, con el resultado de 12 soldados muertos. A las tres de la tarde del viernes 8, Tsjinvali estaba tomada por el ejército georgiano, pero los restos del batallón y otros efectivos lograron hacerse fuertes y mantuvieron el control del vital túnel que comunica el territorio con Rusia. Una hora después, a las cuatro de la tarde, el 58 ejército ruso inició su marcha hacia Osetia del Sur desde Vladikavkaz, formalmente respondiendo a la petición de ayuda a Rusia lanzada poco antes por el presidente sudosetino, Kokotsty. Sobre las ocho de la tarde del día 8, el ejército ruso entró en Osetia del Sur.
«Si Georgia hubiera ocupado Osetia del Sur en 24 horas, habrían proclamado el restablecimiento del orden constitucional en Osetia del Sur, y Washingtron lo habría sancionado», pero los planes no salieron. Su ingrediente fundamental era la sorpresa y la lentitud de una respuesta rusa: el Presidente ruso, Dmitri Medvedev, se encontraba de vacaciones en un crucero por el Volga, y el primer ministro, Vladimir Putin -de hecho todavía el verdadero «número uno» en Rusia- llegaba a Pekín seis horas antes de que comenzara el ataque georgiano. «El cálculo fue que no habría una decisión rápida de respuesta», señalan las fuentes. Pero la hubo.
El Presidente georgiano, Mijail Saakashvili, había anulado muy pocos días antes, su prevista visita a Pekín para asistir a la inauguración de los juegos. Su mujer, nacida en Holanda, se encuentra aquí y el lunes dio una conferencia de prensa.
En Pekín, Putin mantuvo dos conversaciones separadas sobre la crisis de Osetia, una con el Presidente francés, Nicolás Sarkozy, y otra con George Bush. En la primera, Sarkozy le dijo a Putin, «Saakashvili está loco». En la segunda, Putin le dijo a George Bush que Rusia adoptaría «medidas militares» en respuesta al ataque georgiano contra la república rebelde de Osetia del Sur, cuya población no quiere formar parte de Georgia sino incorporarse a la Federación Rusa, al igual que Abjazia, otra autonomía georgiana formalmente independiente desde 1989. Respecto a los chinos no quieren líos durante los juegos, pero tienen claro que algo así habría sido imposible sin una previa bendición de Bush y, en privado, se solidarizan con Rusia.
Moscú ha aprovechado la mal calculada operación de Saakashvili para neutralizar todo el aparato militar georgiano necesario para librar la guerra en Osetia. Ese es el motivo de los bombardeos contra el puerto georgiano de Poti, en el Mar Negro, donde se han destruido radares y almacenes vitales para Georgia, así como en los alrededores de Gori, la ciudad natal de Stalin, donde se han atacado guarniciones y destruido almacenes de material bélico. En estos ataques, la aviación rusa ha perdido cuatro aviones, dos cazabombarderos Su-25 y un aparato de reconocimiento Tu-22. Algunos de estos aviones han sido derribados con sistemas antiaéreos «Tor» de fabricación ucraniana, lo que crea susceptibilidades con otro vecino.
El ataque contra estas infraestructuras recuerda, en una escala mucho menor, a los bombardeos preventivos de la Otan contra instalaciones militares yugoslavas en Serbia y en Belgrado, incluidas industrias y los puentes del Danubio de la capital serbia. El representante de Rusia en Naciones Unidas, Vitaly Churkin, ha recordado directamente en Nueva York aquel precedente.
Con la memoria puesta en Kosovo, en Pekín resultó algo grotesco oír a Putin hablar de «catástrofe humanitaria» mientras el Presidente Bush apelaba a respetar la «integridad territorial» de Georgia. Durante la guerra de Kosovo ambos países defendían los argumentos inversos.
Ahora Rusia va a pedir que Georgia firme garantías de que renuncia a utilizar la fuerza para solucionar los conflictos de Osetia y Abjazia. Como Georgia no lo va a hacer, Rusia avanzará allá sus posiciones estratégicas, manteniendo tropas indefinidamente, lo que representa un notable avance respecto a la situación anterior a esta crisis. Tanto en Osetia del Sur como en Abjazia, la población apoya mayoritariamente la presencia militar rusa. El calculo es que la actual campaña bloquee la candidatura de Georgia a ingresar en la Otan. La posición alemana contra el ingreso en la Otan de países que mantienen pleitos territoriales agudos capaces de involucrar a la Alianza, expresada en la última cubre de la Otan en Bucarest, ha recibido ahora potentes argumentos en su favor.
El ejemplo de Kosovo es vital para entender lo que está ocurriendo. Allá Estados Unidos y la Otan atacaron a un país y bombardearon decenas de objetivos civiles sin la menor relación con Kosovo. Luego colocaron al territorio bajo mandato de la ONU y al final reconocieron su independencia. Es un escenario que inspira mucho en Moscú. El problema es que el Kremlin no puede anexionar a la Federación Rusa a las repúblicas de Abjazia y Osetia del Sur, tal como quiere la inmensa mayoría de sus respectivas poblaciones, porque nadie en el mundo reconocería tal absorción, así que se establecerá una absorción «de facto», copiando los métodos de la Otan y Estados Unidos en Yugoslavia. A diferencia de la de los noventa, la Rusia de ahora no tiene complejos. Sabe que, haga lo que haga, tiene perdida la batalla de la información – muchos medios de comunicación occidentales ya han presentado como «ataque ruso», lo que ha sido una torpeza criminal del Presidente georgiano, quizá bendecida por Bush, como dicen las fuentes rusas. La guerra de Kosovo fue, entre otras cosas, un fraude informativo que demostró que la opinión pública europea podía ser manipulada con la misma facilidad con la que lo es crónicament
e la de Estados Unidos. Ahora a Rusia le trae relativamente sin cuidado lo que digan los medios occidentales, cuya credibilidad en Moscú es mínima.
Desde el fin de la operación en Kósovo, el noratlantismo continuó ocupando, militar y geopolíticamente, todos los espacios que la debilidad rusa ha ido dejando; desde los Balcanes, hasta el Báltico, pasando por Transcaucasia y Asia Central, al tiempo que se hablaba de amistad y cooperación. En Afganistán, antiguo patio trasero, ahora es el «imperio del bien», con participación europea, el que continua aquella guerra, en términos tan parecidos y desastrosos a los que Moscú conoció allá en 1989, con la importante diferencia de que los actuales «mujaidines» no están financiados y armados por una superpotencia rival.
El actual cerco militar de Rusia, es más estrecho hoy que en la época soviética. La mitad de las catorce repúblicas ex soviéticas mantienen hoy presencia militar de Estados Unidos o de la Otan. Hasta Ucrania es definida como parte de la «zona de seguridad» americana. El marco de acuerdos estratégicos en materia de no proliferación y desarme (ABM y START) se ha destruido. Los nuevos socios de la Otan no han ratificado el acuerdo CFE, sobre Fuerzas Convencionales en Europa (París, noviembre de 1990), clave de la desmilitarización europea en los noventa, de lo que resulta que en los estados bálticos se puede hoy desplegar cualquier cosa, lo que aumenta la posibilidad de un despliegue ruso de armas nucleares tácticas para compensar desequilibrios convencionales, lo mismo que la Otan hizo en su día para compensar la alegada superioridad convencional del Pacto de Varsovia en Europa. El despliegue de un escudo antimisiles «contra Irán», en… Europa Central, es la patraña más descarada y absurda que pudiera imaginarse. Rusia se ha convencido de el mundo solo respeta a los matones y actúa como tal. La señal que lanza esta crisis es que Rusia está preparada para responder militarmente a cualquier nuevo intento de arrebatarle posiciones en su patio trasero. El olímpico traspié de Saakashvili lo muestra con toda claridad.
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