Entro a deshoras a un cibercafé a mirar el correo pero sin intención de apuntar nada en esta web porque es tarde y estoy cansado.
Pero alguien me toca en la espalda, me saluda y se presenta: es un antiguo alumno, ahora dedicado a la cooperación para el desarrollo. Me dice, y me sorprendo, que es lector habitual de mi web y que me sigue, según él, como muchos más de mis antiguos discípulos. Hablamos un rato y la verdad es que me da un poco de vergüenza decirle que me emociona oir lo que me está diciendo. Simplemente le doy las gracias. Luego abro el correo y leo el poema de Brecht que me manda un trozo rojo de Berlín que es capaz de darme todo tipo de detalles, mucho después de la medianoche y a la vera de las olas-elefante de mi barrio, sobre los grillos gigantes de la Axarquía. Os lo reenvío ahora dedicado a todos vosotros, y especialmente a mis antiguos pupilos, que leéis la web.
La excepción y la regla
Les vamos a contar
La historia de un viaje. Lo emprenden
Un explotador y dos explotados.
Observen con atención el compartamiento de esa gente:
Encuéntrenlo extraño, aunque no desconocido
Inexplicable, aunque corriente
Incomprensible, aunque sea la regla.
Hasta el acto más nimio, aparentemente sencillo
¡Obsérvenlo con desconfianza! Investiguen si es necesario
¡Especialmente lo habitual!
Se los pedimos expresamente, ¡no encuentren
Natural lo que se produce siempre!
Pues en tiempos de desorden sangriento,
De confusión organizada y arbitrariedad consciente,
De humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural,
Nada debe parecer imposible de cambiar.
[Bertolt Brecht, La excepción y la regla (Traducción Nicolás Costa)]
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