A partir de esta tarde comienzo a colaborar con Onda Cero con un pequeño comentario que se emite los martes a eso de las 19,20 y que puede escucharse en directo aquí.
El primero es este
SE VENDE SUBMARINO
Acaba de anunciarse que el Ministerio de defensa va a vender un submarino para ahorrar gastos. Algo bueno tendrá la crisis, pensé creyendo que de esa manera se iba a producir una disminución de gasto militar que, al fin y al cabo, no es más que dinero dedicado a exterminarnos, antes o después, unos a otros. Porque, no se engañen, todas las armas que se producen terminan por utilizarse.
Pero mi gozo inicial ha caído en el pozo. El Ministerio no va a vender el submarino con el fin de que los españoles gastemos menos en armas y podamos dedicar así más recursos al bienestar humano. Al parecer la operación se hace porque dentro de poco vendrán cuatro nuevos y en 2013 otros seis de la serie llamada S-80 de la tecnología más avanzada.
A principios de año, nuestro gasto militar total (que es muy difícil de estimar porque sus partidas se disimulan entre los diferentes conceptos presupuestarios) tuvo un recorte del 2,4%, bastante menos que el sufrido en los recursos dedicados a sanidad o educación. Pero al final del año el recorte no llegará a tanto porque este ministerio suele cerrar siempre sus presupuestos con más gasto del inicialmente presupuestado.
Los economistas enseñamos que las sociedades tienen siempre que elegir a la hora de utilizar sus recursos escasos. Y solemos poner el ejemplo que utilizaba el Premio Nobel Paul Samuelson: O cañones, o mantequilla. Pues bien, en el caso que comento parece que la elección está clara si tenemos en cuenta que el presupuesto asignado en España a investigación militar (es decir, a crear formas más sutiles y eficaces de matarnos) es tres veces y media mayor que el dedicado a investigación sanitaria.
En el mundo nos gastamos 4.200 millones de dólares cada día en armas, y en España 35 o 50, según las diferentes estimaciones. Es demadiado dinero dedicado a destruirnos y una vergüenza que a la vista de ese gasto nos sigan diciendo que no hay dinero para acabr con el hambre o para pagar las pensiones. Lo que falta es sensatez, no recursos.
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