Publicado en La Opinión de Málaga. 07-03-2004
La Junta de Andalucía ha decretado, de acuerdo con la unión Europea, un plan de cierre temporal de los caladeros de nuestro litoral para hacer frente al gravísimo problema de sobreexplotación que viene padeciendo.
Una medida como esta es muy traumática, si se tiene en cuenta que afecta a actividades que suponen unas dos terceras partes de los ingresos del sector en nuestra provincia. Implica dejar varados dos meses al año a nuestros barcos cerco y de bajura y, consiguientemente, provocar una caída en los ingresos de nuestros pescadores.
Sin embargo, es muy necesario que se entienda que medidas de este tipo son absolutamente necesarias para poder regenerar el litoral y para salvar el futuro de la pesca.
El problema no es exclusivo de nuestra costa. Según las Naciones Unidas, el 63,45 de los caladeros mundiales sufren explotación intensa, el 23,2% están sobreexplotados y un 8,7% se pueden considerar ya agotados.
En los años ochenta y noventa la Unión Europea fue incapaz de poner orden en el sector, se dejó llevar o no pudo controlar los intereses de las empresas y eso dio lugar a una sobrecapitalización y a un incremento abusivo de lo que se el llama el esfuerzo pesquero, es decir, la capacidad pesquera medida en toneladas y en potencia multiplicada por la actividad realizada. Los resultados están a la vista: disminución del rendimiento de los caladeros que, en algunos años y zonas llegan a ser del 50%, y peligro cierto de esquilmarlos definitivamente.
Nos guste o no, hemos de aceptar que la actividad económica se lleva a cabo explotando recursos que, como los pesqueros, son limitados. Es decir, que seguro que se agotarán definitivamente si su uso no respeta la tasa de explotación que garantiza su regeneración.
El uso sostenible de nuestros recursos pesqueros es una exigencia para garantizar los ingresos futuros y lo que hace falta es que, en estos momentos en que pagamos la aberración de antaño, reflexionemos sobre lo que nos puede ocurrir si con otros recursos estratégicos hacemos los mismo que con los pesqueros.
Nuestros pescadores merecen ahora apoyo y solidaridad pero la solución no puede consistir de nuevo en cerrar los ojos ante la evidencia de que la naturaleza no es un saco sin fondo para hacer negocio.
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