Ganas de Escribir. Página web de Juan Torres López

Terraplanismo económico y triles de José Carlos Díez para defender a las eléctricas

Publicado en Público el 14 de mayo de 2022

José Carlos Díez es un economista bastante conocido gracias a sus habituales intervenciones en los medios de comunicación, en donde ya ha dado muestras inequívocas de su falta de independencia y servilismo o de su profunda ignorancia.

A diferencia de lo que me ocurre con otros economistas, como pueden ser Daniel Lacalle o Juan Ramón Rallo, por poner solo dos ejemplos con los que tengo grandes diferencias teóricas pero una relación de gran cordialidad y respeto, con Díez no me hablo desde hace tiempo. Es faltón, mal educado y muy desagradable en su trato así que procuro mantenerme alejado de él.

Sin embargo, no me ha quedado más remedio que ocuparme en varias ocasiones de algunas de sus afirmaciones porque son claramente falsas e incluso diría que peligrosas para la economía española, puesto que suele recurrir a la mentira y la manipulación para combatir a quienes, por razones que lógicamente yo desconozco, pone en su punto de mira.

En 2015, el ayuntamiento de Barcelona dirigido por Ada Colau decidió crear una moneda local. Para criticar el proyecto, Díez escribió en el diario El País un artículo lleno de datos falsos y argumentos equivocados que hubieran significado un suspenso para un estudiante de primero de carrera. Tan lamentables eran los errores de Díez que tituló su artículo Ley de Gresham y en su desarrollo confundía lo que esta dice. Señalé todos ellos y sus argumentos manipulados con detalle en un artículo publicado en este mismo diario con el título Economistas que pierden el norte atacando a Podemos.

En plena pandemia, tuve que escribir de nuevo (No hagan caso a José Carlos Díez: Recortar ahora el gasto es suicida) para poner de relieve un nuevo y peligroso error. Estaba proponiendo nada más y nada menos que el gobierno recortara el gasto. ¿Se imaginan ustedes lo que hubiera ocurrido con miles de empresas y con el conjunto de la economía española si el gobierno le hubiera hecho caso?

Han sido tantos los economistas y organismos internacionales que reclamaban entonces justo lo contrario de esa propuesta suicida de Díez que no necesito ahora abundar en argumentos para mostrar su insensatez.

Últimamente, también por razones últimas que yo desconozco, Díez se viene dedicando a difundir mensajes tratando de mostrar que las empresas eléctricas, e Iberdrola en particular, no disfrutan de los llamados en toda Europa «beneficios caídos del cielo». Y lo vuelve a hacer con su prepotencia y feo estilo de siempre.

Hace unos días escribía en su cuenta de Twitter los siguientes mensajes:

«Margen bruto Iberdrola España primer trimestre un 19% menos que primer trimestre de 2021. Cuidado con los que te cuentan que las eléctricas tienen beneficios caídos del cielo. O no tienen ni idea de este negocio o te quieren engañar para conseguir algo».

«Los beneficios de los eléctricas se han desplomado en el primer trimestre un 30% y sigue confundiendo a la gente con la milonga de los beneficios caídos del cielo?»

No se puede mostrar de una forma más obvia que uno se ha convertido en un auténtico terraplanista de la economía y en un tramposo.

Yo creo que, a estas alturas, la naturaleza de esos llamados «beneficios caídos del cielo» en el sector eléctrico es bien conocida, pero la recordaré brevemente.

Es el resultado inevitable de la existencia de un sistema marginalista de fijación de las tarifas eléctricas que implica que el precio de todas las fuentes de producción de luz es el de la más cara en cada momento. Como todas las demás venden la suya (más barata) a precio más elevado se dice que le caen beneficios del cielo. Es una metáfora para decir que percibirán ingresos por encima de su coste de producción y que no recibirían de existir otro sistema de tarifa.

¿Por qué digo que José Carlos Díez es un terraplanista económico cuando niega la existencia de los «beneficios caídos del cielo» en el sector eléctrico? Porque es inevitable, materialmente inevitable que existan en cualquier mercado en donde los precios se fijen según un criterio marginalista y que tenga las características del eléctrico.

Verán ustedes. En realidad, el mecanismo marginalista de fijación del precio funciona con mayor o menor intensidad en todos los mercados: si se quiere satisfacer toda la demanda, debe pagarse lo que cueste producir la última unidad que se produzca para ello y esta es lógicamente la más cara. De hecho, que el precio sea igual al coste marginal, es decir al coste de la última unidad producida, es la condición para que los mercados sean eficientes y las empresas maximicen su beneficios. Aunque en principio, eso sí, los «beneficios caídos del cielo» no tienen por qué aparecer siempre.

¿Cuándo aparecen? Cuando los distintos productores tienen diferentes costes de producción o productividad y cuando no se puede distinguir en qué fuente se ha producido cada unidad de las que se ofrecen al mercado. Justo lo que ocurre en el mercado eléctrico (aunque esto último lo dejo en el aire porque su inevitabilidad podría ser objeto de debate).

En esas condiciones, como el precio necesariamente debe cubrir la unidad de producción más cara, las demás reciben el sobreprecio. Es lo que los economistas llamamos una «renta económica» o «excedente del productor». Y a la cual, por cierto, se pueden añadir o no otros beneficios extraordinarios según que en el sector haya más o menos competencia. Si la hay plenamente, no los habrá y si predomina la concentración será muy elevados.

Negar la existencia de renta económica en el sector eléctrico con sistema marginalista es, por lo tanto, ser un auténtico terraplanista económico. Y hacerlo con los argumentos que utiliza Díez equivale, para colmo, a convertirse en un trilero para confundir a la gente. Por varias razones, unas más elementales que otras.

Por un lado, porque hace trampa y mezcla (como hacen los trileros en la calle) el concepto de beneficio contable con el término de «beneficio caído del cielo» que, como he dicho, es una metáfora referida a una renta. Y el hecho de disfrutar de una renta (el «beneficio caído del cielo») no implica necesariamente que haya beneficio contable como el de Iberdrola que menciona Díez. Además, es otra trampa utilizar los resultados de un trimestre como referencia para pronunciarse sobre los que pueda haber o no estructuralmente. Y porque la caída del margen respecto al año anterior tampoco es significativa, pues hay que considerar  periodos más largos y valores absolutos de beneficios.

Por otro, se engaña a la gente ofreciendo esos datos para hacerle creer que las grandes eléctricas -como Iberdrola- están en pérdidas con los precios de la luz por las nubes cuando es sabido que tienen una posición de gran poder en el mercado y en los diferentes subsectores que les permite manipular costes e ingresos.

Lo mismo que Iberdrola puede acomodar su producción para colocarla en el momento en que más beneficio le produce, también puede jugar -como las demás eléctricas dominantes del mercado- con precios y cantidades para obtener los ingresos e imputar los costes donde y cuándo más les conviene, teniendo en cuenta que ocupan posiciones no solo en la fase de producción y no solo en una fuente de generación.

Se puede discutir si es necesario o no que el precio de la luz se fije con un sistema marginalista, o si es inevitable o deseable que la renta económica que se genera en el sector eléctrico se la apropien las empresas o si el Estado puede recuperarlas en todo o en parte, pero no se puede negar que exista. Y puede argumentarse que, a pesar de su existencia, haya empresas que no obtengan beneficios extraordinarios o incluso que sufrieran pérdidas (por razones que tendrían que ser ajenas a la existencia de esa renta o «beneficio caído del cielo»). Pero es un engaño hacerlo con los argumentos (si es que merecen ese nombre) que utiliza José Carlos Díez. Para saber qué ocurre de verdad con las rentas, los costes, los ingresos y los resultados de las eléctricas haría falta que se sometieran a auditorías independientes. Justamente lo que no se ha hecho a pesar de que todos los partidos, menos el PP, han manifestado en alguna ocasión que están a favor de que se realicen.

O Díez desconoce estas cosas tan elementales, como también desconocía la ley de Gresham y otras cuestiones básicas sobre dinero y las finanzas y es, entonces, un pésimo economista; o las conoce perfectamente y las manipula, siendo -en ese caso- una malísima persona.

 

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8 comentarios

peperueda 14 de mayo de 2022 at 21:32

Quien, como yo, haya caído en el error de gastarse 18 euros en la compra des su libro «La economía no da la felicidad «, de 2015, sabrá que es un economista que no merece que se le destine ni un euro.

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Juan Muñoz 18 de mayo de 2022 at 12:52

Otro buen artículo para seguir aprendiendo economía de la mano de Juan Torres, gracias.
Sin ser yo un economista me atrevo a asegurar que Jose Carlos Diez debe estar vendido a las eléctricas, y en particular a Iberdrola, empresa que es la que mas beneficios caidos del cielo obtiene, es decir, la que mas nos roba legalmente, ya que es la que mas centrales hidráulicas y nucleares explota en España, que son las centrales cuyos costes de producción son mínimos.

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Francisco Altemir Ruiz-Ocaña 18 de mayo de 2022 at 13:17

Luis García Montero citaba a Azaña en su última columna de el País: «Si los españoles habláramos solo de lo que sabemos se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar»

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JANO 18 de mayo de 2022 at 13:23

Yo hace tiempo que hago distinción expresa de lo que considero un economista y un simple licenciado (con 30 másteres incluso) en neoliberalismo económico.
El primero, es una persona honesta que analiza situaciones muy cambiantes y muy difíciles de analizar y de prever; por la simple razón de que el cerebro de los seres humanos -y en consecuencia sus reacciones- son mucho menos racionales de lo que se quiere creer. Al fin y al cabo, la economía es una disciplina social. Aún así, este economista, siempre tratará de dar y buscar explicaciones ajustadas a la realidad; molesten o agraden, y sus conclusiones siempre irán orientadas al bien común.
El segundo es un peligroso individuo sujeto a una ideología concreta, con un comportamiento dogmático capaz de negar los hechos que contradicen lo propuesto por la ideología a la que sirve.
Esta segunda clase de individuos, suelen estar directamente en las nóminas de las empresas; bien indirectamente a traves de su participación en medios de comunicación (que les pagan su presencia allí) propiedad de esas mismas empresas, o en sus despachos privados realizando «análisis» por encargo de las empresas, bancos etc. En TODOS los casos, el resultado del estudio debe determinar lo que espera el que paga. Aunque para ello, la conclusión deba ser falsa. No sirve a todos, sirve a quien le paga.
Este sujeto es del segundo grupo. Hace tiempo que no me molesto en escuchar lo que dice.

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Tasio Urra 18 de mayo de 2022 at 19:19

«A diferencia de lo que me ocurre con otros economistas, como pueden ser Daniel Lacalle o Juan Ramón Rallo, por poner solo dos ejemplos con los que tengo grandes diferencias teóricas…»

Sabemos, estimado Juan, que en realidad no se trata de diferencias «teóricas», que son la mera consecuencia, sino de diferencias morales y éticas.

Un abrazo.

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jose 18 de mayo de 2022 at 22:15

He leído los comentarios y muy de acuerdo. Me ha gustado lo de «terraplanismo económico», al personaje lo dejé de leer hace años, siempre lo tuve como un «servil economista».

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Víctor 19 de mayo de 2022 at 07:29

Ignacio Galán, (el listo), es el enemigo público número 1 de todos los españoles.
Y José Carlos Díez, su palmero favorito.

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Jaan 19 de mayo de 2022 at 14:05

Parece que solo existen economistas como Lacalle, Díez, Rallo…. Éstos son los «economistas» pagados por los grupos de presión con intereses claros, que los lanzan al ruedo para soltar las soflamas de parte. Sin ningún rigor, se apoyan en una licenciatura o libros escritos de proyección más que dudable. En cualquier caso sin ningún marchamo de que puedan demostrar que han hecho algo por mejorar la sociedad o disminuir la desigualdad existente, por tanto baladronadas de salón académicas.
¿Por qué no se da más cancha a otros verdaderos investigadores o estudiosos como usted Sr .Torres, u otros como pueden ser Carlos Mato, Julen Bollain, Jorge Fabra Utray, Yago Álvarez, Nacho Álvarez, etc. que tienen una visión más honesta de los mercados y la sociedad?. Desde luego éstos no están a nómina de los oligarcas y no son trileros.
Como decía Sampedro: “Hay dos tipos de economistas: los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobres a los pobres”.

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