Publicado en Público.es el 29 de octubre de 2013
La monarquía española se ha ido consolidando en los últimos años gracias a un amplio pacto de silencio que ha permitido ocultar sus actividades reales: los grandes negocios no siempre limpios -como se ha podido comprobar con Urdangarín y su esposa- de muchos de los familiares directos del Rey, la doble vida del monarca y sus actividades de comisionista global, la vinculación de la Reina con el gobierno en la sombra del mundo o una vida familiar desestructurada y muy poco ejemplar.Solo muy de vez en cuando se pueden leer en medios españoles cosas como las que escribió hace poco el periodista Jaime Peñafiel refiriéndose al Rey Juan Carlos: «Cuando recibió la citada herencia (se refiere a los 375 millones de pesetas que heredó de su padre) ya tenía un gran capital. No olvidemos que, desde el año 1973, gracias a las gestiones que hizo, a petición de Franco, ante el rey de Arabia Saudí para que a España no le faltara petróleo en aquella crisis, el gobierno autorizo a que, el entonces príncipe, recibiera un céntimo por cada barril de crudo que entraba en el país. Este acuerdo comisionista lo respetaron Adolfo Suárez y Felipe González. Ignoro quien acabó con tal práctica, ¿Fue José María Aznar? Aquello permitió que don Juan Carlos adquiriera una pequeña fortuna, incrementada, posteriormente, por otros, digamos, negocios» (Los dineros del Rey y la herencia de su padre).
Gracias a ese silencio y a que el artículo 56 de la Constitución declara que su persona «es inviolable y no está sujeta a responsabilidad» (lo que significa que no se puede actuar contra él ni siquiera si comete un delito flagrante en su ámbito privado) se ha podido tejer la leyenda de la ejemplaridad, bonhomía y patriotismo de don Juan Carlos de Borbón. Una leyenda que solo su propio comportamiento y el de sus familiares está a punto de echar por alto en los últimos tiempos.
No me importa nada lo que haga en su vida privada el Jefe del Estado, aunque me resulte bochornoso que luego aparezca como ciudadano ejemplar en misas y demás actos religiosos de la mano de una jerarquía eclesiástica que se presenta como máxima expresión de la rectitud moral, y no voy a entrar en ello. Como tampoco deseo referirme ahora a sus negocios por muy vergonzoso y poco patriótico que me parezca cobrar comisiones por trabajar para el Estado al que se representa y se sirve. Solo quisiera comentar una de las fantasía que más se ha tratado de extender durante todo el reinado de don Juan Carlos de Borbón porque me parece la reina de todas las que rodean su figura: que es el rey de todos los españoles .
Ni por su comportamiento, ni por sus declaraciones, ni por sus aficiones, ni por sus muestras de solidaridad, ni por su actitud ante los problemas sociales que padecen los españoles, puede decirse que sea así.
A diferencia de lo que sucede en otras monarquías, en la española no es el gobierno de turno quien escribe los discursos del rey y, por tanto, quien fija su posición ante los problemas de la nación. Don Juan Carlos tiene, pues, autonomía para definirla, y aunque es lógico que no la ejerza plenamente sino que trate de guardar cierta sintonía con la política del gobierno, lo cierto es que, a diferencia de otros monarcas, tiene opinión. Como también tiene -por muy negociada que pueda ser en hechos concretos- agenda y actividades propias. Lo que quiere decir que lo que hace o diga no se puede imputar a que sea uno u otro el partido que gobierna.
Los testimonios y posiciones del rey ante la sociedad española son en su mayor parte la expresión de sus ideas y sus simpatías y preferencias y es precisamente por eso por lo que me parece totalmente infundado afirmar que es el rey de todos los españoles.
Mientras que sus manifestaciones de apoyo explícito a los empresarios y banqueros son continuos, no se dan, por el contrario, las que pudieran reforzar a los sindicatos o a las organizaciones de cualquier tipo que defienden a los trabajadores, por ejemplo.
Aunque no seamos mayoría, somos muchos los españoles que condenamos las políticas gubernamentales, que hemos mostrado sus efectos negativos sobre las condiciones de vida de muchos conciudadanos y los que hacemos valoraciones críticas de lo que ocurre en España, por cierto, con un amor a nuestro país y a nuestros conciudadanos que no tiene por qué ser menor que el del monarca o el de quienes defienden posiciones contrarias. Pero nunca he oído una palabra de simpatía del rey Juan Carlos hacia quienes defendemos análisis o postulados económicos o políticos que sea contrarios al poder dominante.
¿Y cómo se puede decir que se es el rey de todos los españoles si solo se suscriben los principios o ideas de unos cuantos que además, qué casualidad, siempre son los de arriba, y nunca los de aquellos que se oponen a lo que dicen los más poderosos? ¿Solo estos son los españoles para el rey Juan Carlos?
Incluso la empatía del rey, sus amigos, aquellos a quienes hace nobles y a quienes consulta, su forma de vida, basta ver sus aficiones y acompañantes habituales, son los propios de ese puñado de familias que controla el poder financiero, económico, mediático y político en España desde hace decenios, por mucho que entre ellos se cuele algún que otro socialista o incluso comunista de postín, a quienes invita «a Palacio» de vez en cuando.
Si el rey lo es de los banqueros y de los grandes empresarios y si dice que es el rey de todos ¿por qué no lo es también de los españoles que van a las asambleas del 15M o de los que pierden sus viviendas? Y si el rey se moviliza como el primero para que los financieros y grandes empresarios tengan éxito en sus negocios, ¿por qué no lo hace también cuando se producen desahucios injustos? ¿y por qué no se pone tan claramente al lado de los españoles que han sido estafados y han perdido sus patrimonio y ahorros de toda su vida como lo hace con los banqueros a quien siempre defiende? Si don Juan Carlos dice que es el rey de todos los españoles ¿por qué son solo unos y no todos los que merecen estar siempre bajo su paraguas protector?
Si hay millones de españoles que combaten las reformas laborales, educativas o sanitarias que les quitan sus derechos y don Juan Carlos dice que también es el rey de todos ellos ¿por qué no se le oye nunca criticarlas tan claramente como esos otros españoles? ¿Por qué, si dice que es el rey de todos, presta tan discriminadamente su voz para defender a unos u otros? ¿Por qué nunca se le ve al lado de las voces críticas y acompañado de quienes disienten, sino solo con los que forman el eco del establishment? Si son también muchos millones los españoles que piden decencia y que se investigue y condene a los culpables de la crisis ¿por qué el rey Juan Carlos solo se pone al lado de quienes la han causado o de quienes los ocultan y no se suma a las voces y reivindicaciones de quienes piden transparencia y justicia?
Si de verdad lo fuese de todos los españoles no estaría siempre en el mismo lado, siempre con los de arriba, sino que en estos tiempos tan duros difundiría otro discurso y levantaría a cada minuto su voz para defender a los que sufren en lugar de acompañar y amparar siempre a los que provocan su dolor.
Don Juan Carlos de Borbón es el rey de todos los españoles que están arriba, no el de los de abajo.
10 comentarios
Estimado Juan, a este artículo, no le sobra ni una coma, pero si creo que le falta algo, ya se que muchos me tachan de derecha, pero creo que es por que me ven por el otro lado, te recuerdo que Felipe Gonzalez y Carrillo, dos demócratas de toda la vida justifican a esta institución.
como bien dices todos estos y a las instituciones que representan son los de arriba, siempre seré de los de abajo
Lo preocupante no es que dl rey sea de unos pocos sino que la gente crea qud es su rey
Falsa y poco ejemplar su trayectoria política y familiar.
Cada vez somos más los que abogamos por una República Constitucional.
Magnífico artículo, como todos los que llevo leídos de tu mano, querido profesor.
Algo que siempre me ha maravillado es la claridad de exposición no solo cuando hablas de temas económicos, sino cualquier reflexión y justa crítica de los abusos que estamos sufriendo constantemente.
Para quitarse el sombrero, el amor a la lengua que tan exquisitamente demuestras.
Enhorabuena con todos mis respetos y admiración.
Bien Alfonso Casas por tu humildad de desear ser siempre de los de abajo, aspiro a lo mismo, en la horizontalidad hay menos peligros y más humanidad.
¿Dos demócratas de toda la vida? Sus hechos y algún que otro testimonio presencial antes y durante la transición evidencia lo contrario. Entiendo por demócrata, a todo aquel que busca el poder para el pueblo, ello supone libertad colectiva que es la que da la representatividad y el mandato imperativo a los ciudadanos, el primero sigue adorando al becerro de oro y el segundo por poco optó por las migajas del poder establecido, ya que no optaron por la ruptura democrática, lo que hubiera supuesto instruir y consultar al pueblo que tipo de Estado, de Gobierno y Legislativo consideraba mejor para todos.
Buen artículo. Como todos (o casi todos) dices bien: el rey es -en la práctica y en los hechos- solamente el rey de los ladrones; porque ¿me quieres decir qué son toda la escoria de la que se rodea? Al fin y al cabo, el país es como un crisol de fundición: el metal bueno, está abajo. La escoria flota y está arriba. ¿quién quiere ser escoria?.
Por otra parte te digo: ¿Quién dice que es mi rey? Yo no le tengo portal. No movería un dedo por el, y como yo creo que muchos.
Creo que hay mucho equívoco en todas las manifestaciones que unos y otros hacemos, así que a fuer de ser sinceros: no espero nada de él y espero que tenga claro que de mí no debe esperar nada.
El rey de España en América Latina es un hombre de negocios, o gestor, o CEO y muy difícil para nosotros verlo como jefe de un estado y mucho menos como monarca. Es como si Rockefeller acompañara a un presidente norteamericano, pero quien recibiera el protocolo de estado fuera Rockefeller y no el presidente.
Una vez, en una conversación distendida entre Kirchtner y Juan Carlos, Kirchtner le dijo «che, Juan Carlos…». Todos quedaron cortados, el primero el rey, y Kirchner siguió «Mirá, disculpame pero eso de ‘magestad’ no me sale» Juan Carlos superó el instante de incertidumbre diciéndole a K. con una sonrisa cómplice: «llámame Juanillo» La relación entre el rey y los presidentes sudamericanos quedó fundada en esta informalidad. Se dicen muchas cosas, entre ellas que sus conversaciones giraban solo al dinero y las inversiones. Sobre cómo eran esas discusiones y contratos, opino que una buena biografía sobre él debería obligar al biógrafo a venir a este continente a investigar sobre este aspecto de su vida empresarial. Hay cantidad de datos y personas participantes en esas gestiones. El episodio donde manda a callar a Chávez era parte de esta informalidad de trato mutuo pero el marco oficial de la cumbre hizo que varios mandatarios reaccionaran. Pero lo que enojó a Latino América fue la edición de ese material filmado, para propaganda de consumo interno español, recortando la secuencia donde lo que se veía discutiendo muy acaloradamente eran las inversiones españolas muy cuestionadas por los nuestros. Al rey se lo veía muy nervioso y no podía estarse quieto, ni sentado. No hay mucho más que agregar, salvo si una quisiera caer en el cotilleo.
Alfonso Casas en 30 octubre, 2013 en 12:42
No sé si te tachan de dcha, izda o… pero creo que has sido muy comedido:
¿F.G, Carrillo, Suarez, Sotelo, Aznar, Zapatero, Rajoy? demócratas jojojo (y el resto de partidos lo mismo de lo mismo).
Saludos cordiales tronk!!!
P.D. El que quiera que se documente, y si algún procer de esa casta de ladrones es capaz de defender razonadamente que esto es una democracia “me como el sombrero jojojo”… ;-)
Por si mi entrada anterior parece muy radical y obtusa, me permito adjutar un artículo corto, ligero y claro de ácratas, y que cada cual piense lo que estime oportuno. Esto no va de ideologías, va como siempre de quienes tienen y quienes no… estos últimos son curiosamente quienes producen, se pelean (peleamos) entre ellos (nosotros) y mantenemos el tinglado:
LA SOLUCIÓN ES MÁS DEMOCRACIA:
Democracia Formal, verdadera, real, eso que la gente desconoce lo que es, porque la confunde con la Justicia Social. Y ésta es consecuencia de aquélla, no es en sí misma la propia democracia.
La Democracia son cuatro cosas, pero muy claras:
1. Sufragio universal, libre y secreto.
2. Independencia de poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial desde las propias urnas, en separadas votaciones también en el tiempo.
3. Representatividad, conocimiento objetivo de qué diputado representa a cada persona concreta, lo que se consigue con las circunscripciones unidiputacionales y con el control del diputado desde la Asamblea Ciudadana Diputacional, cuyo mandato sobre el diputado es imperativo. El diputado (palabra que significa recadero) debe servir a su Asamblea, no al contrario. Lo que se consigue cuando el diputado cobra directamente de la Asamblea, no del Estado. De modo que el Congreso de los Diputados (no hace falta Senado) no pertenece al Estado, sino al Pueblo.
4. Procedimiento claro para deponer en cualquier momento a un diputado corrupto o que incumple el mandato imperativo de su cuerpo electoral. A denuncia de la Asamblea, y con voto en una proporción determinada, el diputado es llevado ante la Judicatura competente, le es retirada su acta de diputado y es puesto a disposición judicial para que se depuren sus responsabilidades civiles y penales, si las hubiera.
La partitocracia cleptocrática española incumple las condiciones 2, 3 y 4.
La 2, porque el Parlamento elige al Presidente del Gobierno; y porque éste, igual que muchos de sus ministros, pertenece simultáneamente a los poderes Ejecutivo y Legislativo (¿Qué independencia de poderes puede haber, pues?).
La 3, porque el sistema de listas de partido (da igual si son abiertas o cerradas, eso es un truco para despistar a los incautos) impide conocer a TU diputado, al que puedes exigir y deponer. ¿Cómo puedes deponer a alguien que no sabes si te representa? ¿Cómo puedes deponer a alguien de una lista si no es posible saber ni siquiera si lo has votado, puesto que tu voto es secreto? ¿No ves que sus opositores tratarían de deponerlo si ello fuera posible?
La 4, porque nadie puede deponer a un diputado, ni siquiera el Jefe del Partido puede. La consecuencia son los casos de transfuguismo sin castigo ciudadano, diputados que traicionan no ya a la gente, con la que no tienen ningún compromiso medible, sino a su formación política.
Por lo tanto, en España NO EXISTE UNA DEMOCRACIA, sino una putocracia, un régimen oligárquico de partidos. Los jefes de partido mandan sobre toda su formación, de modo que el Parlamento es innecesario. Los jefes podrían reunirse en un bar y votar las leyes ellos solos, no ya sin participación del Pueblo, sino ni siquiera de sus diputados, puesto que son mudos, sordos y ciegos, pero obedientes. ¿Qué hacen entonces en la Política? Lo que aclaró el diputado Zaplana: «Yo estoy en la política para forrarme». Pero lo mismo podría decir cualquier otro diputado, sea de la formación que sea, con honrosas excepciones, como Anguita, Labordeta o Coscubiela y algún otro.
Ha llegado el momento de cambiar todo esto.

Pero no pidamos otra cosa más que DEMOCRACIA FORMAL. El resto viene solo. Y el que diga lo contrario, enreda a los lectores por maldad o por ignorancia.
Si no hacemos todo esto, la Troika se saldrá con la suya, llegará la «ayuda» del FMI (que en vez de un salvavidas nos arrojará una piedra de molino al cuello) consistente en cambiar la deuda de bolsillo e incrementar los intereses. España se convertirá en un país pobre, inculto, con servicios públicos deficientes y sin otro trabajo que los servicios a jubilados y turistas a bajo precio.
¿Es eso lo que queréis? ¡Pues en marcha!
ácratas.net
He leído su artículo sobre el rey de todos los españoles. Aunque en el 90 % de su contenido puedo estar de acuerdo, existe ese 10 % de discrepancia.
Para no extenderme demasiado me referiré sólo a ese 10 %.
El problema de fondo en España radica en la ALTERNANCIA DE PODER de dos únicos partidos, punto que usted no ha tocado. Efectuvamente los de arriba son siempre los mismos. Gobierne A o gobierne B, qué más da, la opinión de los de abajo no cuenta. Sólo vale la opinión de los del “club de los de arriba” y éstos, que son el poder económico, la oligarquía económica, o como dice usted, banqueros y empresarios, pero no cualquier empresario, son los que realmente gobiernan el país imponiendo sus intereses a los gobernantes de turno y, como premio, asegurándoles un cargo bien remunerado en sus empresas, con o sin contenido, cuando les toque abandonar el poder.
Yo creo que sí somos la mayoría de los españoles los que condenamos la forma despótica en la que nos gobiernan y, como se está viendo, la institución monárquica no tiene la solución en su mano, pues parece estar también condicionada y sometida a esa oligarquía económica.
La solución que yo veo pasa por aniquilar la ALTERNANCIA DE PODER. Por consiguiente, como diría Felipe, la solución está en nuestras manos. Tenemos que destronar a los partidos A y B y crear o hacer resurgir a los partidos C, D, E….., retocar la Constitución para que el poder vuelva al pueblo, suprimir los privilegios de los políticos, listas abiertas, etc. etc.
Si no somos capaces de dar ese golpe de timón, después no lloremos.