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Pablo Casado y el Partido Popular también mienten a los españoles en materia económica

Decir que Pablo Casado miente habitualmente no es un insulto sino la expresión de un hecho cierto y objetivo que ha quedado demostrado en muchas ocasiones. Se pueden encontrar pruebas fehacientes de ello aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí o aquí, entre otros sitios.

En estas líneas voy a mostrar que Pablo Casado y el Partido Popular no sólo mienten cuando se refieren a cuestiones de política general sino también cuando le hacen a los españoles propuestas de política económica.

En concreto, voy señalar rápidamente que es falsa una de las ideas que están vendiendo últimamente: que eliminar o bajar impuestos aumenta automáticamente los ingresos fiscales, que crea puestos de trabajo y que hacerlo es indiscutiblemente bueno para la economía en general y para todas las empresas y personas en general.

No es verdad que bajar impuestos aumente necesariamente los ingresos fiscales.

Esta idea que ahora defiende el Partido Popular es muy antigua pero se popularizó en los años ochenta cuando Ronal Reagan y otros políticos neoliberales utilizaron el razonamiento de un economista llamado Arthur Laffer.

Su planteamiento es el siguiente: si los impuestos suben por encima de un determinado nivel, un contribuyente racional  rechazará seguir trabajando y eso reducirá los ingresos fiscales provenientes de sus rentas o, en el caso de una empresa, soportará costes tan elevados que no obtendrán beneficios y dejarán de producir, reduciéndose también así los ingresos que antes pagaban al fisco. A la inversa, si los impuestos bajan en lugar de subir, podría haber más oferta de trabajo y más producción que aumentarán los ingresos fiscales.

De entrada es obvio, por tanto, que la idea de Laffer sólo se cumpliría a partir de un determina nivel de tasa impositiva y no siempre (por eso se habla, precisamente, de «la curva» de Laffer, porque él mismo supone que los ingresos suben al principio y comienzan a bajar a partir de un determinado nivel). Por tanto, no es verdad que bajar impuestos suponga SIEMPRE Y CON SEGURIDAD un aumento de ingresos fiscales.

Diversos estudios han demostrado las inconsistencias, errores estadísticos y contradicciones de los estudios que pretenden demostrar que bajar o eliminar impuestos sobre la renta, el patrimonio o las herencias ayuda al crecimiento o mejora el estado general de la economía, bien porque no tienen en cuenta factores relevantes, porque realiza mal las regresiones o porque simplifica excesivamente las hipótesis. Por ejemplo, aquí, aquí o aquí.

Pero incluso dando por buena la existencia de relación entre tasas impositivas e ingresos fiscales (que la hay por definición, aunque otra cosa es que sea como dicen los liberales) la idea que defiende Pablo Casado y el PP sólo sería cierta si se demuestra antes que en la economía española hay un nivel de tasa impositiva en el que eso ocurre. Y resulta que es imposible determinar con completa exactitud cuál es el nivel de esa tasa impositiva a partir del cual disminuyen los ingresos fiscales, no sólo en España sino en cualquier otro país (entre otras cosas, porque la idea de Laffer se basa en el comportamiento individual y aceptar que hay una curva para toda la economía supone asumir hipótesis difíciles de aceptar).

Para que fuese cierta la propuesta de Casado tendría que ocurrir que todos los contribuyentes españoles, tomados como un todo homogéneo, se encontraran en la parte descendente de la curva de Laffer. Pero ¿y si estuviésemos en la parte ascendente de la curva de Laffer (como señalaba, por ejemplo, este informe)? Si la cruva de Laffer fuera cierta y estuviésemos en esta última situación, y Casado no ha demostrado que no lo estemos, lo que tendría que proponer él y su partido sería ¡SUBIR IMPUESTOS!!!

En Estados Unidos, por ejemplo, se ha demostrado que la tasa impositiva que optimizaría los ingresos fiscales es del 73%, lo que significa que allí se podrían casi duplicar las tasas sin poner en peligro el crecimiento económico (aquí).

Algún estudio teórico para España demuestra que si se acepta que en España funciona la curva de Laffer el tipo impositivo medio que se debería aplicar sería del 45% (aquí). Por tanto, Pablo Casadodebería señalar si esa es la tasa que desea imponer en España o cuál entonces y por qué. Y, en todo caso, habría que señalar que la relación entre ingresos fiscales y tasas impositivas cambia mucho a lo largo de los años, de modo que también es mentira que la propuesta de Casado vaya a ser buena en cualquier momento.

Además, también se ha demostrado que las tasas impositivas no determinan por sí solas los ingresos fiscales sino que éstos dependen también y sobre todo de otros factores aquí.

Así se ha demostrado, por ejemplo, en Estados Unidos. Allí, los ingresos fiscales como porcentaje del PIB se han mantenido en un intervalo bastante estrecho desde el final de la II guerra mundial, entre el 15 y el 20 por ciento del PIB (aquí), mientras que las tasas impositivas variaron del 28 al 92 por ciento (aquí). Lo que indica que no hay la relación entra ambas cosas en que se basa la propuesta anti impuestos del  Partido Popular.

Por otro lado, en los últimos años es fácil comprobar que los ingresos fiscales estructurales en porcentaje del PIB en España (los que ya descuentan el efecto del ciclo económico) han aumentado cuando han aumentado los impuestos (en 2010 y 2012 con Zapatero y Rajoy) y han disminuido cuando han bajado los impuestos (2015 y 2016).

Quizá la mejor prueba de que bajar impuestos no aumenta automáticamente los ingresos fiscales es que su valedor más destacado, Ronald Reagan, duplicó el déficit presupuestario y triplicó la deuda pública de Estados Unidos durante su mandato, cuando aplicó la tesis que ahora defiende Casado después de haber asegurado que lo hacía para disminuirlos (aquí). Y hay que señalar, además, que Reagan no bajó todos los impuestos sino los que recaían sobre beneficios y grandes empresas, que es lo que ocurre siempre que los liberales realizan reformas fiscales asegurando que bajan todos los impuestos: se los bajan sólo a los más ricos. Un resumen de los errores de predicción de todo tipo de los republicanos que en Estados Unidos defienden que bajar impuestos es lo mejor, tal y como ahora quiere hacer Casado en España, aquí.

No es verdad que bajar impuestos cree necesariamente empleos

Tampoco hay datos empíricos que permitan demostrar que simplemente bajando impuestos, como dice Casado, se creen automáticamente empleos. De hecho, puede ocurrir todo lo contrario.

Se podría aceptar que con impuestos más bajos las empresas tendrán menos costes y que eso les permitiría producir más, contratando más empleo para ello. Pero es obvio que eso no tiene por qué ocurrir necesariamente. No contratarían necesariamente más, por ejemplo, si al mismo tiempo que bajaran los impuestos subieran los salarios u otros costes. Y podría ocurrir que, al bajar los impuestos y tener que reducirse al mismo tiempo el gasto público, las empresas y los hogares tuvieran que gastar más que antes en determinados bienes o servicios antes públicos, lo que haría que tuvieran menos recursos para la demanda de inversión o de consumo. Y, además, tampoco es seguro que menos costes para las empresas se traduzca en más inversión, y ni siquiera que más inversión después de menos costes fiscales lleve consigo más empleo.

Para defender esta proposición se ha hecho muy popular en Estados Unidos un estudio de Laffer que supuestamente demostraba que el 62% de todo el empleo nuevo en Estados Unidos de 2002 a 2012 se había generado en los nueve estados que no tienen impuesto sobre la renta. Pero se ha demostrado claramente (aquí) que esa idea está manipulada: el 70% de ese incremento corresponde sólo a Texas, que es un estado con condiciones muy especiales y, además, que no ha mantenido ese patrón en los últimos 50 años (cuando ha estado sin impuesto y no ha tenido ni mucho menos esos resultados de empleo).

La falsedad de la propuesta de Casado también se demuestra si se considera que los países de la OCDE que tienen los tipos impositivos más elevados no son precisamente los que tienen las tasas de paro más altas sino todo lo contrario (aquí).

Bajar impuestos aumenta la deuda u obliga a reducir gasto público y, en ese caso, hay que decir qué se va a recortar

Casado y el PP engañan a la gente cuando le dicen que se van a bajar impuestos sin necesidad de reducir gasto público.

Los liberales sensatos y coherentes proponen reducir impuestos porque creen que eso es bueno pero, al mismo tiempo, señalan qué gastos públicos reducirían y en qué cantidad porque no se creen las ilusiones que defiende Casado.

No se puede soplar y sorber al mismo tiempo. Lo que hay detrás de las propuestas de reducir o eliminar los impuestos es reducir la provisión pública ciertos bienes públicos, aunque no todos, sino sólo los que privatizados proporcionan beneficios privados.

Lo honrado, por lo tanto, es que la propuesta de bajar impuestos que hace Casado venga acompañada de la mención al recorte de gastos complementarios que se va a realizar y del efecto que eso tendrá sobre los precios, sobre la eficiencia, sobre la deuda y sobre el benestar de las personas.

Bajar impuestos no mejora el bienestar general ni el rendimiento general de la economía

La verdad es que no es fácil disponer de evidencias empíricas que demuestren los efectos reales de las subidas o bajadas de impuestos sobre el conjunto de la economía, precisamente por lo que vengo diciendo: porque los ingresos fiscales, la deuda, el empleo… y el bienestar en general, dependen de muchas más variables. Por eso es una falsedad decir que simplemente con reducirlos se consiguen efectos positivos para el conjunto de la economía, o que eso es bueno «para todos». Pero sí hay análisis que han demostrado que eliminar o reducir impuestos no es necesariamente mejor que mantenerlos más elevados. Estados Unidos es un territorio muy útil para hacer este tipo de análisis empíricos y allí se ha demostrado que la economía de los estados con tasas impositivas más elevadas funcionan mejor que la de aquellos que las tienen más bajas: aquí.

Y también sabemos con certeza que, en contra de lo que dice Casado, tener un sistema fiscal con altos tipos impositivos es justamente lo que caracteriza a los países (Suecia, Holanda, Alemania, Dinamarca, Reino Unido, Japón, Suiza, Noruega, Francia… ) que tienen el PIB per cápita más elevado (aquí)

¿Qué cabe esperar si se aplicara la fórmula de Pablo Casado a la economía española?

En España ya se han hecho reformas fiscales para bajar impuestos y sabemos perfectamente lo que han traido consigo generalmente: menos equidad y ninguna rebaja sustancial del déficit y de la deuda. Es decir, ayudas encubiertas para los perceptores de rentas elevadas y mayor déficit social.

Lo único que se puede esperar de la propuesta de Pablo Casado es lo mismo que ocurrió en los Estados Unidos de Reagan: más déficit público y más deuda. Justo lo que desea la banca para ganar dinero financiando al Estado a cuenta del sacrificio de las personas corrientes y de las empresas que crean riqueza y empleo.

Hay que defender que el gasto público sea el adecuado y que no se derrochen recursos. No hay nada gratis y estamos sobrecargando a la naturaleza hasta niveles letales. Hay que defender la austeridad pública en el mejor y auténtico sentido del término (y no en el tergiversado de los últimos años). Hay que combatir y tratar de reducir la deuda que es una esclavitud impuesta por la banca al resto de la sociedad y que paraliza las economías y las lleva a crisis recurrentes. Hay que crear las mejores condiciones posibles para que las empresas creen puestos de trabajo. Pero nada de eso tiene que ver con las fabulaciones de los anarquistas de extrema derecha como Pablo Casado. Lo que quieren en realidad es acabar con los bienes y servicio públicos porque no creen en el Estado o, mejor dicho, que sólo creen en un Estado que puedan patrimonializar para hacer con él lo que quieran a favor de los grandes intereses económicos, como ha hecho el Partido Popular en las comunidades autónomas donde ha gobernado. Están en su derecho. Pero no en el de engañar a la gente a base de mentiras o, en el mejor de los casos, medias verdades.

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11 comentarios

Antonio González 20 de marzo de 2019 at 02:01

Resultaría mejor que en cada estado existiera un órgano técnico que manejara ese asunto y no se dejara en manos de ignorantes o sinverguenzas que utilizan el tema para el fraude politiquero democrático en el mejor de los casos o para esconder lo que apropia la iniciativa privada en detrimento de la sociedad.

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RAFAEL CASTILLO QUESADA 20 de marzo de 2019 at 08:46

Hola Juan:
Quiero hacerle un comentario, una pregunta mas bien, que no está en relación con lo anterior, pero si con lo que defienden V. Navarro y usted, y al hilo de una materia que me preocupa, el medioambiente.
Hay corrientes o líneas de pensamiento (Carlos Taibo entre otros) que dicen que para que el planeta tierra pueda sobrevivir al expolio al que lo estamos sometiendo hay que cambiar el modelo económico del crecimiento por un modelo del decrecimiento…… Ustedes, creo que no me equivoco, defienden el modelo del crecimiento. Un crecimiento que no está en consonancia con el imperante; pero un modelo de crecimiento al fin y al cabo.
Me gustaría que me aclarase la contradicción que veo entre crecimiento económico y conservación del medio ambiente.
(No quiero pasar la ocasión de mostrarle mi admiración y respeto.
Igualmente, (seguramente esté de más) decirle que fue la única persona que tuvo un comportamiento digno en el programa aquel de la sexta cuando abandonó el programa.)

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Juan Torres López 20 de marzo de 2019 at 09:55

Rafael, yo no defiendo exactamente eso. Si pone crecimiento en el buscador de esta web aparecerán los artículos que he escrito sobre ese tema y en los que está mi opinión. Saludos

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ignasi orobitg gene 20 de marzo de 2019 at 08:55

Sr. Torres :Las ayudas a la banca se han perdido definitivamente ?Ha sido poco a poco o todo a la vez ,la manera de perderse ?
Gracias por Sus envios.
que tenga un día lleno de sonrisas

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Juan Torres López 20 de marzo de 2019 at 09:56

Hasta el Banco de España da por perdida la mayor parte:
https://elpais.com/economia/2018/11/23/actualidad/1542988908_882663.html

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Tomás 20 de marzo de 2019 at 13:10

Nada se debate de verdad.
Todo es blanco o negro.
Nada se debate en profundidad.
y a casi nadie le importa…
¿Cómo salimos de esto?
T.

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Mª Pía de 20 de marzo de 2019 at 20:48

Muy estimado Juan, en los desorientados tiempos en que nos está tocando vivir he decidido retomar sus siempre interesantes artículos.
La salida económica no es nada sencilla, qué país considera Vd. que se halla más cerca de haber implantado un sistema más justo y eficaz?.
A mi montón de años y confesando que he vivido intensamente, me taparé la nariz para poder ir a votar. Vivimos en un mundo que no tiene arreglo y que a nadie y menos a los superpoderosos les importa cambiar. ¡Vengan días y caigan ollas! hasta el desastre final. Lo siento fundamentalmente por la gente buena como Vd.

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Javi Moya 21 de marzo de 2019 at 19:19

Excelente exposición y aun mejor argumentación.
Lamentable, alguien les debería explicar que vivimos en una democracia, con un sistema económico mixto, que las instituciones deben velar por el progreso y bienestar de sus ciudadanos, independientemente de su ideología.
Puede haber discrepancias en el uso de las herramientas usadas, economicamente hablando, pero si el resultado siempre acaba perjudicando a la sociedad en su conjunto, el planteamiento a seguir, en mi opinión tendria que ser justo lo que hace usted, avisar, denunciar y sobretodo con mucha pedagogía, enseñar.
Las instituciones de casi todo el mundo, gracias a la mundialización e instrumentalización sesgada, desgraciadamente acaban siendo una rémora para el progreso humano.
Por lo demás creo que el Partido popular lleva tiempo que está muerto, pero nadie se lo ha dicho, pero poco a poco, a través del cerco judicial (siempre y cuando prevalezca el poder judicial independiente), se acabarán enterando. Llevan la mentira, la avaricia y la codicia muy adentro de sus siglas.
Gracias maestro.

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Laverdaque 21 de marzo de 2019 at 20:35

En 1959, el economista Henry J. Frank publicó un trabajo orientado a estudiar nuevas maneras de medir el peso de los impuestos sobre el bolsillo de los contribuyentes. Una de las métricas que propuso el académico estadounidense es conocida hoy como el Índice de Frank.
¿Cómo se calcula dicho indicador? El cálculo consiste en dividir la presión fiscal (es decir, el peso de los impuestos recaudados sobre el PIB) entre el PIB per cápita, tras lo que se multiplica por 1.000 el resultado. De esta forma obtenemos un valor que nos da el nivel de esfuerzo fiscal que asumen los contribuyentes, permitiéndonos comparar los niveles de tributación de los distintos países y brindándonos un resultado más ajustado a la renta del ciudadano medio.
Tomando datos de la base estadística de la OCDE, y ajustando en dólares constantes el PIB per cápita para asegurar que los números son lo más comparables posibles, llegamos a la conclusión de que el país miembro con un mayor nivel de esfuerzo fiscal es Hungría, seguida de Turquía y Grecia.
En 2010, el Índice de Frank del país que gobierna Viktor Orbán era de 17,4 puntos, frente a los 16,4 de 2015. En Turquía, la Administración Erdogan ha reducido el esfuerzo fiscal de manera suave, pasando de 16,4 a 16,1 puntos en el último lustro. Completa la tabla Grecia, donde el espectacular aumento de los impuestos la ha llevado de un puesto intermedio al podio de cabeza (11,1 puntos en 2010, 15,2 puntos en 2015).
El top cinco del Índice de Frank lo cierran Letonia y Estonia, pero también aquí conviene analizar los datos con cautela, ya que ambos países están recortando sus niveles de esfuerzo fiscal a pasos agigantados y han pasado de 16,1 y 15,8 puntos en 2010 a una nota idéntica de 13,2 puntos en 2015.
Dentro del top 10 también se cuelan Italia (sube de 12,2 a 13,2 puntos), Portugal (se dispara de 11,3 a 13,1 puntos) y Francia (crece de 11,7 a 12,4 puntos). También Eslovenia (puesto 8) y Polonia (puesto 9) están entre los diez países con mayor esfuerzo fiscal, aunque sus notas arrojan una tendencia a la baja (de 13,4 a 13,1 puntos y de 15,1 a 13 puntos).
¿Y qué hay de España? El ranking de la OCDE coloca a nuestro país en el puesto 17 de la lista, cerca de los niveles registrados en países como Bélgica (11,2 puntos), Dinamarca (10,7 puntos), Austria (10,2 puntos) o Israel (10,1 puntos). Para ser precisos, España obtiene 10,1 puntos en el Índice de Frank, frente a los 9,7 del ejercicio 2010. Esta nota supera la nota conjunta de la OCDE, que está en 9,2 puntos, por lo que el esfuerzo fiscal en nuestro país supera el promedio de los países desarrollados.
De hecho, el resultado de España (10,1 puntos) supera el cosechado por Suecia (9,8 puntos), Islandia (8,7 puntos), Alemania (8,6 puntos), Reino Unido (8,4 puntos), Países Bajos (8,3 puntos), Japón (7,8 puntos), Canadá (7,6 puntos), Corea del Sur (7,3 puntos) o Noruega (6,3 puntos). A la cola, con los niveles más bajos de esfuerzo fiscal, aparecen Australia (5,8 puntos), Suiza (5,3 puntos), Estados Unidos (5,1 puntos), Luxemburgo (4,2 puntos) e Irlanda (4 puntos).

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Laverdaque 22 de marzo de 2019 at 20:24

Si el sueldo más frecuente en España ronda los 1.000 euros al mes (12.000 euros netos al año divididos en doce pagas), la nómina real de esos mileuristas (coste laboral total) asciende a 1.523 euros al mes (18.283 euros al año). Es decir, la empresa abona un total de 1.523 euros al mes para que un trabajador ingrese 1.001 limpios en su cuenta. El Estado, por consiguiente, se embolsa 522 euros de la nómina mensual de un mileurista en concepto de IRPF y cotizaciones, el 34,33% de su sueldo.
Este porcentaje crece en función del nivel de renta. Los trabajadores que ingresan 1.313 euros netos al mes (15.760 al año en 12 pagas) cobran en realidad 2.089 euros (25.071 al año), de modo que Hacienda les resta 776 euros mensuales (37,14% de su sueldo efectivo); quienes perciben 1.602 euros netos (19.223 al año) ganan 2.641; y así, sucesivamente. En términos generales, Hacienda quita unos 780 euros mensuales a los trabajadores que conforman la clase media en España, cuyas rentas oscilan entre los 1.000 y 1.600 euros netos al mes.
Tales porcentajes representan el denominado “esfuerzo fiscal”, es decir, el porcentaje que suponen los impuestos respecto al salario. Con un esfuerzo fiscal superior al 40%, los trabajadores españoles sufren una de las fiscalidades más altas de la zona euro, casi un 20% superior a la media europea, según el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) y la Asociación Española de Asesores Fiscales y Gestores Tributarios (Asefiget).
Así, el tipo impositivo que aplica España a la renta media (superior al 40%) es muy similar al de países como Suecia o Finlandia, salvo por el hecho de que dichas economías disfrutan de sueldos mucho más altos y, por tanto, sus trabajadores gozan de una mayor renta disponible que los españoles tras cumplir con el Fisco.
En el caso concreto del IRPF, cabe recordar que, tras la subida de Rajoy, el tipo marginal máximo se situá en el 52%, tan sólo superado por Dinamarca (56,1%) y Suecia (56,6%) dentro del grupo de países ricos (OCDE). Pese a ello, cabe recordar que algunas CCAAs han elevado dicho tipo marginal hasta el 56%, de modo que tan sólo Aruba (59%) sufriría una tasa máxima claramente superior en 2012. En 2007, antes de estallar la crisis, el tipo máximo en España era del 43%.
Pero lo más relevante no es tanto el tipo de IRPF aplicable sino el nivel de renta a partir del cual se aplica, ya que no es lo mismo un tipo del 56% sobre 100.000 euros al año que sobre 10.000.
En 2010, con el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero en el Gobierno, los ‘mileuristas’ españoles, con un sueldo bruto de 15.000 euros al año, pagaban un tipo marginal del 24%, superior al que soportaban franceses e irlandeses, pero inferior al de los alemanes. Asimismo, la clase media (30.000 euros) pagaba menos que alemanes y franceses, y la mayoría de las rentas altas (más de 50.000 euros) más que alemanes e irlandeses, al tiempo que los más adinerados (a partir de 75.000) sufrían tipos similares al de los otros tres casos analizados.
Con el PP de Mariano Rajoy en el poder, los mileuristas españoles ya pagaban más IRPF que los alemanes y franceses. Ampliando el abanico a otros países periféricos y el modelo nórdico, también sufrían un tipo superior al de italianos e irlandeses, y pagaban mucho más que los finlandeses. Por otro lado, las rentas medias españolas (30.000 euros) pagaban tanto IRPF como alemanes y franceses, pero mucho más que irlandeses y finlandeses -tan sólo los italianos soportaban un tipo marginal mayor con ese nivel de renta-. Los sueldos medio-altos (50.000) pagaban tanto como los alemanes e irlandeses, pero menos que franceses, italianos y finlandeses. Y las rentas altas españolas (75.000) son las que pagaban el mayor IRPF de los países analizados, al igual que sucedía con las rentas muy altas (150.000).En la era de Rajoy se mantuvo prácticamente el mismo gasto público que en la época de bonanza anterior, pero con 3 millones menos de empleados.
Sostener a estas alturas que en España se pagan menos impuesto que en los países de nuestro entorno, escudándose en las cifras de la presión fiscal en vez de en las cifras de esfuerzo fiscal, es tomarnos por tontos. Que a un «mileurista» se le esté restando de su nómina un 35% (IRPF y las cotización a la Seguridad Social) a Ud. le parecerá poco, a mí una barbaridad, teniendo en cuenta además que luego tiene que pagar la retahíla de impuestos subsiguientes diseñados tanto por la administración central ( fundamentalmente el IVA), la administraciones autonómica y la administración municipal.

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