Publicado en Público.es el 26 de marzo en 2020
Salvo que afortunadamente se produzca un cambio radical de última hora, la presidenta Ángela Merkel impondrá hoy jueves al resto de los gobiernos europeos su tesis sobre la forma de abordar el problema económico que plantea la propagación del Covid19. Tendrá el apoyo de otros países del centro y el norte de Europa y muy especialmente de los Países Bajos, todos los cuales vienen defendiendo desde hace años que la mejor forma de resolver las crisis económicas en Europa es la aplicación políticas de recorte de gasto que reduzcan la deuda, a pesar de que estas políticas de austeridad no han hecho sino que aumente sin parar.
En esta ocasión, lo que plantean estos países liderados por Alemania y Países Bajos no es exactamente que se actúe con frugalidad, una auténtica barbaridad en medio de una emergencia sanitaria, sino que cada país actúe por su cuenta y que los problemas de financiación que puedan producirse se resuelvan, como comenté en mi artículo de ayer, a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Un procedimiento concebido para rescatar a los países que se encuentren en situación de profunda inestabilidad financiera y a cambio de aplicar las políticas que le convienen a Alemania y a los grandes capitales privados y financieros y que producen un gravísimo daño al bienestar de los pueblos.
Es una pena que un gran país como Alemania, que podría ser la cabeza del proyecto europeo de auténtica integración, de estabilidad y de paz que todo el planeta necesita, se olvide constantemente de su historia y vuelva a reproducir errores que tuvieron en el pasado consecuencias trágicas.
Alemania parece olvidarse de que su ansia de dominio y control y su afán por mostrar su superioridad y su expansionismo de tintes imperialistas provocó dos guerras mundiales en las que murieron millones de seres humanos.
Se olvida Alemania de los efectos dramáticos que produce la avaricia de las grandes potencias cuando lo quieren todo para ellas y cuando se empeñan en imponer condiciones draconianas a los vencidos o más débiles, como hicieron con ella los ganadores de la primera guerra mundial. Las brutales reparaciones de guerra que le impusieron, sabiendo que no iban a poder pagarse nunca, hundieron a Alemania, provocaron su ruina y la indignación de su pueblo y sembraron la semilla del odio y de la sinrazón que llevaron a Hitler al poder.
La Alemania de hoy también se olvida de que aplicar políticas de austeridad cuando no conviene aplicarlas y sólo en favor de los más ricos trae consecuencias nefastas. Tal y como ocurrió con el paquete de fuertes recortes de gastos y aumentos de impuestos que llevó a cabo el canciller alemán Heinrich Brüning de 1930 a 1932. Hoy día sabemos, por los estudios de diversos economistas e historiadores, que la austeridad mal aplicada fue otro de los desencadenantes del descontento y de la crisis social que llevaron al ascenso del nazismo.
Ahora que es tan exigente con la deudas de los demás, Alemania también se olvida de que es precisamente el país europeo que más deuda ha dejado de pagar, al que más se le ha perdonado. En 1930, 1931 y 1932 se le concedieron moratorias y reestructuraciones que dejaron reducida al 2% su deuda original de la primera guerra mundial. En 1939 Hitler dejó de pagar todas las deudas pendientes (incluido ese 2%), y de nuevo en 1953 -cuando debía dinero a más de 70 países- el Tratado de Londres volvió perdonarle el 62% pendiente de la primera guerra mundial, de la segunda y de la postguerra. Se olvida, pues, Alemania, de que ha podido llegar a ser una potencia de nuestra era gracias a la generosidad y el sentido común de los demás países que le han perdonado la mayor parte de sus deudas. Entre ellos, por cierto, Grecia, a quien los dirigentes alemanes trataron, sin embargo, con superioridad y saña injustificada en la crisis de 2008.
Se olvida Alemania, por ejemplo, de que se benefició de la generosidad de sus acreedores cuando, después de la segunda guerra mundial, le permitieron que sólo dedicara un 5% de sus ingresos por exportaciones a pagar deuda. Mientras que los líderes alemanes obligaron a Grecia a dedicar casi el 40% de su PIB a pagarla en la última crisis económica.
En nuestros días, parece olvidarse Alemania de que forma parte de una zona monetaria y, por tanto, de que los déficits que generan unos países no son casuales ni fruto exclusivo de su propio comportamiento, sino justamente lo que se produce cuando otros (como Alemania) tienen superávits. Y se olvida igualmente de que tan malos son los unos como los otros. Es decir, que tan obligados están a adoptar medidas de ajuste los países que tienen déficit, como los que tienen superávits. Y Alemania nunca ha hecho esto último sino todo lo contrario. En concreto, muchos estudios han demostrado que el desequilibrio que se produce en la eurozona y la ventaja que saca de él Alemania no se debe, como suele decirse, a que los salarios españoles y los de otros países de la periferia sean altos, sino a que los alemanes son demasiado bajos en relación con la norma de inflación establecida (lo explico aquí).
Parece que Alemania se olvida demasiado a menudo de que pertenecer al euro no es una bicoca para países como España, sino todo lo contrario. Entramos por la complicidad de nuestras élites con las europeas, pero esa no ha sido nunca la mejor opción que ha tenido ni la economía española ni otras muchas, como la italiana que ahora también sufre especialmente. Está demostrado, por ejemplo, que pertenecer al euro ha supuesto una penalización en términos de crecimiento económico a las economías que forman parte de la unión monetaria de 1,5 puntos porcentuales en la fase de expansión y de 1,1 puntos en la de crisis (lo explico aquí).
Y precisamente olvida Alemania, o al menos sus principales dirigentes, que las enormes ventajas que su economía obtiene de las demás en la Unión Europea y en el euro no se convierten preferentemente en beneficios para los alemanes que más lo necesitan. O sea, que no es precisamente un ejemplo para el resto de Europa desde el punto de vista de la justicia y el progreso bien entendido. La concentración de la riqueza en Alemania (donde el 1% más rico recibe tanto como el 50% más pobre) es una de las más altas de la OCDE. Y aunque su dirigentes se precian del alto nivel de empleo alemán, no se puede olvidar que sólo el 40% lo es a tiempo completo y que la mitad de los trabajadores están a tiempo parcial, subcontratados, son falsos autónomos o tienen remuneraciones muy bajas (un tercio de los pobres alemanes tienen empleo). También son especialmente grandes las diferencias entre mujeres y hombres en Alemania y los impuestos sobre el trabajo representan los dos tercios de los ingresos fiscales, mientras que los que recaen sobre el capital solo aportan el 13% (todos estos datos de un reciente informe sobre la desigualdad en Alemania están aquí). Y se olvida Alemania que, en lugar de utilizar el excedente que obtiene gracias a las ventajas que le proporciona una zona euro diseñada en su interés, sus dirigentes han permitido que se utilice para crear problemas fuera. Del los 1,62 billones de euros que generó de 2002 a 2010 solo 554.000 millones se aplicaron en su propio mercado interno para mejorar su dotación de capital o las condiciones de vida de su población. Los bancos alemanes dedicaron el resto a hacer negocio fuera financiando, principalmente, burbujas inmobiliarias
Alemania no debería olvidar su propia historia ni las causas verdaderas de su situación de privilegio. Ahora tiene el poder suficiente para imponer lo que le conviene a los demás, pero el poder mal utilizado produce siempre efectos de rebote. Alemania ha diseñado en los últimos tiempos planes de desarrollo industrial y de seguridad nacional encaminados a consolidarla como «nación-líder» o nación-marco de Europa. Sería un empeño noble si eso se pretende conseguir con cooperación y solidaridad. Pero si sigue empeñada en hacerlo como hasta ahora, se encontrará cada día con más reticencias que, como sucediera en otros momentos históricos, pueden terminar mal y, desde luego, en su propio perjuicio. El viejo profesor Tierno Galván siempre decía que «el poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla».
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5 comentarios
Alemania de antes y despues de la II Guerra Mundial eran los Krupp. Ahora no son los Krupp pero son otros de la misma naturaleza; de la misma clase y naturaleza que los que hay en España, Italia, Francia, EE.UU. y cuya única patria es el poder del dinero a cualquier precio… Los defensores de una globalización a su conveniencia, de una Unión Europea a su servicio. Cuando ven que el chiringuito se le hunde, que empiezan a tener conflictos entre ellos, que dependen de terceros para poder ejercer su dominio… se pelean y utilizan como arma a las clases más desfavorecidas, exprimiéndolas para seguir aumentando su poderío económico o, al menos, intentar salir con menores pérdidas. No son los gobiernos, sinó el stablishmen de los que estos son esclavos; son Merkel, son Boris Jonhson, son Macrón, son Calviño… los que implantan políticas económicas al servicio de esa minoría de privilegiados aunque ello suponga la miseria y/o la muerte de numerosas personas del grupo de los más desfavorecidos y por ellos explotados. Y aunque sea con la fuerza, declarada o de las cloacas, de los sistemas de represión que mantienen y miman.
Magnífico artículo, profesor. Por sencillo, veraz y directo. Muchas gracias.
Por partes.
«Las brutales reparaciones de guerra que le impusieron, sabiendo que no iban a poder pagarse nunca, hundieron a Alemania, provocaron su ruina y la indignación de su pueblo y sembraron la semilla del odio y de la sinrazón que llevaron a Hitler al poder.»
Estamos de acuerdo en la brutalidad de las reparaciones de guerra, entre las que entiendo que incluye, la ocupación/humillación de la cuenca minera del Rühr. Como no podía ser menos, éstas reparaciones provocaron la indignación en unos, y el odio en otros alemanes, como no podía ser menos, en cualquier pueblo con un poquito de respeto hacia sí mismo, es decir, dignidad. Por tanto, y como consecuencia de esto último, no fue la «sinrazón», lo que llevó a Hitler al poder, precisamente, sino todo lo contrario, es decir, la legitimidad, necesaria para recuperar algo tan básico como es la propia supervivencia de todo un pueblo. Esto es como cuando en ajedrez, te están dando jaque, y todas las jugadas son malas, pero tienes que mover…o rendirte.
«Ahora que es tan exigente con la deudas de los demás, Alemania también se olvida de que es precisamente el país europeo que más deuda ha dejado de pagar, al que más se le ha perdonado. En 1930, 1931 y 1932 se le concedieron moratorias y reestructuraciones que dejaron reducida al 2% su deuda original de la primera guerra mundial. En 1939 Hitler dejó de pagar todas las deudas pendientes (incluido ese 2%), y de nuevo en 1953 -cuando debía dinero a más de 70 países- el Tratado de Londres volvió perdonarle el 62% pendiente de la primera guerra mundial, de la segunda y de la postguerra. Se olvida, pues, Alemania, de que ha podido llegar a ser una potencia de nuestra era gracias a la generosidad y el sentido común de los demás países que le han perdonado la mayor parte de sus deudas. Entre ellos, por cierto, Grecia, a quien los dirigentes alemanes trataron, sin embargo, con superioridad y saña injustificada en la crisis de 2008.»
Podría comenzar por recordarle que las reparaciones de la PRIMERA Guerra Mundial, Alemania terminó de pagarlas, en fecha tan reciente como 2010.
Respecto a la deuda de la Segunda Guerra Mundial, me podría razonar, ¿por qué es el Estado alemán actual el sujeto pasivo de dicha deuda, puesto que este Estado NO es una continuidad de aquel que firmó la rendición incondicional en mayo de 1945?. Para el que no lo entienda, el Estado Alemán actual NO es el que formó parte de las potencias del Eje, durante la Segunda Guerra Mundial; no tiene implicación, ni es heredero JURÍDICAMENTE, ni de aquella Alemania de la Segunda, ni Primera guerras mundiales. Al hilo de esto y como muestra de esto último, de todos es sabido que la deuda de la Guerra solo era satisfecha por la Alemania Federal, no exigiéndose la misma a la RDA, cosa completamente lógica, por otro lado.
De hecho, y como dato anecdótico, la Alemania que firmó su rendición en 1945, se encuentra actualmente, en una especie de «limbo» jurídico, es decir, no ha desaparecido, al no haberse firmado tratado de paz alguno, entre ese Estado y las potencias que lo derrotaron, en 1945, potencias que no han dado esa posibilidad de continuidad, en el Estado actual alemán.
Un saludo, de parte de la gente del Frente Obrero
La comisión de historiadores conformada con ocasión de la Perestroika en 1987 estimó las pérdidas de este conflicto en 26,2 millones (alrededor del 16% de la población de la Unión Soviética en 1940), de los cuales más de 10 millones eran soldados y oficiales soviéticos (6,8 millones de muertes directas y 3,8 millones de prisioneros de guerra muertos a manos de la Wehrmacht), 11 millones fueron pérdidas civiles directas y 5 millones pérdidas civiles indirectas. El número de soldados del Ejército soviético muertos en combate representa cerca de 5.000 muertes por día, es decir, pérdidas cuatro veces más elevadas que aquellas sufridas por el Ejército imperial ruso sobre este mismo frente entre 1914 y 1917. Las pérdidas del ejército alemán en el Frente Oriental se estimaron en 2 millones de muertos y desaparecidos. Entonces, la guerra nazi-soviética de 1941-1945 fue, muy probablemente, el conflicto más sangriento de la historia humana, con un total estimado de más de 30 millones de muertos. SI Alemania tuviera que pagar esas muertes y la destruccion sistematica de sus infraestructuras tanto durante la ofensiva como en la retirada cobarde en la que la orden era no dejar casa en pie, pasarían siglos para reparar esa tragedia.
Enhorabuena!!!
Que leccion de historia he recibido en este articulo.
Muchas gracias.